El duo Jason Reitman y la sobrevalorada Diablo Cody, ya me obligaron a una mueca de nausea en su participación en Juno. Las buenas críticas a Charlize Theron -actriz que sí me gusta- me obligaban a ver si era cierto que aquí realizaba su mejor papel desde Monster. En cantidad de metraje sí, en calidad del personaje, no.
No es de recibo el prólogo en el que se nos presenta a esta treintaysieteañera infantiloide. Ni el resto de la trama en el que vamos descubriendo a una caprichosa, con la autoestima muy alta y auténtica hija de ****, que no avanza ni un ápice en su personalidad durante las pequeñas vacaciones que se toma para conseguir recuperar una idea del amor de juventud.
No es creíble que Charlize Theron entre en uno de esos bares llenos de hombres, vestida para matar y recompuesta cada día en salones de belleza, y ni un solo tío vire la cabeza para contemplarla. Ni siquiera el soso de su exnovio, demasiado centrado en su paternidad. No es el alcohol lo que hace perder la noción de realidad a este personaje, sino el exceso de laca; y solamente el demasiadas veces fortuito, amigo feo del colegio ejerce en ella el papel de Sancho Panza para que deje de ver gigantes donde hay molinos de viento.