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Voto de Sergio Berbel:
10
8,0
168.070
Drama
Después de haber entrenado y representado a los mejores púgiles, Frankie Dunn (Eastwood) regenta un gimnasio con la ayuda de Scrap (Freeman), un ex-boxeador que es además su único amigo. Frankie es un hombre solitario y adusto que se refugia desde hace años en la religión buscando una redención que no llega. Un día, entra en su gimnasio Maggie Fitzgerald (Swank), una voluntariosa chica que quiere boxear y que está dispuesta a luchar ... [+]
17 de febrero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me interesa el cine que trata el boxeo porque no me interesa un ¿deporte? consistente en golpear a otra persona hasta que caiga al suelo y no pueda levantarse. Nada puede ser más contrario a mi forma de entender el mundo y la vida. Pero, claro, el género tiene dos excepciones que confirman la regla, dos obras maestras que hay que ver de rodillas: “Toro salvaje” de Martin Scorsese y “Million Dollar Baby” de Clint Eastwood.
Si bien la primera citada es más apabullante desde el punto de vista visual, la segunda es más profunda y emocionante porque utiliza el boxeo como el mero cauce de transmisión para abordar algunas encrucijadas vitales fundamentales, especialmente fijando su vista en las relaciones paterno-filiales. Y lo hace con una seriedad, rigor y profundidad insuperables. “Million Dollar Baby” es un templo del cine contemporáneo, una de esas obras maestras consecutivas que Clint Eastwood supo facturar una tras otra entre la década de 1990 y la de 2000.
Estamos ante una lección magistral de cine sobre boxeo con una creación de ambientes y un saber rodar planos en torno al cuadrilátero absolutamente insuperable. La maestría del mejor Clint Eastwood se desparrama dentro y fuera del ring. Pero la historia de una chica joven que quiere prosperar en el mundo del boxeo es lo de menos cuando de lo que trata el perfecto guión de Paul Haggis es de mostrarte la necesidad de tener un padre y que ello viene a coincidir con la necesidad de serlo que tiene su entrenador. Clint Eastwood es esa alma en pena que perdió a su familia por vaya usted a saber por qué y que encuentra en el personaje de Hilary Swank justo lo que necesitaba y que su propia familia no quiere darle. Son dos almas solitarias que se adoptan como padre e hija creando una de las relaciones paterno-filiales más emocionantes que recuerdo. Da igual que ella sea mujer y que tenga 31 años, motivos por los que es rechazada por el entrenador de inicio, da igual todo porque son dos personajes a la deriva que están condenados a encontrarse.
La interpretación de Hilary Swank tiene pocos precedentes. Ella sostiene íntegramente la película con una solvencia que corta la respiración, en las duras y en las maduras, está siempre perfecta. Ganó el Oscar a la Mejor Actriz en la edición de 2004 con todo merecimiento y sin discusión, como lo hicieron la propia cinta como Mejor Película, Clint Eastwood como Mejor Director y un portentoso Morgan Freeman como Actor Secundario encarnando al ayudante en el gimnasio del personaje de Clint Eastwood, sencillamente colosal como el bueno de Morgan lo está siempre.
Mención aparte merece el exquisito tema musical que suena de fondo durante buena parte del metraje y que está compuesto por el propio Clint Eastwood, así como la dirección de fotografía de Tom Stern.
Si bien la primera citada es más apabullante desde el punto de vista visual, la segunda es más profunda y emocionante porque utiliza el boxeo como el mero cauce de transmisión para abordar algunas encrucijadas vitales fundamentales, especialmente fijando su vista en las relaciones paterno-filiales. Y lo hace con una seriedad, rigor y profundidad insuperables. “Million Dollar Baby” es un templo del cine contemporáneo, una de esas obras maestras consecutivas que Clint Eastwood supo facturar una tras otra entre la década de 1990 y la de 2000.
Estamos ante una lección magistral de cine sobre boxeo con una creación de ambientes y un saber rodar planos en torno al cuadrilátero absolutamente insuperable. La maestría del mejor Clint Eastwood se desparrama dentro y fuera del ring. Pero la historia de una chica joven que quiere prosperar en el mundo del boxeo es lo de menos cuando de lo que trata el perfecto guión de Paul Haggis es de mostrarte la necesidad de tener un padre y que ello viene a coincidir con la necesidad de serlo que tiene su entrenador. Clint Eastwood es esa alma en pena que perdió a su familia por vaya usted a saber por qué y que encuentra en el personaje de Hilary Swank justo lo que necesitaba y que su propia familia no quiere darle. Son dos almas solitarias que se adoptan como padre e hija creando una de las relaciones paterno-filiales más emocionantes que recuerdo. Da igual que ella sea mujer y que tenga 31 años, motivos por los que es rechazada por el entrenador de inicio, da igual todo porque son dos personajes a la deriva que están condenados a encontrarse.
La interpretación de Hilary Swank tiene pocos precedentes. Ella sostiene íntegramente la película con una solvencia que corta la respiración, en las duras y en las maduras, está siempre perfecta. Ganó el Oscar a la Mejor Actriz en la edición de 2004 con todo merecimiento y sin discusión, como lo hicieron la propia cinta como Mejor Película, Clint Eastwood como Mejor Director y un portentoso Morgan Freeman como Actor Secundario encarnando al ayudante en el gimnasio del personaje de Clint Eastwood, sencillamente colosal como el bueno de Morgan lo está siempre.
Mención aparte merece el exquisito tema musical que suena de fondo durante buena parte del metraje y que está compuesto por el propio Clint Eastwood, así como la dirección de fotografía de Tom Stern.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sus últimos 40 minutos son tan dolorosos como lúcidos, tan duros como necesarios, tan capaces de encogerte el alma como de anegar tus ojos de lágrimas. Sus últimos 40 minutos son cine en estado puro. Cuando todo el dramatismo que rodea a la eutanasia se despliega, lo hace de forma tan seria y rigurosa, que corta la respiración del espectador más templado.
Pero, cuando la tragedia se cierne sobre ellos, entonces es cuando el film adquiere peso moral y nos pone en la más terrible de las encrucijadas posibles, la que deriva de la necesidad de la eutanasia, que debería ser uno de los derechos más fundamentales del ser humano con tanta intensidad como debería estar proscrito y perseguido el encarnizamiento terapéutico. Son magistrales todas y cada una de las conversaciones que tienen el personaje de Clint Eastwood con el párroco del barrio, llenas de lucidez cínica y necesaria, momentos magistrales.
Pero, cuando la tragedia se cierne sobre ellos, entonces es cuando el film adquiere peso moral y nos pone en la más terrible de las encrucijadas posibles, la que deriva de la necesidad de la eutanasia, que debería ser uno de los derechos más fundamentales del ser humano con tanta intensidad como debería estar proscrito y perseguido el encarnizamiento terapéutico. Son magistrales todas y cada una de las conversaciones que tienen el personaje de Clint Eastwood con el párroco del barrio, llenas de lucidez cínica y necesaria, momentos magistrales.