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Reino Unido Reino Unido · Birmingham
Voto de Peaky Boy:
7
Drama. Comedia. Intriga Estado de Nueva York, años setenta. Irving Rosenfeld (Christian Bale), un brillante estafador, y su inteligente y seductora compañera Sydney Prosser (Amy Adams) se ven obligados a trabajar para un tempestuoso agente del FBI, Richie DiMaso (Bradley Cooper), que sin querer los arrastra al peligroso mundo de la política y la mafia de Nueva Jersey. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra de Scorsese es alargada, muchos han sido los que han intentado, con poco éxito, copiar el estilo del aclamado director, cayendo siempre en los mismos tópicos, clichés y personajes que, pese a ser visualmente llamativos, resultaban vacíos. Normalmente esto originaba trabajos repletos de elementos fastuosos pero desprovistos de talento. David O. Russell, por el contrario, parece haber estudiado muy de cerca al genio que volvió a darle esplendor al “Chicago Outfit”, y lo demuestra por medio de este ejercicio que, partiendo de la fórmula que llevó al éxito al creador de Goodfellas, se olvida en gran parte de los manuales para centrar su atención en unos personajes que son pura fuerza y confieren a esta cinta un ritmo frenético. Un director que siempre se había distinguido por adaptarse a las exigencias de cada película, y cuyo cine se caracterizaba por un aire artesanal que no permitía adivinar la firma de su creador. Esta adaptabilidad, que fue lo que definió e hizo grande a la edad de oro de Hollywood, no resulta tan común estos días en los que los realizadores prefieren crear su estilo personal y reconocible, pasando así a formar parte de ese cine de autor que está tan de moda. Pese a ello, sí que existe un componente habitual en toda la obra de Russell, y es el humor irónico que, aunque no le ha funcionado siempre igual de bien, es la clave de sus dos últimos filmes y lo deja claro desde el principio con un título de crédito bastante atípico: “Algo de esto realmente sucedió”.
Como comentábamos, sus dos películas más recientes rompen con esa tónica de exclusividad y lo asientan con fuerza en un estilo muy personal y funcional. Vuelve a contar con los dos protagonistas de su anterior y exitosa cinta El lado bueno de las cosas, 2012 y también con la pareja que tan buenos resultados le proporcionó en The Fighter, 2010: Christian Bale y Amy Adams, en un claro ejemplo de cómo aprovechar un reparto de lujo sin que se pisen los unos a los otros. Dirigir a cuatro actores “alfa” dentro de un mismo escenario no parece tarea fácil, pero Russell logra que cada uno se mantenga en su papel, esperando paciente a que le llegue el momento de brillar, de realizar el solo interpretativo o de acompañar desde un segundo plano, como si de grandes músicos de Jazz se tratara, al que ha tomado la iniciativa. El resultado es una perfecta y sincronizada Jam Session a ritmo de los viejos temas de Duke Ellington.
La trama recrea (muy libremente) el escándalo político ocurrido en Nueva Jersey a finales de los 70 conocido como Abscam, acrónimo de Arab Scam (estafa árabe). Irving Rosenfeld es un astuto timador de poca monta que lleva trampeando desde que, siendo un niño, rompía los cristales de los comercios a petición de su padre, propietario de una cristalería. Un día conoce a la guapa stripper Sydney Prosser. Ambos se embarcan en un ilícito negocio que resulta productivo, hasta que son detenidos por un excéntrico agente del FBI que los obliga a colaborar como infiltrados en una operación contra la corrupción de altos cargos del gobierno. Utilizar a timadores para una maniobra tan delicada puede sonar a chapuza, y en efecto lo es, pero a veces, es el plan más disparatado el que finalmente funciona.
Y no sólo el dispositivo es chapucero, todos los que participan en él, de una u otra forma, son patéticos fracasados, víctimas de su propio engaño; Rosenfeld, el personaje al que interpreta Bale y que se basa en la figura real de Melvin Weinberg, es un hombre acomplejado por su alopecia que pasa horas frente al espejo tratando desesperadamente de ganarle la partida a su desnudo cráneo un día más; un sujeto que provoca casi tanta lástima como el agente especial que lo pone al frente del entramado policial, Richie DiMaso, ambicioso y presumido federal, interpretado por Bradley Cooper, con problemas de agresividad, que pasa las tardes haciéndose la permanente en casa de su madre, donde vive junto a su prometida. Tosco y presuntuoso, resulta tan ridículo en su faceta profesional, es capaz de contratar a un mexicano sin nociones de árabe para hacerse pasar por un jeque millonario, como en la personal, son hilarantes sus incesantes esfuerzos por no sucumbir a los encantos de la manipuladora Prosser, interpretada por la espectacular Adams en la que podría ser la mejor actuación de su carrera. Por si todo este despropósito no fuera ya lo suficientemente descabellado, aparece en escena la mujer de Irving, Jennifer Lawrence, una hortera malhablada con tendencias depresivas que se niega a separarse de su marido.

Sigo en spoiler por motivos de espacio
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Peaky Boy
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