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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Comedia El mal estudiante Sally Pinkus es expulsado del colegio. Consigue empleo en una zapatería, pero su carácter enamoradizo hace que lo echen. Obtiene un nuevo trabajo en otra zapatería y allí, aprovechándose de las debilidades de su jefe, le quita a una clienta rica y se establece por su cuenta. (FILMAFFINITY)
10 de julio de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las apariencias engañan. ¡Cuántos muchachos lucen de gran aspecto, sensatos, disciplinados, excelentes estudiantes, sumisos ante sus padres y cualquier adulto… y todo el mundo confía en que van a ser personas con un gran futuro! Pero de repente, bueno, no pueden con las tentaciones… y ya ustedes saben las tristes historias que pasan y creo que es mejor no recordarlas.

En cambio, ¡cuántos picarillos que han sido subestimados por todos, considerados unos haraganes (pero así expresan su rebeldía); unos incompetentes (porque no les ha llegado lo suyo); y de quienes se afirma que no van a servir para nada en la vida (es muy fácil prejuzgar y sirve de auto-consuelo)… De repente encuentran a alguien que confíe en ellos (un tío, un amigo, un transeúnte…), y de la noche a la mañana una luz brilla en sus cabecitas y terminan convertidos en personas exitosas como nadie lo esperaba!

Sally Pinkus, es de esta suerte de chicos… y por él nadie daba tampoco un peso. De la escuela lo echaron por sus llegadas tarde, porque se mofaba de los chicos, y porque sus notas andaban como la temperatura del polo norte... todas bajo cero. De su primer empleo también lo echarían, pero luego... eso tienen que verlo en “EL PALACIO DE CALZADO PINKUS”, uno de los primeros filmes que hiciera el alemán, Ernst Lubitsch, pocos años antes de demostrar que, además de ser un desenfadado comediante, también era un gran director.

Se puede contar este filme entre sus ejercicios de aprendizaje, pero tiene su encanto. Y de nuevo, Lubitsch nos deja ver que sus afanes como director iban muy en serio, que tenía talento para rato, y que estar tras las cámaras como delante de ellas, le daba seguridad y le permitía ir sabiendo lo preciso de ambos oficios. ¿Por qué se decantaría luego solo por la dirección? Quizás tuvo que ver con su aspecto físico que poco le daba para ser galán y no conjugaba con las historias que le encargaban o que él quería contar; y también porque ya bastante tenía con ser director, sobre todo para alguien como él que hacía las cosas con absoluto respeto por el concepto Arte.

“EL PALACIO DE CALZADO PINKUS”, deja bien claro que no se puede subestimar a nadie y que vale más buscar (y confiar) en los potenciales que cada persona tiene, porque en el fondo, alguien que crea en nosotros es lo que todos estamos necesitando.

¡Ah, Lubitsch, de veras me simpatizas!
Luis Guillermo Cardona
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