Aprendiz de gigoló es una comedia independiente destinada a un público que no es el que llena a rebosar las grades salas de cine, sino aquel que disfruta con la ironía y con las situaciones locas pero realistas.

John Turturro escribe y dirige la película, aunque los apuntes de Woody Allen son más que notables. El relato de Turturro no es ninguna maravilla, pero sí es lo suficientemente atractivo como para llamar la atención siempre y cuando se mantenga un buen pulso narrativo, como es el caso. La película se apoya de forma constante en sus dos personajes principales para hacer girar la historia y lo cierto es que ambos se muestran como dos puntales sólidos tanto juntos como por separado. Los secundarios también tienen su encanto y encajan a la perfección con la idea de comedia que quiere aportar un Turturro que se deja tocar por Allen constantemente, notándose ésto en algunos diálogos locos y en más de una escena en la que queda bastante claro quién ha dispuesto qué ante las cámaras. A ritmo de jazz, la película se desarrolla de forma fluida, intimista y con la comedia sarcástica de fondo, bebiendo continuamente de la ironía y de la casualidad, llenándose de vida a base de surrealismo de lo más realista. Todo ello bajo la mirada de las cámaras de Turturro, que hace un muy buen trabajo.

El propio John Turturro protagoniza la película con ese "sex-appeal" cómico que tiene en abundancia y lo cierto es que, aunque la película hubiese sido dirigida por cualquier otro, parece que ese personaje tendría que recaer, sí o sí, sobre sus hombros. Woody Allen es la otra mitad de la pareja protagonista y hace de sí mismo, cosa que lleva puliendo durante toda una vida y que ya hace tiempo que domina a la perfección. Sharon Stone y Sofía Vergara están correctísimas como maduritas "interesantes", Vanessa Paradis da forma con buenas maneras a su desvalido y débil (aunque poderoso) personaje y Liev Schreiber desempeña de lujo su papel de "justiciero" con el que pocos quisiéramos encontrarnos por la calle.

Resumiendo: Aprendiz de gigoló no es ni una gran película ni una comedia brillante, pero es bastante buena en ambos apartados. Eso, unido a una técnica narrativa bastante interesante y a un reparto en muy buena forma, la convierten en muy recomendable.