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España España · Madrid
Voto de Charles:
6
Fantástico. Terror. Drama La misteriosa y adinerada Ana (Marjorie Estiano) contrata a Clara (Isabel Zuaa), una solitaria enfermera que vive a las afueras de São Paulo, para ser la niñera de su hijo aún no nacido. Conforme el embarazo va avanzando, Ana comienza a presentar comportamientos cada vez más extraños, y siniestros hábitos nocturnos que afectan directamente a Clara. (FILMAFFINITY)
23 de marzo de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una entrevista de trabajo inmisericorde abre la historia de Clara.
Es el momento de la verdad, la definitiva escalada del abismo, la posibilidad de que contemplen todo lo que tú eres y decidan darte la bendición de ganarte la vida: a ella se le nota en la mirada que no es mucho, y tiembla ante la posibilidad de que su futura empleadora lo averigue.
Por suerte, por un acto fortuito que nada tiene que ver con sus mentiras, Clara consigue el trabajo, y empieza su tormento de tener algo propio a lo que agarrarse cuando no tiene nada.

‘As Boas Maneiras’ no abandona nunca ese sentimiento desgarrado, a flor de piel, que sabe a necesidad y abandono, y habla sobre personas (o seres) viviendo completamente al margen de lo que deberían ser.
Clara pasa a ser la criada de Ana, una privilegiada embarazada próxima al parto, y pronto se da cuenta de que ambas viven en la oscuridad social, sobreviviendo siempre que tienen que hacerlo, pero sin una cara amable que las quiera en algún lugar.
Es entonces cuando, en las altas horas de la madrugada, la dueña de la casa empieza a dejarse llevar por episodios violentos, salvajes y lujuriosos que se extinguen con la primera luz del día, y dejan desconcertada a una criada que, a las malas, se conforma con esa pobre y corrupta compañía.

Consciente de su naturaleza destructiva, pero incapaz de pararla.
Asustada de su apetito voraz, pero necesitada de que alguien la toque, la quiera y la acaricie, aunque sea en una pesadilla incierta.
La historia entonces, sin desvelar mucho, se divide en dos partes diferenciadas, con esa percepción del amor en el centro, bajo la cual Clara sobrevive, obligada a afrontar pérdidas dolorosas y renuncias calladas, porque tiene claro que ha elegido un camino, el único que le quedaba, y no se le puede dar la espalda a lo que te llama.

Soportamos de todo por el ¿amor? que nos dan, porque generalmente es el único que tenemos.
Y no hay nada de malo en eso, a no ser que sea el no corresponderlo.
Porque todos no dejamos de ser criaturas en esta vida, necesitadas de algo, ansiosas de placer propio, obligadas a ocultarlo por el qué dirán, cuando en verdad es sólo en esa sinceridad animal donde encontramos razones para afrontar cualquier dura realidad.

En esta fábula iluminada a las frías luces nocturnas de São Paulo, contada entre nanas callejeras y pinturas fluorescentes, hay una licantropía inusual, que enternece y apena por muy bestial que se llegue a mostrar.
Y creo sinceramente que eso es porque, contra el mundo, siempre habrá refugio en el amor que hayas podido dar.

Una verdad que, más o menos, todos nos hemos podido encontrar.
Charles
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