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Voto de Chris Jiménez:
7
Ciencia ficción. Acción Un peligroso asesino llamado Simon Phoenix es congelado en una cárcel criógena. Años después despierta en una ciudad sin ley y con una sociedad llena de criminales, donde nadie puede evitar que cometa sus acciones favoritas. Solo Spartan, el policía que lo detuvo en 1996, y congelado por un crimen que no cometió, puede acabar con él... (FILMAFFINITY)
8 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sociedad adormecida, se ha erradicado la violencia, reina una calma basada en el respeto mutuo, la estricta contención de los auténticos sentimientos, entre espacios limpios, lejos de cualquier vicio o pecado, mientras la tecnología ha mejorado la comunicación.

Por eso este film me produce un gran rechazo, porque aquel mundo obsesivamente aséptico, terriblemente frío, falsamente dichoso...¡es en el que ahora vivimos!; sin las connotaciones tan futuristas hay una similitud del 70 o tal vez el 80% entre nuestra sociedad y la imaginada por Peter Lenkov hace 36 años. Qué asco, qué pena y qué visionario; un aficionado, Nostradamus. También sin habilidades especiales podemos ver que "Demolition Man" es de esos proyectos que tardaron mucho tiempo en gestarse, y cuando por fin sucedió hubo de pasar por un proceso arduo y largo de formación.
Y así fue, entre mil reescrituras de un guión que nunca ofrecía una buena versión final, el peligroso aumento del presupuesto, la metedura de pata de Joel Silver al usar, por consejo de David Fincher, al inexperto Marco Brambilla (entonces director de populares anuncios, hoy reconocido artista experimental), los accidentes climáticos durante el rodaje...por suerte Sylvester Stallone y Wesley Snipes, héroe y villano respectivamente, no llevaron las cosas a peor con las típicas batallas de egos. Era el ambiente caótico perfecto para imaginar el prólogo con el que nos engaña el guión...

Fred Dekker fue el culpable de esto y no se lo perdono, porque pocas cosas detesto más en una película que una introducción interesante cuyos personajes me presentan efusivamente y de repente es cortada para reaparecer en otro lugar y otra época tras una gran elipsis. "Demolition Man" empieza como el clásico "techno-thriller" de los '90 y nos explota en plena cara con secuencias que podría haber filmado el mejor John Woo; Stallone es Stallone y Snipes aparece hasta arriba de cocaína, "exploitation" en su más pura esencia con algún aire de cómic, Brambilla entiende la pirotecnia y la fuerza de la imagen.
Los protagonistas son dos dibujos animados o dos estereotipos de la acción. Pero cuando se mete de por medio el asunto de la criogenización (un sistema contra el crimen demasiado caro para el Estado, una imbecilidad total) esto va más allá de lo que podría aguantar...sin embargo aquí emerge el genio de Daniel Waters, quien va a embellecer las cosas alrededor de la premisa más vieja del género (el poli duro se retira, el villano es encarcelado, pasa el tiempo, el villano se fuga o lo sueltan por algún motivo, el poli duro debe volver a perseguirlo) y a raíz de la misma idea de "Soldado Universal", estrenada sólo un año antes.

Y así Hollywood nos regala una de las sátiras más ingeniosas, afiladas y perversamente visionarias de la Historia del cine, tanto que sorprende que no sea Roger Corman uno de los productores. Aun sin ser muy original, ya que otra fuente bien apreciable para la trama es la de "El Dormilón", donde Allen parodiaba a H.G. Wells y Aldous Huxley; la parodia es la misma, pero desde el prisma del "thriller" de los '90. Ahora, la sombra de lo que una vez fue aquella violenta sociedad norteamericana vuelve para destruir la armonía de un mundo perfecto, encerrado en su ignorante aceptación del control, o para hacerla despertar a base de ostias y explosiones.
El efecto es un terriblemente entretenido pasatiempo. Stallone y Snipes no sólo parodian con gusto los arquetipos del cine de acción que han estado interpretando, sino que toda la película se burla del exceso y el sinsentido de dicho cine, al tiempo que lo celebra con nostalgia, como si la violencia fuese inherente al espíritu americano, una necesidad, un símbolo, a través del irritante personaje de esa Sandra Bullock que fue la sustituta de una actriz anterior despedida. Pero aquí todo es irritante, la corrección política, la ausencia de comunicación física, la asunción de una detestable arrogancia por vivir en una sociedad civilizada, la prohibición de absolutamente todo tipo de placeres o de prácticas tabú...

Es más irritante por las comparaciones que surgen entre lo aquí inventado (o reciclado) con la sociedad de hoy día, siendo ya la tecnología parte de nuestra vida privada, evitando el contacto por las recientes pandemias, reprimiendo las opiniones personales debido a las reacciones defensivas de quienes las oyen. La visión de Lenkov y Waters es un ataque directo a la aceptación de un conservadurismo extremo, sin saber aún que en nuestro mundo la prohibición más grande viene precisamente desde el otro lado. Pero ya lo vaticinaban estos genios...aunque sin originalidad.
Porque el de Cocteau no es un poder distinto del de todos los líderes de anteriores sociedades utópicas/distópicas de la ficción, donde, por supuesto, debe existir otra sociedad oculta, la clásica "resistencia" que se opone al control, si bien aquí no funcionan como tal (a lo sumo un par de actos vandálicos) y resultan ridículos. Los clichés se cuentan por cientos, la habilidad del guión para burlarse de ellos es la clave aquí, por encima de tanta palabrota, persecución, destrucción a gran escala, chistes de "backlot" de Hollywood (los ataques a Schwarzenegger de su querido amigo Stallone, impagables) e intensos cara a cara entre el héroe y el villano, cuyo final ya sabemos cuál es desde que empezó la película.

Brambilla, quien no tardó en abandonar la industria del cine por eso, porque le parecía una mera industria, logra un trabajo sofisticado y vibrante, a la altura del mejor Tony Scott, y donde el ritmo ni abruma por su rapidez ni resulta pesado (se nota la mano de Stuart Baird en el montaje).
Los protagonistas no pasan de la caricatura, pero son tan inverosímilmente anacrónicos en esta sociedad futura que todo se convierte en un deleite de la comedia burda. Sólo me asalta una duda (y no relacionada con las conchas): en un mundo tan perfecto, limpio y tranquilo...¿por qué siguen existiendo policías? No consigo entenderlo.
Chris Jiménez
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