Aparte del título de esta película, el cuál es auto explicativo, y es en el que está inmerso Michael Douglas a lo largo de la misma; David Fincher juega a otro con el espectador y, efectivamente, lo hace de maravilla. Un juego de anticipación, curiosidad e impredecibilidad.

La gran virtud de "The Game" es el gran entretenimiento que surge del ansia por saber qué sucederá en la siguiente secuencia, por ver cómo reaccionará el protagonista y qué consecuencias psicológicas supondrán para él. Esto se produce por ciertos elementos que funcionan de una forma óptima bajo la batuta del director estadounidense. Partiendo de un guión sólido y gracias a un gran cuidado técnico no sólo palpable en las contadas escenas de acción, sino también en el diseño de escenarios e iluminación; se consigue que encajen las piezas del juego.

Pero un juego no destacaría sin un gran jugador, rol que recae en el magnífico Douglas. Aunque no sea apreciable de una forma muy evidente, su personaje sufre un gran evolución, partiendo de un ricachón borde y seco para acabar siendo un tipo con una actitud muy distinta. Por tanto, no se engañen, esta cinta no es sólo una trama de intriga con algunas explosiones, sino con cierta profundidad, como demuestra la singular secuencia inicial.

La resolución del film contiene un par de vueltas de tuerca que sacian las necesidades de conocimiento que se han ido creando a lo largo de las dos horas de metraje.

En definitiva, a pesar de ser una de las películas menos conocidas de Fincher, "The Game" no tiene nada que envidiar al resto. Se trata de una obra fenomenalmente telegrafiada con un argumento muy homogéneo. Así que solo tienen que sentarse y animarse a participar en el juego.