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Voto de Antonio Morales:
8
Drama Primera Guerra Mundial (1914-1918). Una obra sobre la camaradería y las relaciones humanas que retrata el día a día de unos prisioneros franceses en un campo de concentración alemán durante la Gran Guerra. Nada más llegar al campo, dos oficiales de la aviación francesa se enteran de que sus compañeros de barracón están excavando un túnel para escapar de allí. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejada del antimilitarismo visceral de obras como “Senderos de gloria” de Kubrick, “La gran ilusión” es un film pacifista, en el que no se agrede al estamento militar, sino que se intenta justificar cualquier comportamiento argumentando que siempre hay razones, aunque sean equivocadas, detrás de las actitudes humanas. La película de Renoir emociona, más que por lo que es, por lo que nos gustaría que fuese, porque durante todo el film se respira un aire de ingenuidad difícilmente comprensible. La guerra ya no es (y no creo que lo fuese nunca) un refinado asunto de caballeros, von Rauffenstein y Boéldieu, dos hombres de principios intachables, son dos idealizaciones que quizá tuvieron cierto sitio en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial, pero que indudablemente estaría fuera de lugar en la Segunda, por no hablar de las actuales.

La película de Jean Renoir es una historia de “niños” que juegan a los soldados en los patios exteriores de un campo de prisioneros, mientras que, en los espacios interiores una serie de soldados prisioneros juegan como niños. En diferentes campos de prisioneros alemanes son trasladados los franceses capturados en combate, entre ellos, el caporal Boéldieu (Pierre Fresnay) y el teniente Maréchal (Jean Gabin). Ambos fueron derribados en su avión por los alemanes y capturados por von Rauffenstein (Erich von Stroheim), un individuo de corte recio, con el cuerpo lleno de prótesis y cicatrices, que esconde una curiosa aprensión hacia la melancolía. Esmerado en las formas y respetuoso con los prisioneros.

A pesar de ser una película que habla de seres encarcelados, la puesta en escena de Renoir está llena de aperturas hacia el exterior. La cámara no cesa de cruzar puertas y ventanas, como si quisiera afirmar su poder para diluir los espacios fronterizos que separan a los hombres de ejércitos diferentes. En determinados momentos parece como si este deseo de encuadrar los mundos a través de puertas y ventanas convirtiera la puesta en escena en una invitación a la la ruptura de las barreras arquitectónicas para privilegiar la fuga.

La diversión y la aparente frivolidad que marcan el tono de la película son los elementos que enmascaran el sentimiento trágico que acompaña a la condición humana, son los rasgos estilísticos que sirven para diluir la tragedia de la división política de la que son víctimas el grupo de prisioneros. Al margen de su calidad como obra cinematográfica, la importancia dentro de la historia del cine de “La gran ilusión” se debe a su mensaje paradigmático del pensamiento democrático, por su discurso humanista y ambivalente que atesora la película. Su espíritu europeísta, su deseo de romper barreras invisibles (las fronteras, los nacionalismos, las clases sociales), que fueron entendidas de forma diferente en otras épocas, la han convertido ya para siempre en un clásico del cine y del pacifismo.
Antonio Morales
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