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Estados Unidos Estados Unidos · Nueva York
Voto de Salvapantallas:
5
Drama Es la historia de Georgina Condori, una música andina cuya bebé recién nacida desaparece misteriosamente. En medio del caos político de la época, Pedro Campos, un joven periodista limeño toma a su cargo la investigación y emprende junto a ella la desesperada búsqueda. (FILMAFFINITY)
16 de agosto de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Georgina es una mujer pobre de veinte años que vende papas en el mercado y vive en un asentamiento humano del cinturón urbano de Lima. Está embarazada y pasa los días en espera de su pareja, un transportista que está poco en casa.

Lo que ocurre después tiene tanta fortaleza narrativa que prefiero dejarlo en una frase corta: su bebe desaparece misteriosamente al nacer. En ayuda de un periodista, intentará de todo para encontrarla en una Lima sumergida en toques de queda y violencia social.

Melina León ha compuesto una obra en blanco y negro que es un viaje sensorial y visual a una Lima sombría y convulsionada hace más de treinta años, cuando aún empezaba a formarse esta masa social que creció hacia cualquier lado y hacia ninguno. La pantalla difuminada en los bordes da un aura espectral a lo que vemos. Según visitantes, es lo que se siente en un invierno limeño común.

Y es que el trabajo formal de la realizadora es impecable. La fotografía delicada propone nuevos puntos focales para una mirada de esta ciudad lenta. Las transiciones entre secuencias están calcadas en fino relieve. No recuerdo una película peruana con mejor musicalización y montaje de sonido. La dirección de actores potencia a las brillantes interpretaciones, muy ensayadas y logradas.

El gran problema es que León nos hace recordar durante toda la película, como ocurre por ejemplo en Roma de Cuarón, lo gran cineasta que puede ser, la maestría con la que ha compuesto su pieza. En cada plano abofetea al resto de películas de su presupuesto, contexto y temática. Sin embargo, más allá de la técnica, la historia carece de impacto luego de ser expuesto el conflicto central que la dirige.

León pierde el tiempo de forma constante en todo el metraje. Hay exagerados planos innecesarios con duraciones insoportables, que confunden y deterioran el ritmo propuesto en lugar de enriquecerlo. Los silencios están bien, pero repetir constantemente todo genera tedio. Es como cuando el cine no encuentra más ángulos interesantes y la redundancia domina todo el espectro.

A pesar de la historia tan representativa de una época terrorífica para el Perú, los personajes son monótonos y están pobremente construidos. La mujer se limita a llorar, a sufrir; mientras tanto, el periodista impávido siempre está reflexivo y va lento. El resto de personas que los rodean son pegatinas de potenciales tramas paralelas que nunca explotan. ¿Es realmente necesario en el cine de América Latina dejar tanto para la imaginación de la audiencia? Parece una moda autoimpuesta más que un criterio evaluado en la sala de redacción.

El opaco guion deja demasiado cabos sueltos entre secuencias. Tampoco tiene hitos narrativos que te mantenga enganchado a la historia. Hay demasiadas temáticas expuestas de las cuales se hacen guiños sin ninguna utilidad real a la historia central. Es como si León hubiera querido abarcar demasiado y, en el resultado final, tuvo que cortar sin razón de aquí y de allá hasta dejar este pegote de muchas buenas ideas sin sentido unitario.

Aún con estas carencias, la directora demuestra mucho estilo estético. Cobra fuerza la frase de que el cine peruano necesita de guiones maduros para empezar a generar éxitos narrativos. Y esa maduración parte por entender que el texto no es un elemento más, sino el más importante para transmitir emociones.
Salvapantallas
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