No vengo con ganas de polemizar: es obvio que The Simpsons debió acabar hace unos cuantos años.
¿Desmerece la mediocridad de las últimas propuestas lo logrado anteriormente?. En mi opinión no, porque el bloque coherente conformado por las temporadas 2 a 9 (aprox.) es la TV más inteligente y elegante jamás emitida. Aunque vivimos en una Edad de Oro de las series televisivas, ningún guión superará jamás a éstos por conseguir que en apenas 20 minutos se sucedan tal cantidad de gags brillantes, frases para la posteridad y personajes inimitables. Y es que si hubiera que definir The Simpsons en una sola frase, yo diría que han sido coger la cultura popular del siglo XX, digerirla y regurgitar algo con sentido. Da lo mismo que sean los EE.UU, porque sus reflexiones son universales, y tienen la increible virtud de envolver un profundo sarcasmo y un mensaje bastante inquietante con una capa de elegancia nunca superada: ni un chiste grosero, ni una pincelada fuera del cuadro. Todos los habitantes de Springfield forman parte de mi legado cultural, y los delirios de Homer afloran a mi boca una y otra vez. Mi gratitud no conoce límites.