A ver, entre tú y yo: ¿por qué dicen que el señor Donaka es un malvado? ¿Porque mata a un par de personas? Bueno, ¿y cómo podemos estar seguros de que esas personas no son criminales? ¿Eh?

Keanu Reeves sin barba, con el cabello corto y con casi cincuenta años dirige y coprotagoniza «El poder del Tai Chi», película de artes marciales que ya se veía venir que o era una flipada alucinante o se quedaba a medio camino sin despuntar. Al final se ha quedado en lo segundo, y no por falta de ganas por parte de Reeves, pero es que cuando nos queremos pasar de espectaculares lo más seguro es que metamos la pata, o la patada. Si vas a pelear, pelea de verdad y no pongas gente que literalmente vuela mientras lucha y que no sufre ni moratones ni sangrados. Es que no puede ser.

Además, el protagonista es lo más soso del universo y, peor aún, el más bobo: porque si tú recibes una carta de una gran empresa ofreciéndote trabajo sin habérselo pedido, no es para sospechar nada, claro; si te citas con un señor muy serio que no te dirige la palabra y te mete en un cochazo sin darte explicaciones, tú vas sin ninguna duda; si te encierran en una habitación sin salida y aparece un tipo que empieza a pelear contigo, tú peleas y aquí no ha pasado nada. Lo único que se te ocurrirá preguntar luego será si te han dado el trabajo... Eres un lince, ¿eh, Tigre? Nada, nada, sospechas ninguna, todo limpio y legal, ¿verdad? Si es que prometo que al final el Donaka de Keanu Reeves contaba con mi apoyo, porque al menos este no tiene la hipocresía de hacerse el inocente. Tigre, devuelve el dinero si tanto te molesta, ¿no?

«El poder del Tai Chi» tiene potencial y un villano (bueno, eso de villano... habría que verlo, como digo) bastante interesante, pero también está repleta de sinsentidos. Sigue intentándolo, Reeves.