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España España · Mexico
Voto de Alfie:
6
Documental Mientras que los Estados Unidos continúa construyendo una barda entre si mismo y México, ¿Cuál es el camino a mi casa? muestra el aspecto personal de la migración a través de los ojos de los niños que enfrentan con valor y habilidad los terribles peligros para alcanzar su meta de llegar a los Estado Unidos. (FILMAFFINITY)
27 de febrero de 2019
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Principios del siglo XIX: comienzan los procesos de independencia de los territorios hispanoamericanos. Los virreinatos se atomizan dando lugar a países soberanos que duran hasta nuestros días. Dos siglos después son suficientes para poder sacar conclusiones del antes y el después. Por ejemplo: el Virreinato de Nueva España, que acaparaba América Central, el Caribe, México y gran parte del oeste y medio oeste de lo que hoy es Estados Unidos, y que se estableció durante casi trescientos años (1535-1821), fue, durante su pertenencia a la Corona Española, el paradigma de progreso económico y desarrollo institucional siendo además ejemplo de fusión cultural y racial nunca antes visto en la historia de la humanidad. Fueron, además, tres siglos de paz y de ausencia práctica de conflictos internos y que sirvieron para hacer de esa parte del mundo y en ese momento de la historia un lugar único donde los niveles de calidad de vida (medidos por los índices habituales relativos a la educación, alimentación, esperanza de vida, condiciones laborales, etc.) eran muy superiores a los europeos, asiáticos o, por supuesto, las pequeñas colonias anglosajonas de la costa este que, a duras penas, lograban salir adelante sin comerse unos a otros. Pero hoy, hoy la historia es muy diferente.

Y de esto va el documental. Al menos, si nos paramos a hacer un análisis más profundo de la crisis migratoria que denuncia esta producción personificada en unos cuantos niños centroamericanos y cuyas desventuras a lo largo del territorio del antiguo virreinato te empujan a la reflexión. Cómo un territorio unificado y pujante en lo económico, social y cultural se ha descompuesto, en el peor de los sentidos, en mil pedazos. Por qué esas colonias anglosajonas pobres, abandonadas y sin futuro se han convertido en el país más poderoso del mundo. Por qué los países surgidos de los procesos de independencia han perdido buena parte de su orden social y poder territorial (México entregó casi la mitad de su territorio a Estados Unidos). Cuál es el motivo de la existencia de una barrera, física y psicológica, de más de tres mil kilómetros, que separa el “primer mundo” del “tercer mundo”. Y por qué este “tercer mundo” se ha convertido en eso, en estados fallidos, corruptos, con datos de violencia y criminalidad inasumibles y donde sus habitantes, los antiguos hijos aventajados y consentidos del Virreinato, se juegan la vida en busca de algo de lo que eran herederos y que unos cuantos se lo han usurpado. Esos mismos que han vendido sus recursos al mejor postor anglosajón, que han entregado mediante actos de felonía sus territorios, sus riquezas, su soberanía. Los libertadores.

Como conocedor profundo de esta parte del mundo, de su historia, de la frontera, de sus conflictos y sus fobias, de sus costumbres, de su organización e idiosincrasia, solo puedo decir (y así lo hago con ellos también) que les han engañado, les han traicionado y les han robado una de las mejores herencias que nadie les pudo dejar. Territorios vastos, recursos inimaginables y un patrimonio con una riqueza sin parangón. Gentes amables y cercanas, nuestra sangre, a los que unos pocos los han llevado a vivir en un lugar donde las instituciones están secuestradas, la autoridad sustraída y el estado de derecho prácticamente desaparecido. Probablemente nadie les explicará a esos niños que, unas cuantas generaciones atrás, no habrían tenido que subirse a un tren y sufrir penurias, accidentes, asaltos, violaciones y un sinfín de actos execrables, para intentar llegar a un sitio que antes era suyo y en busca de algo que antes sí tenían. Porque estoy seguro de que sí así fuera, estos niños peregrinarían a las estatuas, dispersadas a lo largo de toda la Hispanoamérica, de los Hidalgos, Bolívares y Sanmartines a pedirles explicaciones y espetarles sin rubor algunos “pinches vatos, nos prometieron libertad y aquí nos vemos, bien madreados mientras ustedes y sus hijos se están echando una vida bien cabrona”. Historia.
Alfie
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