Uno que es anti listas de esas que tratan de clasificar y acotar lo mejor de lo mejor o todo lo contrario en cualquier faceta artística, ha de reconocer que la película que nos ocupa se encuentra por derecho propio entre los primeros lugares, si no en el primero, en cuanto a cine se refiere. Nunca la realidad y el lirismo maridaron tan bien de la mano de una imagen portentosa (sobran las palabras) a través de la pura inocencia cinematográfica de un director, un fotógrafo y unos interpretes que obraron el milagro de insuflar vida a unas imágenes en movimiento. Sin apenas guión, apoyándose solo en las ilustraciones de su director sobre la primera novela homónima del escritor bengalí Bibhutibhusan Bandyopadhyay con la cual consiguió fama y prestigio, publicada como serial en 1928 y como novela al año siguiente.

El inexperto Ray se la jugó apostando su propio dinero..., y no fue suficiente. Tuvo que parar tres años el rodaje (afortunadamente los interpretes no cambiaron demasiado) hasta que un tal John Huston " pasaba por allí" y con tan solo ver un fragmento de lo rodado le recomendó en USA y acabó estrenándose en el MOMA de Nueva York con notable éxito. Éxito que convenció al gobierno bengalí que había puesto el resto de la financiación de estrenarla en su propio país, aunque se olvidó hasta la fecha de pagarle un sueldo al director. El resto es leyenda. Ray pudo dedicarse a tiempo completo al cine y acabó por realizar la trilogía de Apu, este niño actor no profesional como todo el elenco que nace en el seno de la pobreza y mira con ojos ávidos todo ese mundo miserable y al mismo tiempo fascinante que le rodea. La película se constituye en el paradigma, en el arquetipo perfecto de toda la pobreza y la desigualdad social del mundo, de cualquier época y país. Y al mismo tiempo de la belleza y la vida que palpita en lo más insignificante y por lo que merece la pena vivir.

Cada uno de los personajes de esta familia y los que le rodena juegan el mismo rol de arquetipos sobre las esencias humanas sin renunciar a su propia individualidad. La abuela es impagable y sobre todo, a mi juicio el autentico centro de esta primera entrega de la vida de Apu, su hermana Durga. La joven Uma Dasgupta es todo un hallazgo. Nunca volvió a aparecer en la pantalla. Casi como si el personaje que interpreta la hubiera consumido al mismo tiempo que inmortalizado. Dijo Ray que Renoir y De Sica fueron sus referentes en este neorealismo indú. Casi nada. CINE con mayúsculas, donde cada plano va directo al alma de espectador.

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