Con los personajes principales ya presentados, la secuela tuvo la oportunidad de dar más espacio al súper gracioso Chucky de Brad Dourif, haciendo de esta no sólo una película de terror, sino una especie de comedia negra. Y se beneficia mucho de ello.

Las escenas con Chucky son igual de buenas, pero el escenario mejora. En esta, el pobre Andy ya ni siquiera cuenta con el apoyo de la madre. La frágil situación de su reciente familia adoptiva crea un ambiente perfecto para demostrar la absoluta soledad que siente el chico. Sin la madre, la ayuda para luchar contra Chucky proviene de la hermana adoptiva adolescente, gentil y madura, en una caracterización muy diferente (y más respetuosa) de la que generalmente obtienen los personajes de esa edad en películas de género.

Las actuaciones son más parejas también. Alex Vincent mejora mucho, además del perfecto Dourif como Chucky y Christine Elise como la hermana. El resto del reparto está muy bien en los roles más pequeños. Como estructura e historia, la película es prácticamente igual a la primera, pero todo está elevado, incluyendo la banda sonora. A veces más, es mejor, como en esta secuela.