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Voto de Duque:
6
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7,4
120.346
Ciencia ficción. Fantástico. Intriga
Año 2035. Tras la epidemia provocada por un virus asesino que ha matado a millones de personas, los supervivientes se refugian en comunidades subterráneas, húmedas y frías. El prisionero James Cole se ofrece como voluntario para viajar al pasado y conseguir una muestra del virus, gracias a la cual los científicos podrán elaborar un antídoto. Durante el viaje conoce a una bella psiquiatra y a Jeffrey Goines, un excepcional enfermo ... [+]
2 de agosto de 2010
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de ver esta agobiante paranoia crononáutica tengo unas ganas enormes de meterme jaco por los ojos. ¿Por qué? Porque es la primera vez que una película me ahoga en morfina, sedantes y planos aberrantes que alteran mi subconsciente. Terry Gilliam vuelve a follarme el cráneo tras la alocada y desequilibrada Brazil, pero esta vez logra que sude gotas frías que me recorren el espinazo hasta lo que es el ortum. Porque quiero más droga. Ahora es cuando echo la pota.
Dejando de lado mis problemas con los estupefacientes por vía ocular (véase 2001, de Kubrick), esta película, que logró meterse en el Olimpo del culto, logra introducir al espectador en una historia intrigante e imaginativa gracias a esas técnicas tan características de las obras del ex-Monty Python: zoom-in's, picados y contrapicados, inestabilidad de planos, giros de guión aparentemente irrelevantes, personajes delirantes, ritmo alocado, música irritante, subjetividad, claustrofobia, alucinaciones y especial atención a personajes en perpétuo estado alterado. Así genera una especie de mucosa que envuelve al espectador y lo hace ser parte de la historia, atrapándolo en un viaje ácido, donde lo real es ficticio y viceversa, que lo pegará al asiento como si del método de Ludovico se tratase. Puede ser un viaje delicioso o una experiencia horripilante. En mi caso, es una vivencia que cuelga entre los dos extremos: en ciertos momentos es llevadera e interesante, pero en otros es completamente redundante y enervante. A pesar de todo, es una película de visionado obligatorio, pues de algún modo altera la receta de la ciencia-ficción para introducir nuevos ingredientes que crean una mezcla pocas veces saboreada.
Aparte de esto, las interpretaciones son correctas, con Bruce Willis explotando su faceta menos "Yippie kay-yay, motherfucker". Brad Pitt da la nota interpretando a un personaje demasiado caricaturesco, así que no se puede decir que su actuación sea mala; el tipo se adapta a lo que le viene dado.
Lo que no me acaba de cuadrar es que muchas escenas parecen metidas con calzador, pues apenas tienen relevancia y alargan la película demasiado. Dos horas de espectáculo de peyote es mucho para el cuerpo.
Cabe destacar que es la única película que mejor refleja los efectos del hipotético viaje en el tiempo, sin caer en las usuales fantasías aún más inverosímiles y paradójicas (Regreso al Futuro, por ejemplo).
Con todo, es una peli que mola martillo y crea controversia. Como una jeringa llena de heroína y coca clavada en la córnea.
Dejando de lado mis problemas con los estupefacientes por vía ocular (véase 2001, de Kubrick), esta película, que logró meterse en el Olimpo del culto, logra introducir al espectador en una historia intrigante e imaginativa gracias a esas técnicas tan características de las obras del ex-Monty Python: zoom-in's, picados y contrapicados, inestabilidad de planos, giros de guión aparentemente irrelevantes, personajes delirantes, ritmo alocado, música irritante, subjetividad, claustrofobia, alucinaciones y especial atención a personajes en perpétuo estado alterado. Así genera una especie de mucosa que envuelve al espectador y lo hace ser parte de la historia, atrapándolo en un viaje ácido, donde lo real es ficticio y viceversa, que lo pegará al asiento como si del método de Ludovico se tratase. Puede ser un viaje delicioso o una experiencia horripilante. En mi caso, es una vivencia que cuelga entre los dos extremos: en ciertos momentos es llevadera e interesante, pero en otros es completamente redundante y enervante. A pesar de todo, es una película de visionado obligatorio, pues de algún modo altera la receta de la ciencia-ficción para introducir nuevos ingredientes que crean una mezcla pocas veces saboreada.
Aparte de esto, las interpretaciones son correctas, con Bruce Willis explotando su faceta menos "Yippie kay-yay, motherfucker". Brad Pitt da la nota interpretando a un personaje demasiado caricaturesco, así que no se puede decir que su actuación sea mala; el tipo se adapta a lo que le viene dado.
Lo que no me acaba de cuadrar es que muchas escenas parecen metidas con calzador, pues apenas tienen relevancia y alargan la película demasiado. Dos horas de espectáculo de peyote es mucho para el cuerpo.
Cabe destacar que es la única película que mejor refleja los efectos del hipotético viaje en el tiempo, sin caer en las usuales fantasías aún más inverosímiles y paradójicas (Regreso al Futuro, por ejemplo).
Con todo, es una peli que mola martillo y crea controversia. Como una jeringa llena de heroína y coca clavada en la córnea.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Dos cosas más:
Es una pena que el mensaje ecológico quede eclipsado por la sucesión de delirantes gags y el relato en sí, que adquieren más importancia y se vuelven más memorables que otros aspectos del guión.
No puedo evitar pensar que Terry Gilliam siempre busca alguna forma de homenajear a los clásicos. En Brazil aparece una escena calcada al tiroteo de El acorazado Potemkin (ya sabéis: militares cargando ciegamente mientras bajan las escaleras, carrito que sale rodando, mujer con el ojo reventado...), y ahora se le da por comparar su historia con Vértigo, de Hitchcock. Es un tipo muy modesto este Gilliam.
Es una pena que el mensaje ecológico quede eclipsado por la sucesión de delirantes gags y el relato en sí, que adquieren más importancia y se vuelven más memorables que otros aspectos del guión.
No puedo evitar pensar que Terry Gilliam siempre busca alguna forma de homenajear a los clásicos. En Brazil aparece una escena calcada al tiroteo de El acorazado Potemkin (ya sabéis: militares cargando ciegamente mientras bajan las escaleras, carrito que sale rodando, mujer con el ojo reventado...), y ahora se le da por comparar su historia con Vértigo, de Hitchcock. Es un tipo muy modesto este Gilliam.