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Voto de Sergio Berbel:
9
Drama En plena postguerra, Pepita (María León), una joven cordobesa, abandona su aldea y viaja a Madrid para estar cerca de su hermana Hortensia (Inma Cuesta) que está embarazada y en prisión. Una vez en la capital, se enamora de Paulino (Marc Clotet), un valenciano de familia burguesa que sigue luchando en las montañas de la sierra de Madrid. (FILMAFFINITY)
1 de octubre de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La voz dormida” fue la gran obra maestra literaria de Dulce Chacón que se convirtió por derecho propio y de forma instantánea en una novela imprescindible para acercarse a la postguerra y todo lo que significó vivirla para la gente humilde que se vio atrapada por las necesidades económicas y el hambre por un lado y por las infamias políticas por el otro. Para los que estamos precisamente en estos momentos enfrascados en la creación de una novela de postguerra después de la experiencia de mi colección de relatos (sí, una más, lo siento, pero creo que siempre resulta imprescindible y prometo que desde una visión novedosa),es importante comprobar la sabia y cuidada adaptación cinematográfica del texto literario por parte del cineasta andaluz Benito Zambrano, autor de momentos épicos de nuestro cine como “Solas” o “Intemperie”. Y todo ello cargado de sencillez, humildad y falta de pretensiones, porque precisamente con esas mimbres es con las que consigue armar un cesto inolvidable.

Con un estilo simple y sin alharacas, Zambrano tiene que hacer un esfuerzo de síntesis de la novela original que necesariamente corta algunos perfiles de los personajes y, sobre todo, no profundiza en el colectivo de presas políticas y sus redes de solidaridad, quizás lo más apasionante del original literario, pero en cambio sabe escarbar en nuestras emociones y ponerlas en carne viva en determinados fragmentos muy gráficos respecto a las torturas policiales de la época y de la dureza de un régimen que no tuvo ni la menor piedad con los vencidos. No consistía en redimirlos o convertirlos, sino en aniquilarlos sin que temblara el pulso, hacerlos desaparecer de la faz de la Tierra para siempre.

Es una cinta sobre los que no tienen nada para entregar un cine honesto y pegado a la tierra, señas de identidad propias de este cineasta, a la causa del silencio de las mujeres durante la dictadura franquista y, muy especialmente, de las mujeres encarceladas por rojas en condiciones infrahumanas. Mujeres recluidas por sus ideas políticas, tan torturadas o más que los hombres sin haber recibido los mismos honores por ello hasta el momento, ejecutadas sin poder despedirse de los suyos y sin piedad alguna, estirando una guerra que parecía no acabar nunca, o quizás es que no vaya a finalizar jamás.

Mujeres humilladas constantemente y teniendo que aprender a gestionar el dolor mucho mejor de lo que lo lograban los hombres, tan combatientes como ellos y en muchas más trincheras a golpe de coraje sacado de dentro y solidaridad femenina como única forma de subsistencia cuando todo lo demás había fallado.

La desmemoria es infinita en este país, y no es casual ni inocente, es profundamente premeditada. Por eso somos los que nos sentamos a escribir o los genios que ruedan buen cine como en el caso de Benito Zambrano los que estamos llamados a poner nuestra garganta a disposición de esa voz dormida que necesita ser rescatada para saber que la guerra es la máquina más diabólica jamás inventada por el ser humano con la única finalidad de que los pobres se maten entre sí para preservar los privilegios y las riquezas de los que lo tienen y lo controlan todo, como siempre fue y será.

Pero lo peor de nuestra experiencia histórica reciente no fue la Guerra Civil. Lo más dantesco y apocalíptico vino después del 1 de Abril de 1939, cuando el régimen triunfante decidió aniquilar a conciencia cualquier tipo de oposición o contestación interna de la manera más salvaje posible para que sirviera de escarmiento a la sociedad. “La voz dormida” nos cuenta que lo sufrió toda la población en general pero con un mayor ensañamiento con las mujeres en particular. Una guerra sórdida y silente que fue erradicando uno por uno a todo elemento subversivo o que pudiera parecerlo.

Los métodos fueron fundamentalmente físicos, pero Dulce Chacón en su novela y Benito Zambrano en su fidedigna traslación al cine dirigen sabiamente su mirada hacia los procedimientos psicológicos, inoculando en la población la dosis de terror suficiente para engendrar una capa de miedo tan densa que nadie pudiera escapar de ella ni plantearse el movimiento bajo ningún concepto. Y fue con este segundo método con el que Franco se impuso socialmente.

“La voz dormida” es una película basada en una novela coral y, lógicamente, tiene que prescindir de elementos colaterales y centrarse en las dos hermanas protagonistas del film, interpretadas soberbia y magistralmente por Inma Cuesta y María León. Su metraje nos permite bucear en un conjunto de mujeres republicanas encarceladas y de todo lo que les pasa a ellas y a sus allegados, de cómo todo evoluciona a peor, de cómo se sienten desamparadas por las potencias democráticas europeas cuando las dejan tiradas, de cómo sus historias de amor son cercenadas por la fuerza, de cómo pierden el contacto con sus hijos o directamente a sus propios hijos asesinados. Mujeres que eran personas de carne y hueso, que se llamaban Hortensia, Reme, Tomasa...

Pero también quieren mirar a mujeres como Pepita (el personaje de María León), apolítica por definición y vocación y que acaba enredada en la “causa” por cuestiones meramente familiares que la llevan a entender que es imposible mantenerse al margen del temporal cuando arrecia contra los tuyos.

Mujeres que lo han perdido todo, que sólo les resta la dignidad, que no están dispuestas a perder bajo ningún concepto. Y, por encima de todo, flota una preciosa e inolvidable nana andaluza sobre el metraje de la película que mereció, como no podría ser de otra forma, el Goya a la Mejor Canción en su edición de 2011.
Sergio Berbel
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