Es obvio que esta película es un clásico del cine de acción ochentero. Tiene varios chistes entretenidos, un prólogo que nos permite entender lo que ocurre, una acción adrenalínica con un héroe que sufre las consecuencias de ser herido en batalla, y, por supuesto, un villano inolvidable.

Pero la cuestión interesante es el desprecio que este film posee hacia dos sectores: la prensa amarillista y las autoridades policiales. Lo de la prensa es evidente, los periodistas explotando a los hijos de Willis y Bedelia en plena Noche Buena (esta historia seguirá en la secuela en el avión) y las estupideces que dicen al aire como el "Síndrome de Helsinki". Pero lo de la policía es algo más llamativo, Willis es policía pero es actuando "fuera de servicio" (¿y fuera de la ley?) que hace su labor heroica, el «comic relief» es el único poli que le cree a Willis pero trabaja de oficinista luego de un suceso desafortunado, es decir, los que están a cargo de la seguridad son todos unos papanatas inservibles.

En fin, película divertidísima, con todos los ingredientes (inclusive Navidad) que te hace pasar un rato formidable, te hace reír, te hace llorar (?), y además tiene anexos interesantes producto de un guion escrito con profundidad narrativa y psicológica, dentro de lo permitido por el género.