No tima a nadie, su trama es muy simple y hasta exagerada: el rock se "moría" porque el pop se lo "comía con ketchup y patatas" y un grupo de fanáticos -sin nada mejor que hacer- lo salvará rockeando. El villano es una mujer malvada y despechada que intentará detenerlos, y como aliciente hallamos la típica historia de amor -descaradamente artificial y superficial-. Los personajes son tan extremos e "ingenuos" -lo de Giamatti robando a Baldwin en un contrato de "palabra" es de chiste- que actúan como cartoons, no siguen las reglas y sólo conocen pocos sentimientos, así que o están tristes o felices, sin término medio.

Como musical funciona casi tan bien como "Grease" (Randal Kleiser, 1978), en un par de años debería consagrarse como un musical referente del rock ochentero, sin pretender contar la gran historia rescata algunas de las mejores canciones que marcaron al género y las coloca a disposición de muy buenas coreografías.

Lo curioso es que a pesar a la simpleza y planicie del guión, en el fondo esconde un halo de soledad que pese a su festivo final de alguna manera muestra que nadie duerme más solo que una estrella, ese es el precio que se paga para mantenerse como el número uno. Es una pena que su humor cachondo la embarre tanto, escenas como el "I wanna know what love is" o el amor gay están absolutamente pasadas de rosca, muy bien coreografiadas, pero son tan poco serias que te terminan causando gracia.

El montaje es muy bueno, al principio quizá peque de frenético pero en general está muy logrado, no es fácil montar musicales y menos cuando hay coreografías muy dinámicas, lo único que le facilita son los casos en donde los personajes cantan en escenarios separados. De todos modos la mezcla de sonido es sensacional y muy compleja, han montado dos canciones juntas y tan diferentes como "Heaven" (Warrant) y "More than words" (Extreme) y las hacen sonar como si fuera una sola.

La dirección del elenco es histriónica -por ponerle un adjetivo-, el director los incita a sobreactuar, algo que va de la mano con esos momentos de humor cachondo que perjudican al film. Al que le queda mejor es a Cruise que interpreta a la estrella de rock a punto de acabarse, Akerman se defiende muy bien en su rol de reportera sexy que se come la pantalla en el baile de "I wanna know what love is" -más allá de lo ridícula que es la escena desde el punto de vista narrativo-, y Zeta Jones hace lo suyo como la frígida resentida. El resto correctos, cantando zafan todos, incluso los que no cantan habitualmente.

Lo mejor: la mezcla de sonido.
Lo peor: un guión blandito y su sentido del humor que no le conviene.