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Voto de aka IDIOT:
9
8,4
28.423
Comedia. Drama. Aventuras
Obra maestra de Chaplin, en la que interpreta a un solitario buscador de oro que llega a Alaska, a principios de siglo, en busca de fortuna. Una fuerte tormenta de nieve le llevará a refugiarse en la cabaña de un bandido. En 1942 fue reestrenada en versión sonora. (FILMAFFINITY)
24 de mayo de 2009
39 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve la suerte de poder asistir a un pase de la película con música en directo, con un pianista que interpretaba una de las magistrales partituras con las que Chaplin solía adornar sus películas. La sala abarrotada de gente esperaba para poder contemplar una experiencia inolvidable.
Probablemente porque el Chaplin de La quimera del oro es la versión más infantil, tierna y simple del genio inglés. Es una película que capta en sí misma la esencia más concreta de eso que llamamos cine. Es cine sin referencias externas, sin mensaje, sin artificios. Cine infantil, para niños de todas las edades. Original, divertido.
En definitiva, Chaplin representa en ella lo más conceptual del arte, lo más abstracto. Captura la humanidad misma con extrema sencillez y se la lanza al espectador, que la recibe asombrado por su falta de interferencias.
Y es que si yo fuera autor, creador de algún tipo de obra artística, prohibiría a los receptores de mis obras que vieran La quimera del oro, me prohibiría a mi mismo recordarla. Porque la mayoría de las veces, la realidad de lo auténtico duele a los que tan sólo prentenden emularla.
Probablemente porque el Chaplin de La quimera del oro es la versión más infantil, tierna y simple del genio inglés. Es una película que capta en sí misma la esencia más concreta de eso que llamamos cine. Es cine sin referencias externas, sin mensaje, sin artificios. Cine infantil, para niños de todas las edades. Original, divertido.
En definitiva, Chaplin representa en ella lo más conceptual del arte, lo más abstracto. Captura la humanidad misma con extrema sencillez y se la lanza al espectador, que la recibe asombrado por su falta de interferencias.
Y es que si yo fuera autor, creador de algún tipo de obra artística, prohibiría a los receptores de mis obras que vieran La quimera del oro, me prohibiría a mi mismo recordarla. Porque la mayoría de las veces, la realidad de lo auténtico duele a los que tan sólo prentenden emularla.