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Críticas de LibertyVallance
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
9
6 de marzo de 2007
71 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunos de los mejores momentos de ese genio absoluto del cine llamado John Ford se encuentran en las que ,a menudo injustamente, son consideradas obras menores suyas. En teoría Wagon Master pertenece a ese grupo. Sin embargo, en esta película -como en "No eran imprescindibles", "The rising of the moon" y tantas otras de sus obras menos conocidas- encontramos mucho del Ford más libre y genuino.

Película de argumento leve, casi anecdótico, Ford se siente en su salsa filmándola, y se nota. La pantalla se va llenando de profundidades y matices inesperados; los gestos, el trabajo, la cotidaneidad imprsionante de esa caravana de colonos en lucha contra la naturaleza y los mil peligros que les amenazan se convierte en epopeya de la lucha del ser humano por superarse y encontrarse.

La cámara de Ford huye de lo obvio y se recrea allí donde una mirada mediocre no encontraría nada salvo polvo y cactus. Con la verdad de un documental y el arte de un drama, Ford sabe descubrir en un cubo de agua, una rueda que se rompe, una tormenta o una estampida, amor, dolor, ilusiones y sueños. Pasiones profundamente humanas.

Petróleo artístico construido con sedimentos de gestos y miradas.

La capacidad de Ford para captar un punto de vista y su contrario en la misma historia y saber mostar los dos sin traicionar ninguno y no traicionarse tambièn está presente en Wagon Master. Como en La Diligencia, Fort Apache y otras muchas. Los indios. Demonios, enemigos, seres humanos. Demasiado humanos.

La cámara de Ford siempre baila y canta. Y lo hace como nadie. Con los colonos blancos, con los indios, hasta con los forajidos más detestables. Ford construye a partir de detalles tan pequeños como inesperados poemas de un plano, o una mirada, sobre la solidaridad y la convivencia humana. Y sobre lo teriblemente difícil que resultar alcanzar ambas.

Ford ,al que no se le conoce ninguna gran comedia ni musical, filma como nadie el humor, las canciones y los bailes, construyendo musicales y comedias tan imposibles como fugaces en medio de la historia más dramática.

Ford libre para hacer lo que le da la gana. Gran cine disfrazado de modestia que hay que disfrutar como los vinos muy especiales. Además de con buen paladar, con paciencia y sin prejuicios, ni prisas, ni móviles sonando ni ruidos. Dejándose llevar por cada escena y cada movimiento de cámara.
LibertyVallance
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9
25 de febrero de 2007
63 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ken Loach representa una voz única e imprescindible en el cine actual. En su última película vuelve al mejor Loach para construir una historia compleja, exacta y valiente acerca del conflicto irlandés.

Loach sitúa la acción de la historia en un momento decisivo: el incremento de las tensiones sociles y nacionales en 1920 y 1921 que desemboca en la firma del Tratado de partición de Irlanda y la creación del (así llamado) "Estado Libre Irlndés" en el sur de la isla. Con pulso firme, un estudio concienzudo y comprometido del tema, y mimando al mismo tiempo el crecimiento dramático de los personajes, su verdad y vida propia, Loach construye un relato imprescindible para conocer de dónde viene -y deducir hacia dónde va, a pesar de toda la propaganda imperialista- este conflicto creado por el imperialismo británico y que ha ocasionado decenas de miles de muertos durante las últimas décadas.

Loach denuncia sin concesiones de ningún tipo la brutal represión del imperialismo británico, muestra las contradicciones de clase (así como en cuanto a los métodos y perspectivas) que existían (y siguen existiendo) en el movimiento de liberación irlandés y deja que la cámara capte con absoluto realismo (en el mejor sentido de la palabra) y sin ninguna concesión a la galería (ni mucho menos al pensamiento único dominante) el desarrollo de esas contradicciones.

Pero lo más importante es que ese enfrentamiento interno, hermanos contra hermanos, vecinos contra vecinos, que Loach nos cuenta, no está construido arbitrariamente sino que brota como una necesidad de la evolución dramática de cada personaje. No es cierto, profetas de la neutralidad que nunca es neutral sino mentirosa, que Loach nos imponga lo que piensa; hay varias vocs en la película pero evidentemente Loach no es neutral y queda claro cuál es la voz que llega a su corazón y cuál la que , como a nosotros, nos hace cerrar los puños de indignación. Tampoco es cierta la acusación de que Loach no expresa sentimientos humanos. No hy arquetipos sino seres humanos en esta película. Y , por otra parte, ¿Qué sentimiento humano más profundo que el amor a la humanidad , a la libertad (tanto individual como de todo un pueblo), a la justicia y a la verdad?

El edificio de "El viento que agita la cebada" es muy complejo desde el punto de vista cinematográfico. Debe combinar verdad histórica, cinematográfica y sentimental, construir una historia contracorriente y lograr que todos los personajes sean creíbles, y hacer todo eso deforma que parezca sencilla para que la esencia social que intenta mostrar no quede sepultada bajo los fuegos artificiales de las virtudes formales (que son indudables). Lo que en sí mismo exige un gran talento cinematográfico y capacidad técnica. Que Loach derrocha, aunque otros presuman de ella.
LibertyVallance
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5
25 de febrero de 2007
61 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
"El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente", dijo alguien. La corrupción moral, polìtica y social que representan la tiranía y la autocracia ha servido para producir magníficas novelas, obras de teatro y ,por supuesto, tambièn grandes películas.

En sus primeros veinte o treinta minutos "El último rey de Escocia" parece que puede convertirse en una interesante película acerca de la figura del sangriento dictador Idi Amín Dadá, quien gobernó Uganda con mano de hierro durante los años 70. Amín fue llevado al poder por el imperailismo británico para mejor controlar el país, acabar con el desprestigiado gobierno del dictador anterior -Obote- y evitar la amenaza de una insurrección liderada por los comunistas.

La primera parte de la película se mueve en terrenos muy sugerentes y parece apuntar alto: se muestran sin subrayar todos esos elementos: la demagogia populista de Amín, su utilización por los británicos y al mismo tiempo el primer esbozo de sus contradicciones con ellos; al mismo tiempo las contradicciones de su torturada psicología y su extraña relación con el Dr. Carrigan, joven médico escocés a través de cuyos ojos alucinados seguimos la historia.

Sin embargo, en mi opinión la película acaba resultando fallida por dos lados diferentes. El primero es que renuncia a entrar con la profundida, complejidad y riesgo que exigiría el tema en las contradicciones de Amín, su personalidad, orígenes sociales, etc. Todo esto está simplemente esbozado y ni siquiera la excepcional interpretación de Forrest Whitaker evita que pasemos de ver a un personaje patético, inquietante, que salta de una especie de exuberancia e inocencia infantil a los crímenes más horrendos y la tiranía más sobrecogedora. Pero la película abandona la lucha por entrar en el alma de ese personaje y opta por la solución , en mi opinión más fácil (y menos atractiva artísticamente) que es hablarnos de cómo el joven y supuestamente inenuo doctor escocés va descubriendo el rostro de la barbarie bajo la exuberancia tanto de África como del Presidente Amín.

Este es el segundo aspecto en que para mi falla la película. Simplemente no me creo ese pasar de puntillas del Dr. Carrigan por el horror de una de las dictaduras más brutales de la época. Tampoco me creo demasiado todos esos hilos sentimentales sin atar que va dejando la película entorno a ese doctor.

Lastrada por estos dos fallos graves la película va perdiendo alcance dramático y profundidad y lo único que la mantiene a flote en su recta final es el thriller que encierra dentro, la intriga de qué pasará, y la extraordinaria interpretación de Whitaker que se echa la película al hombro cada vez que sale en pantalla y se encarga de intentar concentrar en su rostro y sus gestos toda esa barbarie y contradicciones que la historia nos dice que hay en su personaje pero ni el guión ni la dirección consiguen extraer.
LibertyVallance
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10
31 de enero de 2008
43 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que sigo sin tener muy claro cuál de esos capullos fue el que me mandó al otro barrio. Pero, puestos a palmarla, que al menos la historia sea buena y esté contada con la grandeza y el talento del que siempre hace gala el viejo John Ford. “Imprime la leyenda, imprime la leyenda”...!Cabronazo¡

El comandante Ford, entrado ya en los 60, pasa revista con los ojos bien abiertos a dos de sus grandes pasiones: los mitos del western y la democracia americana. Y lo hace no desde su mirada habitual sino a través de la pupila de un Jimmy Stewart de vuelta de todo y un tanto cansado. Primer acierto de la película: Stewart, que no era de los habituales de Ford, representaba como nadie al americano medio. Es a través de su mirada resabiada, ambigua y un tanto escéptica que decide mirar Ford. Y lanzar sus dardos.

El salvaje Oeste, con sus sheriffs, indios, pistoleros, su lucha descarnada por la supervivencia, tiroteos y cabelleras despellejadas; una vez cumplido su rol histórico de abrir paso al naciente capitalismo yanqui, retira al séptimo de cabellería y entrega las llaves de la ciudad a la división de poderes, las elecciones, la Constitución, la Cámara de Representantes y la Quinta Enmienda. Al menos eso es lo que cuentan.

“Imprime la leyenda”. Sin duda, Ford fue uno de los que con más hermosas palabras e imágenes la imprimieron. Sin embargo, con el paso del tiempo, el sueño americano se ve algo menos lustroso y más arrugado que en sus años mozos de Lincolns, Jeffersons y promesas.

El comandante Ford paladea su penúltimo whisky, se sienta tranquilamente en la mecedora y pasa su mirada de viejo, sincero y (quizá) también algo cansado patriota americano por su sueño. Sin renunciar a ninguna de sus viejas ideas pero levantando acta de su erosión y miserias. Recitando igual de deslumbrante que siempre su poema de planos pero sin ocultar ninguna estridencia.

Y su cámara de artista honesto dibuja un relato claroscuro, de sueños y contradicciones, de mitos y vidas impostadas que el autor, al mismo tiempo que explica y adorna, denuncia. Aproximación al western crepuscular cuando nada insinúa el crepúsculo del western.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
LibertyVallance
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9
13 de marzo de 2007
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ford, que luchó en la Segunda Guerra Mundial y ha construido grandes obras maestras sobre la vida militar (desde "Cuna de Héroes" hasta una buena parte de sus western) sólo dirigió un film bélico: este particular monumento al soldado desconocido. Y lo hace desviando el objetivo de su cámara en cada momento precisamente de donde se supone que debemos mirar, de las grandes gestas épicas a las que Hollywood nos tiene acostumbrados y enfocando precisamente allí donde menos pasa. Declaración de principios. Experimento que en otro sería recordado y analizado pero que en un director considerado comercial, un "profesional" y no "un autor", pasa desapercibido.

La absurda historia de amor que la productora exige meter con calzador en la historia es zanjada sin contemplaciones. Hay algo de protesta en ese liquidarla en unos pocos minutos y como quien cumple (con disciplina militar) una orden absurda. Y ,sin embargo, el talento de Ford es tanto que hasta ese pegote sentimental al que le obligan tiene algo diferente.

Toda la historia, las vidas de esos soldados anónimos que se dedican a manejar y reparar pequeñas lanchas, el desarrollo posterior de la guerra en el Pacífico y todo lo que eso implica para el futuro de la guerra en su conjunto, las medallas de los generales y sus sonrisas, dependen de esa batalla que Ford -incatalogable y complejo patriota americano- decide contarnos en elipsis.

Ni un sólo plano de ese heroísmo. Los héroes de Ford en esta historia son otros. Y ,despreciando el espectáculo, "derrocha" su talento descomunal para la composición de planos y la puesta en escena filmando con mimo la reparación de una lancha cuyo motor no arranca. La vida gris, cotidiana, de unos soldados cuya labor nunca pasará a la historia; que son prescindibles para todos menos para ellos mismos.

Ford elige contar lo que nunca se cuenta acerca de aquellos de los que siempre se prescinde y logra una especie de estremecimiento extraño, gris también, cotidiano; porque, sin que se subraye ni se repita, tanto los personajes como nosotros sabemos que esa monotonía esconde en realidad una agonía; que esos soldados desconocidos y prescindibles serán sacrificados, y sólo les quedará su monumento algún día en algún sitio.

Cuando su biógrafo Lindsay Anderson dijo a Ford que ésta era una de las obras del genio irlandés que más le gustaban Ford dijo que no recordaba de qué película se trataba. ¿Clásica travesura fordiana o es que realmente consideraba a esta película tan prescindible como la guerra a sus protagonistas? Pocos días después le mandó una nota escueta: "Por cierto, he visto esa película y sí, no quedó nada mal". O algo así.

Ford, soldado desconocido.
LibertyVallance
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