Ya se sabe que en los tiempos que corren si no haces cine de superhéroes no eres nadie en la industria. Son tendencia. Y como si fuera uno de sus superpoderes tienen la capacidad de llegar a todas partes. Ahora toca el terror. Un terror un poco de serie B, aunque la serie B ha dado grandes títulos en la historia del cine, y un poco de peli para televisión donde el director Yarovesky viene trabajando. En este su segundo film ha sido elegido por la saga familiar de los Gunn que producen y guionizan para darle una vuelta de tuerca a los orígenes de Superman, creando su reverso maligno. DC se ha cabreado pero "ajo y agua".

El asunto entretiene y la premisa inicial promete e inquieta, bien interpretada por el elenco. Pero en su segunda mitad los clichés del género de terror se apoderan de la cinta y la cosa deviene en algo mucho menos interesante y convencional y Yarovesky acaba a la postre por entregarnos un piloto de lo que podría devenir en una serie televisiva o una trilogía o cualquier cosa que siga estirando el asunto de cara a la taquilla. Por otro lado el escaso presupuesto se nota en la puesta en escena. Siempre podemos agarrarnos al amor maternal al que dice rendir homenaje el director y a fantasear con la metáfora de que en la era Trump este es el Superman que corresponde.

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