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España España · Málaga
Voto de Lukas:
6
Drama Julia, una joven de 22 años y madre de dos niños, se enamora de Óscar, un chico conflictivo con el que comienza una relación. A medida que pasan tiempo juntos, Julia empezará a plantearse si Óscar es la persona que realmente necesita a su lado, lo que la llevará a iniciar un viaje personal en busca de su felicidad y la de su familia.
8 de febrero de 2023
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de su artificiosa Petra, Jaime Rosales vuelve con esta historia de lo más natural, en la que cuenta un fragmento de vida, la de su joven protagonista, Julia. Es curioso que tres de las más recientes cintas españolas tengan como protagonista a una chica joven (Cinco lobitos, La consagración de la primavera, y ésta), algo que no sé si obedece a una cierta tendencia, o es simple casualidad. Y chicas jóvenes en apuros, ya sea por la maternidad inminente, por el inicio de su etapa adulta y todo lo que ello conlleva, o, como aquí, con todos los problemas posibles y alguno más... La cosa es que Rosales, que empezó tan bien en Las horas del día, se ha ido enredando poco a poco en historias formales, algo pedantes, lejos del naturalismo reinante en el cine patrio. Aquí, parece que por fin oye la señal de la sirena y, junto a la guionista Bárbara Díez, construye una historia sencilla, en tres partes, para ofrecernos un retrato de cierta juventud actual.

De esas tres partes, tituladas con los nombres de los hombres de su vida, la primera es sin duda la mejor, con diferencia. ¿Por qué? pues porque el actor Oriol Pla, que da vida a Óscar, es el único de los tres capaz de plantar cara, en lo que se refiere a interpretación, a la gran Anna Castillo, que literalmente se come la pantalla, con su presencia. Pero es que no sólo es eso, sino que cuando aparece Óscar, el personaje devora a Julia, Anna Castillo, como el espectador fácilmente comprueba. Esto llega a su clímax en la secuencia de la discoteca, que se anuncia minutos antes con la música máquina, de ellos dos arreglándose para la ocasión. Es en esos minutos gloriosos que la pantalla se enciende, y Oriol Pla demuestra que es un actor como la copa de un pino, igual que sus compañera de reparto. Es verdad que aquí, igual que en otras secuencias está un pelín sobreactuado, pero qué quieres, su personaje es así, un fenómeno del tatuaje, un broncas, un tipo peligroso y seductor a partes iguales, que embauca a una pobre infeliz como Julia. Toda esa primera parte echa chispas, y eso es lo que uno quiere, un poco de fuerza expresiva, de tensión.

Por desgracia, a partir de "Marcos", la cosa decae, y cómo. Ese viaje a Melilla, fuera ya de la península ibérica, es como un viaje que echa al espectador, lo arrincona, y desde ese rinconcillo observa el ir y venir de esta desgraciada y sus dos críos. A partir de esa parte, ya todo se viene abajo. El actor que da vida a este hombre, padre de los chiquillos (Quim Ávila) no está a la altura de Oriol Pla, ni mucho menos. Ya nos da igual, que se haga cargo de los niños, que quiera a la madre o no. El sueño ronda cerca. Es posible que uno se duerma, incluso. Cuando despierta, ella ya está con Álex (Lluís Marqués), y ahí sigue, tratando de recomponer su vida, sin mucho éxito. Parece que su sino es tropezar siempre con la misma piedra, con hombres que no valen mucho, hombres en falta (pero bueno, ella tampoco es un modelo de mujer, precisamente). Toda esta parte tampoco interesa mucho, porque vemos a la Castillo igual de aguerrida y perdida que siempre, pero el tipo es un cero a la izquierda. Así, por mucho que suene Triana (buena elección musical, le pega a esta gente), el espectador sigue ahí, en su rincón, preguntándose: y bueno, ¿y a mí qué?

Por cierto, los créditos del comienzo y del final, diseñados por Manuel Estrada, muy buenos.
Lukas
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