Con HBO no se juega. Eso debió decirse Lindelof para ponerse las pilas con "Leftovers" y ahora con "Watchmen". Lo de "Lost" para ABC, con todos los respetos a la cadena y a las virtudes que las tiene una serie que más allá de su tomadura de pelo marcó un antes y un después en la ficción televisiva. Las señas de identidad de Lindelof, de este Lindelof ya estaban ahí como un borrador en espera de que alguien como HBO encauzara su talento.

El riesgo de meterse con el cómic de culto de "superhéroes" que crearon Alan Moore y David Gibbon, entintada por John Higgins en el 86 y 87 para DC era un riesgo. El cine lo intentó en el 2009 de la mano de Zack Snyder sin que la cosa acabara de cuajar. Era complicado. La obra de Moore es complicada. Tanto como un Lindelof que para mayor inri decidió dejar al original en paz en su gloria y destilar su esencia, llevarla al siglo XXI y contarnos una nueva historia adaptada a los nuevos tiempos y formatos televisivos. El resultado ha sido gozoso y notable.

He de reconocer que el primer capítulo de los 9 que componen la entrega  no me gustó; a partir del segundo me enganché. La sobresaliente calidad en lo formal y los "trucos" de magia y suspense marca Lindelof empezaron a funcionar en una historia que si bien en su conjunto mantiene las señas de identidad del género sobre todo en su parte final no escatima la carga social y el drama generacional  mezclado con el entretenimiento creando un universo propio tan desconcertante como reconocible que merece ser ampliado y que acaba imponiéndose a un elenco actoral coral que funciona en cuanto a piezas del engranaje de dicho universo.

No es, como se ha escrito, ni lo pretende llegar a las alturas de "Los Soprano" o "The Wire", pero ha encontrado su propio  espacio para brillar con luz propia.

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