Fargo es una película oscura, desarrollada en mitad del anonimato de la América profunda y encaminada, desde el principio, a resultar tan reveladora como divertida.

Los hermanos Coen escriben Fargo y es Joel quien la dirige, en principio, en solitario. El trabajo de este par de genios queda patente desde el inicio de la película, donde ya se nos muestra el camino que vamos a recorrer, dejándonos claro hasta qué punto puede resultar alocado. Fargo se desarrolla con calidad, haciendo hincapié en sus puntos fuertes, dejando que los personajes lleguen a la pantalla por las situaciones y sean ellos quienes creen las siguientes. El tiempo está medido con calidad y se reparte de maravilla, dejando que el apartado visual vaya cogiendo fuerza y, ayudado por una fotografía maravillosa, consiga que el aire frío llegue a tocar la cara del espectador. Joel Coen nos presenta una historia bastante buena contada de una forma inmejorable, siendo consciente siempre de qué puntos hay que potenciar para convertir lo macabramente insólito en humanamente cotidiano. Ese el mayor poder de Fargo, sin duda.

El reparto es la leche. Es injusto poner a unos por encima de otros, pero tampoco sería demasiado lógico obviar esa maravilla de la interpretación que nos regala Frances McDormand, donde la pasión por lo rutinario supera a cualquier otra cosa. William H. Macy, ese hombre pusilánime casi por definición en gran parte de sus papeles, se muestra efectivo en aquello que tantas veces y con tan buen resultado ha hecho. La pareja formada por Steve Buscemi y Peter Stormare resulta convertirse en un clásico al instante, uniendo la labia y el extenso ademán de Buscemi y la frialdad y el rigor de Stormare para formar una balanza bien compensada. El desaparecido Harve Presnell completa el reparto principal con la fuerza que le caracterizó durante toda su carrera.

Resumiendo: Fargo es, para algunos, la mejor película de los heranos Coen. Para muchos, de hecho. Para mí no lo es, pero sí es la mayor demostración del poderío de los Coen a la hora de contar historias y, sobre todo, de reconocer, potenciar y dar veracidad a sus virtudes. Ningún almafloja podrá jamás con las ganas de una embarazada por volver a su casa junto a su marido, eso es algo que sabe cualquier amante de los Coen.