La mejor película de terror de todas las que produjo la Universal en esa época fue La novia de Frankenstein. Secuela de la exitosa El doctor Frankenstein, la película fue otro gran éxito de público y crítica que la consideró incluso mejor que la original. Y es que una vez desaparecido el efecto sorpresa de ver a la aterradora criatura, la historia gira en torno a la personalidad del monstruo, que aparece retratado como un ser vulnerable e inocente con los sentimientos propios de una persona normal pero que, incomprendido, repudiado y utilizado, termina mostrando su lado más cruel. De alguna manera la audiencia simpatiza con Frankenstein y se pone de su parte disculpado su lado violento cuando comprueba que lo único que busca es más gente como el. Una compañera por ejemplo. Para ello se deja engatusar por el astuto y taimado Doctor Pretorius quien se ofrece para ayudarle.

La introducción del personaje de Pretorius hace que la historia gane en interés al tratarse de un villano que contrasta con la ingenuidad de la criatura o la maldad atenuada del Doctor Frankenstein.

El personaje del monje ciego es también digno de elogio porque representa la paradoja que supone que un invidente se convierta en el mejor amigo del monstruo. Él no le juzga por su repulsivo aspecto sino al contrario, se muestra de lo más hospitalario, porque como el monstruo, se siente terriblemente solo y aislado.

También llama la atención ver a Frankenstein hablando, de esta manera comprobamos que no es solo un ser brutal y primitivo sino un proyecto de persona fallida pero con sus sentimientos y emociones.

La película también gana en espectacularidad al mostrar el proceso de reanimación con sofisticados aparatos y efectos especiales, pero sobre todo lo más memorable es el final con la aparición estelar de la novia.