El mero hecho de que no sea puramente de ciencia ficción no la hace mala de por sí. Esto no es “Gravity” ni “Interstellar”. Se trata de un thriller de espacio cerrado y pocos personajes.
Habría dado más o menos igual que fuera en una cabaña o en un bote a la deriva. Y ese no es el problema de base, salvo que uno esté esperando otra cosa con más acción o fantasía.
Aquí lo que falla es un guion torpe y mal desarrollado, con un reparto que no sabe ganarse el sueldo ni en los momentos más dramáticos. Anna Kendrick, además, tiene aquí una voz de doblaje al castellano que deja un poco que desear.
El film no explota adecuadamente la tensión de la situación que plantea, de manera que apenas hay emoción o secuencias que aumenten su pobre interés.
En lugar de eso, optan por el drama, pero sin que la película sea capaz, debido a su lentísimo ritmo, de que uno empatice y se meta en el pellejo de estos astronautas. A veces he pensado que se llegaría a poner medianamente interesante, pero va a ser que no. Solo encontramos diálogos flojos y bastante tedio en un argumento sin gas que viene a engordar el catálogo de Netflix, que objetivamente tiene muchos más bodrios que buenos títulos.
Ni siquiera tiene el trasfondo filosófico de las películas del espacio. Simplemente es aburrida, y no hay mucho más que decir.
Como diría “Tapón” de “Indiana Jones y el templo maldito”, ver a estos astronautas llorando y haciendo su trabajo, es “no mucho divertido”.