Manolo Caro, el controversial personaje —que ha conseguido notoriedad suficiente dentro la farándula mexicana— por entregas ataviadas de suficiente parafernalia y de pretensiones sin contundencia argumental, retorna con un miniserial hispano-mexicano de escasas posibilidades al momento de escudriñar su trama, estructura y trasfondo.

Ubicada en un contexto franquista, Gabino (Speitzer) ha regresado de una larga estadía en México a España, donde su familia lo recibe con ciertas reservas y a las que se planteará desafiar. En compañía de Lázaro, comenzarán a inmiscuirse en un círculo social bastante conservador en el que va reluciendo la doble moral del comunal, su intolerancia y la radicalidad ante una serie de entendidos asumidos como hechos.

En «Alguien tiene que morir», de pronto se percibe una falta de profundidad y estudio del contexto opresivo franquista, que evita ser analizado al enfocarse en una maraña familiar de situaciones poco claras y de suma superficialidad a la hora de desarrollarles una psicología acorde a tiempo y espacios. Lo anterior se vislumbra como el irremediable melodrama con el que el director suele flirtear y con artificios almodovarianos se somete a una implacable crítica una y otra vez.

Manolo Caro se perpetra extraviado, sin poder concluir un proyecto redondo, de coherencia argumental vacilante, que emplea todo tipo de recursos que atenúen sus carencias y estudios al momento de recrear y adaptar sucesos en momentos históricos de una época lastímosa en el país ibérico.