Así no hay manera de arreglar el paro. Meten a un tío en un cajón y ruedan una película de hora y media. Me habían insistido tanto en que había un final impactante e inesperado que imaginé todo tipo de cosas, desde que todo era una broma a que los secuestradores eran unos extraterrestres verdosos con trompetillas, pasando por la clásica pesadilla, la pantomima televisiva, la típica cámara indiscreta, la paradoja de que los malos fueran los de la CIA, etc. Tanto elucubré que el verdadero desenlace no me pareció para tanto. Pero ya digo que el fallo fue mío. Si aún estuviéramos en la época de los cineforums se podría sacar bastante punta a la cosa: desprecio por la clase obrera, soledad del ciudadano anónimo ante los poderes de uno y otro lado, reflexión sobre los motivos del terrorismo internacional... Dado que eso ya no se lleva, nos quedamos con una película hecha con lo mínimo, en que se consigue que la historia funcione. No es moco de pavo conseguirlo con un móvil, un mechero y una culebra como único atrezzo.