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Zama

Drama Narra la historia de Don Diego de Zama, un oficial español del siglo XVII asentado en Asunción que espera su transferencia a Buenos Aires. Es un hombre que espera ser reconocido por sus méritos. Pero en los años de espera pierde todo. Decide atrapar un peligroso bandido y recuperar su nombre... Basada en la novela existencial de Antonio Di Benedetto escrita en 1956. (FILMAFFINITY)
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Críticas 30
Críticas ordenadas por utilidad
21 de noviembre de 2017
50 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ir de resaca un domingo a las once de la noche al cine puede ser una idea genial o el mayor de los desastres. Imagino que, en las épocas en que el cine, igual que la vida, era interesante y se podían ver buenas películas, la mayor parte de las veces el plan acabaría constituyendo una idea genial.
Hoy día, época en la que un incansable batallón de modernos se frotan las manos antes de que cada horterada que rezume mínima señal de trascendencia sea estrenada, para después calificarla de "kafkiana", "minimalista", "necesaria" y otros adjetivos que yo dedicaría a mis testículos, ir al cine en estas condiciones es un ejercicio de supervivencia frente al tedio, que ya está instalado de por sí en nuestras cabezas llenas de vidrio y alfileres desde el primer despertar.
Zama presenta una bonita fotografía, un banda sonora más que aceptable, ciertas escenas de notable sensibilidad y un protagonista que por momentos logra ser carismático, por más que el personaje sea un intendente pajillero de fingido estoicismo. El resto son fuegos artificiales, una pesadilla que intenta emular a Konrad, pero sin producir la más mínima emoción, dificultando enormemente seguir la película y rellena de personajes que no aportan nada significativo a la trama (¿el personaje de Lola Dueñas para qué vale? ya sabíamos que Zama es esclavo de la carne, primero por que todos lo somos y segundo por que ya se ve en la primera escena), que por otra parte, dudo exista, más bien es una sucesión de situaciones, algunas interesantes y bien planteadas, pero que en conjunto son un peñazo. Estoy de acuerdo en que una narración no tenga una trama o argumento definido, que no cuente una historia- o no de la manera lineal que acostumbran a ensayar los narradores-, siempre y cuando se proponga indagar sobre la problemática inherente al ser humano, y demostrarnos que lo que creemos son nuestros más oscuros demonios, son extrapolables a todo quisqui. Se me ocurren Leólo, Dostoyevski, Lynch, Marías...incluso el Gran Lebowski, como humilde sucesión de situaciones que no acaban de conformar una trama coherente, sin ningún tipo de ínfulas de grandeza.
Así las cosas, tenemos narradores lúdicos y problemáticas, y narraciones que responden a estas categorías. Esta no es lúdica, por que no cuenta ninguna historia; pero tampoco es problemática desde mi punto de vista, solo un bodrio grandilocuente, ya que no plantea cuestiones esenciales de la existencia, aunque sí parece en condiciones o con intenciones de hacerlo.
Quizá sea una mala adaptación de un libro que no he leído, ya digo que veo una buena premisa, una buena idea detrás del filme, a la hora de retratar ese paisaje tropical teñido de magia oscura, pero para mí se queda en agua de borrajas. Si algún día en los próximos años estoy sobrio o sin resaca, prometo intentar darle un segundo visionado, no vaya a ser que haya vuelto a mear por fuera. Por otro lado, quizá si eso pasa me mata el síndrome de abstinencia.
eldarto
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11 de octubre de 2017
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sigue la historia de un oficial español llamado Don Diego de Zama que espera su transferencia a Buenos Aires desde la ciudad de Asunción en el Siglo XVII. Este es el puntapié con el que arranca la cuarta película de Lucrecia Martel. En esta ocasión, la salteña plasma su personal visión sobre la novela de Antonio di Benedetto.

Desde antes de su estreno, la cinta ya estaba condenada a ser incomprendida y odiada. Como bien lo dijo la misma directora en una entrevista que ronda por ahí, las series (salvo los animes y la nueva Twin Peaks) se han encargado de malacostumbrar al espectador, terminando con el juego lúdico de la puesta en escena cinematográfica y poniendo todo el foco en el guion. La gente puede aguantar 7 capítulos seguidos de 40 minutos pero no resiste una película de 2 horas. Esto mismo lo vi en mi sala: sólo estábamos yo y una pareja (era tarde y y la función era justo después del partido de la Selección). Cuando faltaba alrededor de media hora para que la película acabase, la pareja se fue.

El espectador que se interese por el CINE (y que probablemente será tachado de snob por los fans de Stranger Things), encontrará en Zama una película con una atmósfera ominosa, que se hace presente en cada plano (una pena que los cines estén pasando copias con el formato inadecuado), en una fotografía impecable, en cada momento cercano al realismo mágico (voces inexplicables, un mueble que se mueve solo) y en cada gesto de Daniel Giménez Cacho.

Es necesario resaltar el trabajo de este actor hispano-mexicano: más de una persona se quejó porque no hay forma de empatizar con el personaje. Un hombre que espera su traslado para reunirse con su familia, que se ve obligado a responder al gobernador y hacer cosas que evidentemente no le interesan (se mueve con pesar en el espacio cinematográfico) con tal de lograr ese fin. ¿No hay forma de empatizar con eso?

Durante la primera parte de la película, más episódica y menos convencional, Martel hace un soberbio juego con el sonido: te mete de lleno en esos paisajes y al mismo tiempo genera tensión. Fauna, gritos, disparos; todo se construye desde el fuera de campo. El tercer acto, muy conradiano, nos acerca a la "barbarie" a la que teme Zama, dejando para el final un enfrentamiento esperado durante toda la película.
Keyser Soze
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7 de febrero de 2018
22 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!"

Versos de Antonio Machado que parecen haber sido escritos para describir la historia del ex corregidor Diego de Zama, héroe de esta película, pero también para algunos espectadores, entre los que me incluyo, desesperados ante la lentitud del desarrollo de la trama, al punto de dudar entre salir de la sala (como hicieron algunos) o quedarse a la espera de algún rayo intempestivo que interrumpiera la morosidad de ritmo (nobleza obliga, al final de la película también alguien aplaudió). Claro, las actuaciones casi teatrales y una copia donde la fotografía en su primera parte (salvo unas pocas escenas) lució oscura tampoco ayudaron. El aburrimiento se apoderó de mi y fue tal la perplejidad que por momentos dudé sobre mi propio criterio para evaluar una película. ¿Estoy ante un ejercicio contracorriente, una obra maestra con todas las letras como me habían anticipado algunos amigos, o es una película estándar con algunos hallazgos como voces fuera de cuadro pero que en general no es ninguna maravilla técnica y además no logra conmoverme en lo más mínimo? ¿Puedo considerar como una gran película aquella que no me provocaba ni una pizca de emoción? Por suerte, en la parte final la cinta recupera algo de ritmo (buena fotografía y montaje en las escenas grabadas en los esteros correntinos), pero salvo esos minutos finales me resultó una película tediosa, con más pretensiones que logros y, tomando en cuenta mis expectativas antes de verla, decepcionante.
A rodar
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15 de agosto de 2018
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las tareas y obligaciones de nuestra rutina cotidiana son tan abundantes y el volumen de estrenos de nuestra cartelera tan ingente que en no pocos ocasiones se nos escapa la posibilidad de ver algunas películas relevantes en la gran pantalla. En esta casa suele sucedernos, desgraciadamente, con el cine latinoamericano. En este caso, de tierras argentinas viene el filme que nos ocupa, que siempre estuvo varado en nuestro radar. En primer lugar supone el regreso al largometraje tras muchos años de la realizadora venerada entre la crítica especializada Lucrecia Martel. Filme que entusiasmó a voces de criterio de nuestra prensa, que gustó en su paso por el Festival de Venecia y el Festival de Sevilla el año pasado, dónde recibió el premio especial del jurado. Nos referimos a Zama, adaptación de la novela de Antonio di Benedetto sobre el oficial Don Diego de Zama. Película que también fue nominada al Goya a Mejor película iberoamericana, y coproducida por El deseo (y con Lola Dueñas en su reparto). Película que no pude encajar en la agenda de estrenos, pero que ansiábamos sacar tiempo para descubrirla. No conocemos la obra de Martel, y el entusiasmo crítico sólo podía despertar nuestra curiosidad. Sus características de estilo nos hicieron aproximarnos a ella con pereza, pero acabamos disfrutándola en el caluroso hogar. Y se trata de un filme muy personal y reconocible, harto curioso, pero notablemente decepcionante. Un relato fílmico de densa atmósfera y peculiar estilo pictórico y literario, pero también confusa y marcadamente tediosa. Una película nada desdeñable ni exenta de interés, pero muy lejos de ser la obra maestra que algunos entusiastas proclamaban. Al menos, no desde nuestros estándares de análisis y comprensión fílmica. Pero dejénnos explicarnos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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31 de diciembre de 2017
11 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estreno de "Zama" en los cines argentinos no es uno del montón; representa el esperado regreso de la directora salteña Lucrecia Martel, tras nueve años de ausencia, desde la presentación de lo que sería su tercera película, "La Mujer sin Cabeza", allá por el 2008. Martel adquirió casi de inmediato el estatus de directora de culto, luego de lo que sería su debut en 2001, con la sobresaliente "La Ciénaga", y que le valió un reconocimiento más que merecido.

En esta ocasión, Lucrecia se anima a adaptar "Zama", la obra de Antonio Di Benedetto, y eso genera cierta expectativa extra. La historia está ambientada en Asunción, en el siglo XVIII y gira en torno al oficial español Don Diego De Zama, quien para poder estar cerca de su familia se mantiene a la espera de un pronto traslado, que parece no llegar nunca. La idea del reconocimiento a su accionar nunca está del todo clara y se percibe al avanzar la película que no está cómodo en su lugar, tampoco siente que sea tenido en cuenta, y el peso de su importancia, así como sus determinaciones, también pasan a ser poco relevantes, más aún con el transcurrir de los acontecimientos. La idea de Martel a la hora de adaptar "Zama" es, claramente, de hacerla suya, de apropiarse de la misma, así poder mediante la misma desarrollar una idea, llevando la historia para dónde crea conveniente; es por eso que pretender que la directora respete puntualmente la obra de Di Benedetto, termina siendo ilógico.

"Zama" no es una película fácil; de hecho termina siendo la cinta más compleja y difícil de contextualizar de la directora salteña. La narración nunca es lineal, optando siempre por el camino menos esperado, generando pausas, y momento de tensión, y hasta de confusión, porque por momentos uno no sabe bien que está presenciando, ni donde está situado. Porque si bien hay factores palpables de sus trabajos anteriores, vinculados a los tiempos que se toma, y a la forma en que se dan los sucesos y brinda información, la aparición de ciertos elementos de índole surrealista (que resultan ocurrentes y simpáticos), quizás no sirvan a la hora de asentar ideas; y también hay que saber comprender que la idea del cine de Martel no radica tanto en explicar, o dar cosas por sentado, sino que se perfila más a lo sensorial y por ende pretende una mayor participación y compromiso del espectador. Desde ya hay una marcada crítica a ciertas costumbres presentes en la etapa del colonialismo, al racismo, a la esclavitud…

Quizás si sea necesario ver, antes o después de la misma, cual es el eje de la realizadora, porque sino la trama de la misma puede tornarse confusa; lo que explica Martel, es que la cinta trata sobre la identidad, sobre esa necesidad tan presente en toda sociedad de ser algo, y las consecuencias negativas cuando uno no tiene claro que es, o cual es su función en un medio. Es como estar en estado vegetativo, en algún punto, y como todo conflicto interno o crisis de identidad, molesta. No obstante, y pese a ser funcional a la hora de instaurar una idea, me parece que termina siendo excesivo el metraje en su totalidad, ya que muchas son las escenas que podrían haber sido cortadas y que terminan agotando al espectador; Lucrecia Martel habla de la espera, la ansiedad y es algo que siempre pone en juego en sus películas, pero a la vez es un punto que tiende a llevar a un extremo y sobre el cual termina abusando.

No se puede dejar de lado todo lo que producción refiere; una fotografía preciosa, encuadres y planos maravillosos, algunos netamente artísticos, un recurso sonoro a la altura, y una puesta en escena inconmensurable. Ciertos momentos del film hacen recordar, inevitablemente, a películas filmadas por Werner Herzog en las décadas del 70′ y 80′, como "Aguirre, la ira de Dios" o "Fitzcarraldo", principalmente por el entorno, paisajes con trasfondo de selva y vinculados a la naturaleza. Las actuaciones están todas en su lugar, desde el protagonista Daniel Gimenez Cacho, hasta Juan Minujín, la siempre apreciable Lola Dueñas o la aparición de Matheus Nachtergaele.
Manuel Esteban
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