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Voto de LibertyVallance:
5
Thriller. Acción. Drama Yuri Orlov, un traficante de armas ruso, recorre los países en guerra intentando eludir no sólo la persecución de un implacable agente de la Interpol, sino también la de sus rivales en el negocio e incluso la de alguno de sus clientes, todos ellos importantes dictadores. (FILMAFFINITY)
20 de febrero de 2007
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Niccol se mira demasiado al espejo, y se gusta a sí mismo más de la cuenta, mientras escribe y filma su película. El resultado es que su (muy buena, incluso encomiable) intención: hablarnos del tráfico de armas y las guerras en África y otros continentes, denunciar la barbarie capitalista de los niños-soldado, gritar contra los vampiros que se enriquecen con este baño de sangre en que se ha convertido el planeta, y hacerlo rompiendo esquemas: desde la mirada sarcástica de uno de esos criminales y con un lenguaje que sorprenda e impacte al espectador, va perdiendo fuerza justamente a medida que debería incrementarla.

Desde los imaginativos, muy sugerentes, títulos de crédito iniciales El Señor de la Guerra -que empieza gustando bastante- recuerda a esas personas que ,demasiado preocupadas por gustar y gustar seiempre, acaban gustando menos o incluso cansando. Es de agradecer que Niccol se aparte de los caminos trillados del thriller más o menos correctamente rodado pero sin riesgos, con unas gotitas de denuncia social (pero sólo unas gotitas) y moraleja -por supuesto polìticamente correcta- final (Cine sin nicotina) para apostar por soluciones más arriesgadas. Pero el exceso de fuegos artificiales y piruetas verbales y visuales buscando epatar acaban transformándose en su contrario. Más que encandilar acaban distanciando, hundiendo a la película en una sucesión de planos y situaciones que ,si tomadas aisladamente en algunos casos resultan interesantes, como conjunto no consiguen funcionar.

Lo mismo ocurre con el tono sarcástico que Niccol imprime al personaje de Cage. No es que el humor sarcástico no sirva para tratar temas tan graves y duros como los que elige Niccol, hay numerosos ejemplos (y muy buenos) que demuestran todo lo contrario pero hasta el esperpento tiene sus leyes. Y este esperpento que es El Señor de la Guerra se estropea cuando Niccol se toma demasiado en serio a sí mismo e intanta que además de una sonrisa distanciada y una mueca indignada sus marionetas despierten nuestra piedad y dolor.

Para que este triple salto mortal artístico en que se ha metido funcione y la historia se necesita talento y un trabajo de alta precisión: planificación para encauzar la inspiración, autocontención, sentido de la proporción...Cualidades todas ellas que esta película no derrocha precisamente. Sin ellas las buenas inenciones formales y morales del autor se estrellan contra el pavimento de la incredulidad y el escepticismo del espectador.
LibertyVallance
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