Media votos
4,2
Votos
2.774
Críticas
2.774
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
2
6,1
2.185
Drama
Narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción que espera su transferencia a Buenos Aires. Es un hombre que espera ser reconocido por sus méritos. Pero en los años de espera pierde todo. Decide atrapar un peligroso bandido y recuperar su nombre... Basada en la novela existencial de Antonio Di Benedetto escrita en 1956. (FILMAFFINITY)
21 de enero de 2018
12 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos categorías esenciales en la ontología, el ser y el no ser. Blanco-Negro-Rico-Pobre-Bueno-Malo. La dualidad de la existencia. El primer paso hacia la lógica. La razón del mundo. El orden del universo.
Hay personas que han leído el libro y hay otras que no.
Hay críticos que hacen referencia a esa lectura. Y otros que no.
¿Qué hacemos, por lo tanto, con ese crítico singular que sí pero no, que no pero sí, que sino, que nosi, que osin/niso y verdiblanco/rojinegro?
¿Qué hacemos con el que nos cuenta, habrá que creerle, que lo leyó en su día pero ya no se acuerda, o se acuerda poco, o no le gustó y dejó poca huella, o que lo había olvidado pero luego, según va viendo, rememora, ya lo recuerda?
¿Qué le aconsejamos, crítica directa o con referencia a la novela?
¿Qué le decimos si nos pide por favor que dejemos claro que la leyó de arriba abajo, entera, completa, verdadera, cada letra, que es un crítico, y un lector, que dedica horas llenas de su vida plena a la lectura, no por placer o juego, no por ornamento, conocimiento o prueba, ni por disciplina o ruego, llamado, duelo, disimulo, que no, no os empeñéis, que lo hace por el qué dirán, para luego poder contarlo, por ir sumando muecas al saco de su desvelo, al inventario de su recuento, el misterio de su secreto, un grano, punto/tanto, más en su orgullo y sueño, en su vanidad y morro?
Pues eso, baciyelmo y al toro/tono.
Dos deseos se comen a Zama. La carne y la escapada. El sexo y la huida.
Una verdad implacable se impone. No. Frustración, insatisfacción, miedo.
Debacle callada, apático denuedo. Frío yerro.
Sin salida. Atrapado. Muerto. Fantasma en purgatorio irredento. Pesadilla blanda y fofa.
Realidad inconexa y desmadejada, sin hilo, sin causa ni motivo, sin destino ni origen.
Un extrañamiento mirando al personaje y su entorno. Enajenación. Alienamiento.
La voluntad ha muerto. Queda el hueso, el hueco. La inercia, la miseria, la desesperación, el apagado anhelo.
La España colonial. La América conquistada, invadida, usurpada.
Indios y negros sometidos. Burocracia absurda, gerifaltes abyectos y grotescos. Sordidez, tedio. Belleza salvaje y naturaleza excelsa.
Dos partes o tramos.
Zama espera. Pide. Recibe cartas de España, de su mujer, que le pide que vuelva. Ruega. Que le dejen ir, volver a su tierra. Y mientras suplica y sueña con la ausencia, se suceden pequeñas anécdotas, un libro que no gusta, algún asalto violador y un bandido que a todos quiebra y asusta. Vicuña.
Que nos lleva de la mano al segundo tramo. A la expedición organizada en su búsqueda. Soledad. Desdoblamiento. Juego de identidades. Todos son el bandolero. Todos son Zama. Todos son nadie. Ninguno. Nada. Vicuña les intrusa. Los indios les asaltan. Dudas. Miedo. Rojos.
Hay personas que han leído el libro y hay otras que no.
Hay críticos que hacen referencia a esa lectura. Y otros que no.
¿Qué hacemos, por lo tanto, con ese crítico singular que sí pero no, que no pero sí, que sino, que nosi, que osin/niso y verdiblanco/rojinegro?
¿Qué hacemos con el que nos cuenta, habrá que creerle, que lo leyó en su día pero ya no se acuerda, o se acuerda poco, o no le gustó y dejó poca huella, o que lo había olvidado pero luego, según va viendo, rememora, ya lo recuerda?
¿Qué le aconsejamos, crítica directa o con referencia a la novela?
¿Qué le decimos si nos pide por favor que dejemos claro que la leyó de arriba abajo, entera, completa, verdadera, cada letra, que es un crítico, y un lector, que dedica horas llenas de su vida plena a la lectura, no por placer o juego, no por ornamento, conocimiento o prueba, ni por disciplina o ruego, llamado, duelo, disimulo, que no, no os empeñéis, que lo hace por el qué dirán, para luego poder contarlo, por ir sumando muecas al saco de su desvelo, al inventario de su recuento, el misterio de su secreto, un grano, punto/tanto, más en su orgullo y sueño, en su vanidad y morro?
Pues eso, baciyelmo y al toro/tono.
Dos deseos se comen a Zama. La carne y la escapada. El sexo y la huida.
Una verdad implacable se impone. No. Frustración, insatisfacción, miedo.
Debacle callada, apático denuedo. Frío yerro.
Sin salida. Atrapado. Muerto. Fantasma en purgatorio irredento. Pesadilla blanda y fofa.
Realidad inconexa y desmadejada, sin hilo, sin causa ni motivo, sin destino ni origen.
Un extrañamiento mirando al personaje y su entorno. Enajenación. Alienamiento.
La voluntad ha muerto. Queda el hueso, el hueco. La inercia, la miseria, la desesperación, el apagado anhelo.
La España colonial. La América conquistada, invadida, usurpada.
Indios y negros sometidos. Burocracia absurda, gerifaltes abyectos y grotescos. Sordidez, tedio. Belleza salvaje y naturaleza excelsa.
Dos partes o tramos.
Zama espera. Pide. Recibe cartas de España, de su mujer, que le pide que vuelva. Ruega. Que le dejen ir, volver a su tierra. Y mientras suplica y sueña con la ausencia, se suceden pequeñas anécdotas, un libro que no gusta, algún asalto violador y un bandido que a todos quiebra y asusta. Vicuña.
Que nos lleva de la mano al segundo tramo. A la expedición organizada en su búsqueda. Soledad. Desdoblamiento. Juego de identidades. Todos son el bandolero. Todos son Zama. Todos son nadie. Ninguno. Nada. Vicuña les intrusa. Los indios les asaltan. Dudas. Miedo. Rojos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Mutilación y fin en la nada. En el río que nos lleva y arrulla. Al final del camino. Al principio de todo.
Coda. Lucrecia y Antonio. Martel y Di Benedetto. Hacen buena pareja. Estaban destinados. Se tenían que encontrar. La directora prestigiosa y rara y el escritor raro y prestigioso. Adjetivos. Aupados. Bien recibidos.
Él, por su escritura a la contra, particular, excepcional, entrecortada, desprecio de la línea bella y la formal prosa, otra cosa, en el tanteo, el hallazgo, el balbuceo, el humor triste, la broma rosca, el repaso sin historia a la inventada historia y el fulgor juguetón en las frases cortas.
Ella, por tener la apostura de una helada y extraña malévola dama. Cirujana demiurga de teatros cerrados en los que criaturas ampulosas y desconectadas, compulsivas, se debaten en un sopor agónico. Limbo exangüe de afanadas imposturas. Derrengamiento. Dengue. Dejarse. Exaltación fría de espejismos de querencia torturada y enferma. Vanos seres. Nulos intentos.
Y el hijo que tuvieron. Esta cosa película. Tan querida por todos.
Ni placer estético, ni emoción intelectual, ni me excita la razón o su negación, ni me embrutece y libera el instinto, ni me muerde. Un devaneo cero. Vaivén de pez ronco. Sketch.
Pura alusión. Se concreta en lo que no me interesa. Se evade en lo que sí me pesa o llena/crea. Se detiene en nada. Se escapa cuando toca.
Es hueso de idea. Espina sensual. Y a cambio carne de cañón en lo que no importa.
Ha sido demasiado literal, tanto que lo deforma, lo destroza, lo hace severo y muermo. Demasiado fiel. Copia el espíritu, traducido a su rígido modo. Niega el estilo, la libre maña, la maraña astuta. Hermana gemela de Benedetto en el fondo, en la intención. Prima lejana en la forma, en el vivo toqueteo.
Película disléxica, desproporcionadamente nimia, absurdamente absurda, impostadamente despojada. Inane en su afán de inanidad. Tediosa de puro tedio. Huera por vaciarse y no mostrar el vacío, solo el gesto.
No sabe contar el no contar. Es obscena en su pudor. Grosera en su timidez. Rota en su elegancia de renuncia.
Se tomó tan en serio que toda la gracia que tiene se siente cuando no debe.
Un error de pura perfección. Un fallo por acertar tanto. Lo entendió al revés. En lo abstracto, cerebral o expositivo, en la pintura y el sonido, no en su búsqueda que se retuerce con la sabiduría del que sabe tanto que se pierde.
Quiso tanto ser él que fue su enemigo o contrario. Su gran adversario.
Lo mejor es lo que no es. Melodrama, prejuicios o tópicos. Eso no.
Coda. Lucrecia y Antonio. Martel y Di Benedetto. Hacen buena pareja. Estaban destinados. Se tenían que encontrar. La directora prestigiosa y rara y el escritor raro y prestigioso. Adjetivos. Aupados. Bien recibidos.
Él, por su escritura a la contra, particular, excepcional, entrecortada, desprecio de la línea bella y la formal prosa, otra cosa, en el tanteo, el hallazgo, el balbuceo, el humor triste, la broma rosca, el repaso sin historia a la inventada historia y el fulgor juguetón en las frases cortas.
Ella, por tener la apostura de una helada y extraña malévola dama. Cirujana demiurga de teatros cerrados en los que criaturas ampulosas y desconectadas, compulsivas, se debaten en un sopor agónico. Limbo exangüe de afanadas imposturas. Derrengamiento. Dengue. Dejarse. Exaltación fría de espejismos de querencia torturada y enferma. Vanos seres. Nulos intentos.
Y el hijo que tuvieron. Esta cosa película. Tan querida por todos.
Ni placer estético, ni emoción intelectual, ni me excita la razón o su negación, ni me embrutece y libera el instinto, ni me muerde. Un devaneo cero. Vaivén de pez ronco. Sketch.
Pura alusión. Se concreta en lo que no me interesa. Se evade en lo que sí me pesa o llena/crea. Se detiene en nada. Se escapa cuando toca.
Es hueso de idea. Espina sensual. Y a cambio carne de cañón en lo que no importa.
Ha sido demasiado literal, tanto que lo deforma, lo destroza, lo hace severo y muermo. Demasiado fiel. Copia el espíritu, traducido a su rígido modo. Niega el estilo, la libre maña, la maraña astuta. Hermana gemela de Benedetto en el fondo, en la intención. Prima lejana en la forma, en el vivo toqueteo.
Película disléxica, desproporcionadamente nimia, absurdamente absurda, impostadamente despojada. Inane en su afán de inanidad. Tediosa de puro tedio. Huera por vaciarse y no mostrar el vacío, solo el gesto.
No sabe contar el no contar. Es obscena en su pudor. Grosera en su timidez. Rota en su elegancia de renuncia.
Se tomó tan en serio que toda la gracia que tiene se siente cuando no debe.
Un error de pura perfección. Un fallo por acertar tanto. Lo entendió al revés. En lo abstracto, cerebral o expositivo, en la pintura y el sonido, no en su búsqueda que se retuerce con la sabiduría del que sabe tanto que se pierde.
Quiso tanto ser él que fue su enemigo o contrario. Su gran adversario.
Lo mejor es lo que no es. Melodrama, prejuicios o tópicos. Eso no.