Los buenos modales

As boas maneiras está bien, va de más a menos, me ha sorprendido especialmente su primera parte donde la mezcla de géneros funciona y resulta creíble, pierde fuerza en su tramo final más explícito y demasiado largo.

La mezcla de critica social, miedos, maternidad dentro de un genero fantástico funciona perfectamente gracias a las interpretaciones de las dos protagonistas, especialmente de Isabél Zuaa. En esa primera hora logra un nivel notable y, a pesar de que arriesga en determinados momentos, no pierde fuerza.

En la segunda parte tiende más hacia la serie B y pierde parte de la credibilidad que se gana a pulso en el inicio. Con 30 minutos menos, de ese tramo final, la película resultaría notable. Es una pena que deje una sensación de oportunidad perdida.

El conjunto no es tan bueno como podría ser pero merece la pena.

El cine es maravilloso. Que a estas alturas, tras decenas de miles de horas de celuloide contempladas (a veces disfrutadas, a veces soportadas...), siga habiendo películas -a las que me enfrento no sabiendo muy bien qué voy a ver, e incluso con cierto escepticismo- que sean capaces de sorprenderme a medida que la narración avanza, me fascina y reafirma en mi amor por este maravilloso invento de hace 125 años, donde abunda la convención -narrativa, temática y estilística- (al margen de ser buen cine o no; o gustar o no) pero donde también existen aun caminos semiinexplorados, o cuanto menos tratamientos frescos, originales y valientes.

Esta grata sensación he tenido con esta obra de una pareja de cineastas brasileños desconocidos por mi (compruebo su todavía corta filmografía, que buscaré), que contando una ya de por sí curiosísima historia de licantropía infantil, se atreven a mezclarla -y tan desacomplejadamente- con cine social, drama maternofilial, aura fantasmagórico, cine "infantil" adulto, romance lésbico y hasta con toques puntuales de musical melódico. Y todo ello con "boas maneiras", efectivamente.

Siempre ha habido en el cuento una tendencia a jugar con la dimensionalidad —tanto de personajes y objetos como de lugares—, reforzando así el aspecto fabulador e ilusorio que constituye, precisamente, un tono adecuado para este tipo de relatos. Marco Dutra y Juliana Rojas, que vuelven a unirse tras su debut con la estimulante Trabalhar cansa —aunque ambos habían seguido sendas paralelas en solitario hasta el momento—, representan esa tendencia a través de la cual complementar un universo sirviéndose de los espacios y escenarios que rigen su obra. Así, y más allá de la naturaleza del propio relato implementado en As boas maneiras, encontramos en cada uno de los parajes concurridos por los protagonistas una extraña fisonomía que reafirma la consecución de un fantástico que muta en torno a otras necesidades; entre ellas, se encuentra la del reflejo de una crónica que busca cimentar sus fundamentos en un insólito arco de realidad que se forja con sutileza durante sus primeros compases para desembocar en un trayecto del que se deducen las líneas centrales del film.

Aquello que ambos cineastas vertebran como una fábula, se mueve de este modo en un término donde colindan fantástico y terror dando pie a una composición que se va afianzando con el paso de los minutos; y es que, si bien en un primer momento se muestra cercana a un terreno a través del que destapar su esencia con un tono sutil, que va dejando en la superficie suficientes indicios acerca de la mirada de Dutra y Rojas, no será hasta su ecuador cuando As boas maneiras rompa definitivamente con ese cine vaporoso ya desarrollado en Trabalhar cansa, que aquí vuelve, por momentos, a extender su virtud. Lo que, sin embargo, podría resultar además de una ruptura en cierto modo coherente, la banalización de una perspectiva que se había mostrado tan sugerente hasta el momento, deviene en una fascinante modulación a partir de la cual desarrollar los que, en un final, devendrán en ejes del film. Es mediante esa exposición en torno a lo terrenal confrontada con su enigmático arranque, donde As boas maneiras se siente del todo libre para manifestar un carácter abiertamente onírico y, con ello, abrir una veta que refleja tanto la ternura de un relato donde el amor de una madre se asienta en las mismas entrañas del film, como el romanticismo implícito de los cineastas no sólo tras su propia historia, también derivada de la admiración hacia un género que Dutra y Rojas demuestran saber mimar y conocer.

As boas maneiras desvela una condición de cuento que se impulsa, pues, tanto en las propiedades de su relato como en las claves genéricas que lo sostienen y avivan con constancia. Desde los escenarios —la ya mentada dimensionalidad, su trabajo cromático (destacan esos exteriores que fortalecen aún más, si cabe, sus matices oníricos)—, pasando por una visión tradicional —con la aparición de ese animatrónic, pese a algún momento de naïf 3D hacia su final—, hasta su amalgama temática —más allá del amor de madre, la búsqueda de unas raíces que desvelen la propia idiosincrasia—, exploran las posibilidades de un universo cuya traslación cinematográfica suele ser común, anodina. No es, no obstante, el hecho de desobedecer la senda establecida aquello que dota de cierta personalidad al trabajo de los brasileños, sino más bien su mirada romántica la que termina siendo capaz de enamorar al espectador, tanto por el empuje de un fabuloso relato, como por el entusiasmo vertido en todos y cada uno de sus gestos.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito

Para empezar, si quieres hacerte una idea de lo que es esta película, intenta hacer un smoothie de estas 3: “El curioso caso de Benjamin Button, “La caperucita roja” y “12 años de esclavitud”.
Imagínate un recién nacido con la misma fealdad que nuestro querido Button, con el exceso de vello facial de la abuela “sustituta” de Caperucita, y con esos detalles de “12 años de esclavitud”, esa monotonía de vida que se solucionaría con un buen disparo, ahorrando probemas posteriores.

Dejando de lado las manías anteriores, no quitemos el elemento de fábula que intenta crear la película. Hay elementos clave como las evoluciones internas, los instintos maternales, así como los instintos sociales por parte del niño de tener una vida “más libre” (menos limitada). Te presenta la dificultad de coexistir con un “homini lupus” en una sociedad en su edad temprana. A la mierd* “Crepúsculo”, lo difícil es vivir en sociedad y no en una cabaña al lado del lago. A eso me refiero.
-¡Oh, Joel, qué barba tan prematura tienes!

Seguro que acaba sacando un tema a lo Nicky Jam o Daddy Yankee, ¡ya tú sabeh!

Por lo referente a la actuación: correcta. Los menores fallan en ciertos aspectos, pero por lo general bien.
La película se podría haber recortado un poco; para mi gusto se hace larga sin justificación racional.

Tras una historia disfuncional y diferente, onírica y fantasmagórica, hay una retahíla de tramas intensas y con poso. La subyugación e incomprensión maternal, la distinción de clases, los dramas personales exacerbados... todo con un envoltorio y reglas fílmicas acordes a un producto estándar... nada de diferenciación por género. Llevar la tónica del drama a una película de género es un punto a favor de la creatividad de sus directores. Partiendo de un guion dividido en dos partes marcadamente diferenciadas, con temas y tramas diferentes, vemos como la unión de esas partes hace un todo complejo, intenso, con toques viscerales y acción diversificada. Vemos unos matices en su fotografía que distancian la intensidad de las historias, vemos cómo la luz va ganando terreno cuando el intencionadamente oculto tema principal sale a la luz, cuan mito de la caverna vemos que la oscuridad se mantiene pero en distinción de momentos. Aún así le sobran metraje y el tempo va perdiendo fuelle llegando a resentirse el producto final.