Después de ver el elenco y las adelantos de Netflix me esperaba otra cosa, algo más parecido a Puñales por la espalda.
Si bien la serie no es mala y es bastante entretenida, no estamos ante una serie de intriga en sentido estricto, se trata más bien de un drama de época sobre la represión y el mantenimiento de la apariencias en una familia acomodada durante la dictadura franquista.
Ahora explico el por qué del título de la crítica. Al tratarse de una miniserie de solo 3 episodios, y en los que pasan bastantes cosas, no da tiempo a desarrollar bien a los personajes, quedando un poco maniqueos: los buenos son muy buenos y los malos muy malos. Esto quizá se hubiera resuelto mejor con una tanda de 8 0 10 episodios, pero no debe ser barato hacer una serie larga con el caché de Carmen Maura o Ernesto Alterio entre otros. Quizá hubiera sido mejor invertir en buenos guionistas que en actores de tanto renombre.
En cuanto a las interpretaciones, destaco a Cecilia Suárez, que ha trabajado muy bien el acento de una mexicana que lleva casi toda la vida en España, y a Mariola Fuentes. Por el contrario, Carlos Cuevas es lo peor de la serie, lo cual es una lástima, pues su personaje es el más complejo de la trama.
Puntualizar que Ester Expósito está bastante convincente, no desentona.
Por último, creo que hay un buen trabajo de ambientación, mostrando la España gris de aquellos primeros años de dictadura, y me ha gustado que toda la serie gire en torno al club de tiro, pues la muestra de armas permanente sirve para crear tensión, recordando al espectador que la trama parte de una tragedia y anticipando una nueva.