Hay películas en las que inevitablemente vas atando cabos durante su visionado, acabando por descubrir desde los minutos iniciales el misterio que con más o menos empeño han intentado ocultarte director y guionista. En algunas ocasiones ocurre que tus deducciones resultan ser acertadas y que la cinta es tan previsible que te parece imposible que alguien pudiera concebir un argumento tan flojo. Saber lo que va a ocurrir a continuación tras una escena no significa que seas muy inteligente. Significa que la película es muy mala.


Este es el caso de la cinta de Rowan Joffe a la que no salva ni la aparición estelar de actores de la talla de Nicole Kidman o Colin Firth. De hecho, si no fuera por su aparición (y aun con ella), esta película podría haber pasado perfectamente por uno de esos bodrios de sobremesa con los que acostumbra a hacernos dormir antena 3 durante los fines de semana. Toda una pena, porque la premisa inicial era bastante prometedora. Sin embargo, su argumento acaba convertido en un despropósito enorme que se ve conducido al fracaso más absoluto gracias a un guion lleno de agujeros negros e incoherencias de tan grande magnitud que ni pueden ni deben ser ignoradas.