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Canción sin nombre

Drama Es la historia de Georgina Condori, una música andina cuya bebé recién nacida desaparece misteriosamente. En medio del caos político de la época, Pedro Campos, un joven periodista limeño toma a su cargo la investigación y emprende junto a ella la desesperada búsqueda. (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
20 de enero de 2021
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película podríamos dividirla en dos partes: la que interesa y la que no. La directora con su opera prima es capaz de demostrar lo buena que es haciendo cine, pero no muy buena contando historias. La primicia del film es extraordinaria, una madre en busca de su hijo en un contexto desfavorable, sin embargo, a cada paso que damos nos vamos perdiendo en el camino, culminando con una historia que quiere abarcar más de lo que debería.

Tiene una fotografía de alto nivel, unas puestas en escena increíbles, buenas actuaciones, excelente dirección y sobre todo una banda sonora de primer nivel. El problema de la película se resume al guion, el cual no es malo, pero a falta de una brújula para guiarse se termina perdiendo. Con subtramas que no llegan a nada, y si llegan terminan siendo poco relevantes, no es capaz de mantenernos pegados los 97 minutos que dura. La directora contribuye a la causa regalándonos escenas y planos largos que, a pesar de ser excelentes técnicamente hablando, son repetitivos y, más que ayudar a la trama, terminan agobiando al espectador.

Sin mucho más que agregar recalco la grandeza de su apartado técnico, el cual puede llevarla a una merecida nominación en los Oscar. Una obra que da cátedra de cómo agarrar una cámara, pero también de cómo no hay que irse por las ramas.
santioviedo08
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23 de febrero de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Canción sin Nombre” nos traslada a la década de los 80, en plena crisis social y económica de Perú, con una población empobrecida y asediada por el terrorismo.
El film narra la historia de Georgina Condori (Pamela Mendoza), quien junto a su esposo, venden papas en el mercado y esperan un bebé. Ella escucha en la radio un anuncio de una clínica que ofrece atención gratuita y concurre allí para dar a luz, pero ni bien nace la niña. se la retiran. Ambos realizan, sin éxito, la denuncia a la policía, hasta que Geo decide acudir a un joven periodista limeño, Pedro Campos (Tommy Párraga), en busca de ayuda para la investigación. Juntos emprenden una desesperada e infructuosa búsqueda, en la que encuentran otras mujeres en similares condiciones.
“Canción sin Nombre” está basada en hechos reales, como crónica de un delito, frecuente en América Latina, como el secuestro y tráfico de menores, que generalmente son vendidos en el extranjero. La directora Melina León, en los créditos, dedica la película a su padre, periodista, como fuente de los hechos.
Pamela Mendoza, actriz de teatro comunitario, debuta en cine con gran solvencia y dramatismo. Su andar es cansino, pero su fortaleza se mantiene firme, sin darse por vencida, buscando a su hija, junto a Pedro. La sombra del autoritarismo se cierne sobre ellos, precipitando el final.
La dirección de fotografía de Inti Briones, capta armónicamente en blanco y negro la puesta en escena que repara en expresivos primeros planos y escenas de conjunto con coreografía de danzas típicas andinas.
“Canción sin Nombre” es sin duda, un notable debut de su directora.
Género: Drama. Duración: 97 minutos. Disponible en Netflix.
Estudiocine
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1 de octubre de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
*El desgarro de la oscuridad

Perú realiza una búsqueda de su historia a través de Canción sin nombre, el debut cinematográfico de Melina León. Desde el principio se va tejiendo una historia que contrasta perfectamente los años oscuros de la historia peruana, junto con la desigualdad social entre la capital y las otras ciudades más rurales. Por lo cual, la desaparición del hijo de Georgina es el punto de anclaje de una telaraña que refleja una realidad difícil y compleja. De esta forma, empiezan a tornase dos relatos que confluyen perfectamente, aportando una a la otra y dando unas pinceladas de cotidianidad, que se mezclan con una buena exposición de la desesperación. Por este motivo, no es extraño que consiga emocionar y dejar un poso de reflexión sobre el espectador. Gracias a ello, sorprende en su ejecución, que sigue una estela parecida a “Roma”, pero con un ritmo más ágil.

Por esta razón, se dibuja un buen episodio de la realidad peruana, que se vio atacada por una política invadida por la corrupción y con el miedo del terrorismo, a manos de Sendero Luminoso. En consecuencia, el guion sabe darle importancia a estos atributos socioculturales, sin dejar de poner en el foco en la historia principal. Por ende, se ven influenciados y se toman en consideración, pero la carga emotiva no cede ante un relato histórico, algo que se agradece, ya que ahí es donde sentencia su sello personal e intimista. Únicamente, en la trama en torno al periodista, se podría esperar menos facilidad en la resolución del conflicto, al igual que un desenlace certero, pero descafeinado. Al contrario que el final de Georgina, que se convierte en pura poesía narrativa, donde no hace falta más que el silencio y una canción para transmitir todo el recorrido que lleva dentro.

*En busca de la verdad

La gran sorpresa en Canción sin nombre es Pamela Mendoza, la cual da vida a la principal protagonista, Georgina. Para comenzar, se ve esa timidez e ingenuidad de un ambiente menos desarrollado, en cuanto a económicamente y lo cosmopolita se refiere. Después, su arco de transformación se produce con escenas donde lo aborda desde el sentir, con un uso del grito y de la angustia excelentes. Con lo cual, se ve un registro apropiado, donde en ningún momento se queda estancada. Además, tiene una energía magnética, donde esa inocencia, lucha, pérdida y amor se conjugan en su manera de relacionarse con el espacio. Por dicha razón, se encumbra como la interpretación más humana de la cinta, al enseñar y exponer esa vorágine de sensaciones, pero sin caer en la exageración. A consecuencia de ello, se desnuda ante el espectador, de manera figurativa, para dar una actuación profunda.

Por otro lado, Tommy Párraga es la otra pieza de este ajedrez de suspense. Mientras que su templanza y seriedad comulgan con esa personalidad cerrada de su personaje, luego lo equilibra con un trasfondo personal interesante. De alguna manera, a través de esos reflejos de su vida, se permite conocer su manera de actuar y el porqué ese hermetismo, que se rompe durante el desarrollo de la cinta. En cierta modo, sabe llevar ante la pantalla unos momentos en los que buscar la verdad era un riesgo en sí mismo, por lo que esa distancia está justificada. Solamente, hay algunas secuencias donde se desinfla, pero pronto vuelve a retomar el buen ejercicio de la interpretación que se disfruta en el resto de la película. Después, el resto de actores son más circunstanciales, siendo imprescindibles para la ejecución de la acción. Algunos mejorables y otros notables, pero no brillantes.

*Los años 80 de un Perú destrozado

La estética elegida en Canción sin nombre para dar rienda suelta a este enclave de suspense sigue esa creación de mirada al pasado. Entonces, se ha apostado por una disposición de la imagen en 4:3, lo que da esa sensación de estar realizando una vuelta al ayer. Junto con ello, la fotografía se ha mantenido en un blanco y negro, que escenifica totalmente esos momentos oscuros que vivió la sociedad peruana. Además, hay que subrayar la gran potencia de la fotografía, que trae unos encuadres que son realmente artísticos. Asimismo, tienen esa particularidad de la mirada, de la contemplación, que elevan aún más el sentimiento y lo creativo. Igualmente, no es un escaparate de lo que pueden hacer, sino que tiene un significado detrás, que establece una conexión directa con el público, que encandila.

Después, la dirección artística es singular, sabe manejar la artesanía del cine, con una buena mezcla de espacios que crean esa dualidad entre la gente del pueblo y la realidad de las ciudades. Sin embargo, no solamente trae esa ambivalencia, sino también en la experiencia vivida, como la ilusión de la maternidad, frente al dolor de la pérdida. En ningún momento se intenta dar un maniqueísmo, sino reivindicar una parte de la historia que es importante no olvidar. Por otro lado, la edición de sonido sobresale en los pocos momentos musicales, trayendo esa parte de la cultura peruana interna, pero flaquea en los arreglos y los efectos de sonido. En consecuencia, hay partes en los que se escucha más el sonido ambiente que el propio diálogo. Por último, un montaje relajado, que busca un relato de sentimientos, pero no de acción, queriendo sumergirse en la introspección junto al espectador.

*Conclusión

Canción sin nombre es un buen debut de Melina León, que trae una película llena de alma y suspense. Para comenzar, el guion teje una telaraña de misterios, que se aúna con un relato humano y emocional. Además, hay que destacar el gran trabajo narrativo en torno a Georgina. No ocurre lo mismo con la trama sobre el periodista, que tiene un buen contexto, pero no se arriesga a complicarlo más. A nivel interpretativo, brilla una maravillosa Pamela Mendoza, que sorprende y triunfa ante el espectador con una interpretación desgarradora.

Escrito por Diego Da Costa
Cinemagavia
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30 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Su sobrecogedora primera media hora acumula un buen montón de papeletas para considerarse una obra maestra. La potente, sugerente y poética mirada tras la cámara de la debutante peruana Melina León en un formato de tres cuartos con un blanco y negro atmosférico y excelso de Inti Briones nos deja pasmados. Al igual que la interpretación de Pamela Mendoza soberbia en la asunción de su tragedia y su fuerza para superarla, como ejemplo de un pueblo andino siempre maltratado no solo en el Perú convulso de los 80 al mando de Alan Garcia sino de siempre, en la actualidad.

Desafortunadamente el guion empieza a ramificarse en subtramas que no acaban de cuajar, quizás por falta de metraje, y debilitan el conjunto. A Melina León hay que darle medios. "Canción sin nombre" tiene pinta de ser la punta del inmenso iceberg cinematográfico que su directora lleva dentro.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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16 de agosto de 2019
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Georgina es una mujer pobre de veinte años que vende papas en el mercado y vive en un asentamiento humano del cinturón urbano de Lima. Está embarazada y pasa los días en espera de su pareja, un transportista que está poco en casa.

Lo que ocurre después tiene tanta fortaleza narrativa que prefiero dejarlo en una frase corta: su bebe desaparece misteriosamente al nacer. En ayuda de un periodista, intentará de todo para encontrarla en una Lima sumergida en toques de queda y violencia social.

Melina León ha compuesto una obra en blanco y negro que es un viaje sensorial y visual a una Lima sombría y convulsionada hace más de treinta años, cuando aún empezaba a formarse esta masa social que creció hacia cualquier lado y hacia ninguno. La pantalla difuminada en los bordes da un aura espectral a lo que vemos. Según visitantes, es lo que se siente en un invierno limeño común.

Y es que el trabajo formal de la realizadora es impecable. La fotografía delicada propone nuevos puntos focales para una mirada de esta ciudad lenta. Las transiciones entre secuencias están calcadas en fino relieve. No recuerdo una película peruana con mejor musicalización y montaje de sonido. La dirección de actores potencia a las brillantes interpretaciones, muy ensayadas y logradas.

El gran problema es que León nos hace recordar durante toda la película, como ocurre por ejemplo en Roma de Cuarón, lo gran cineasta que puede ser, la maestría con la que ha compuesto su pieza. En cada plano abofetea al resto de películas de su presupuesto, contexto y temática. Sin embargo, más allá de la técnica, la historia carece de impacto luego de ser expuesto el conflicto central que la dirige.

León pierde el tiempo de forma constante en todo el metraje. Hay exagerados planos innecesarios con duraciones insoportables, que confunden y deterioran el ritmo propuesto en lugar de enriquecerlo. Los silencios están bien, pero repetir constantemente todo genera tedio. Es como cuando el cine no encuentra más ángulos interesantes y la redundancia domina todo el espectro.

A pesar de la historia tan representativa de una época terrorífica para el Perú, los personajes son monótonos y están pobremente construidos. La mujer se limita a llorar, a sufrir; mientras tanto, el periodista impávido siempre está reflexivo y va lento. El resto de personas que los rodean son pegatinas de potenciales tramas paralelas que nunca explotan. ¿Es realmente necesario en el cine de América Latina dejar tanto para la imaginación de la audiencia? Parece una moda autoimpuesta más que un criterio evaluado en la sala de redacción.

El opaco guion deja demasiado cabos sueltos entre secuencias. Tampoco tiene hitos narrativos que te mantenga enganchado a la historia. Hay demasiadas temáticas expuestas de las cuales se hacen guiños sin ninguna utilidad real a la historia central. Es como si León hubiera querido abarcar demasiado y, en el resultado final, tuvo que cortar sin razón de aquí y de allá hasta dejar este pegote de muchas buenas ideas sin sentido unitario.

Aún con estas carencias, la directora demuestra mucho estilo estético. Cobra fuerza la frase de que el cine peruano necesita de guiones maduros para empezar a generar éxitos narrativos. Y esa maduración parte por entender que el texto no es un elemento más, sino el más importante para transmitir emociones.
Salvapantallas
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