Durante la primera mitad de los 90 aún nos creíamos que Schwarzenegger y Stallone eran dos grandes actores. Ambos habían triunfado a lo largo de la década anterior, la cual dominaron como dos tiranosaurios. Cierto que también estuvieron rodeados por una nebulosa menor de gurriatos que hicieron caja dentro del mismo género, caso de los Seagal, Van Damme, Lundgren y el sobrevaloradísimo Norris; ese meme con patas cuya fama bebe más de Internet que de su valía como actor. Pero los ochenta fueron del boca torcía y el cara cemento. "Demolition man" pertenece, por tanto, a ese periodo previo a las vacas flacas que se avecinaban para ambos.

A la vera de Sly, Sandra Bullock y Wesley Snipes. La primera empezaba a darse a conocer, aunque aún le faltaba el pelotazo taquillero del año siguiente en forma de "Speed" (1994). El segundo, Snipes, ya aspiraba a hacerse un hueco en el apretado mundillo de los tipos duros con diálogos penosos. El resultado fue un combinado indigesto. Porque, aunque la idea inicial no era demasiado mala, todo lo que sucede tras los primeros veinte minutos es para sacarse los ojos.

Así, asistimos a una sociedad futura plagada de cretinos, con ciudadanos apollardados cuya cultura ha abrazado la estupidez, y cuyo crecimiento personal parece haberse hundido en el fango del infantilismo kitsch, los ofendiditos y la tecnología puntera. No, si ya verás tú que esta película hasta fue visionaria y todo.

La historia, honestamente, desbarra a poco que toma algo de velocidad, perdiéndose en una sucesión de escenas de acción que lo embotan todo. Los diálogos, malísimos como ellos solos, solo muestran interés cuando enfilan el sendero de la autoparodia y, incluso así, llegan a ser cargantes, pues tornan a los personajes en caricaturas. Y la música no es más que un pastiche de notas con las que aderezar las leches descerebradas.

Focalizando la atención en los citados personajes, Stallone vuelve a interpretar su registro clásico de tipo duro inexpresivo. El único que parece dominar con soltura. Y eso que cuando quiere sabe enfilar derroteros más trabajados, como "Copland" (1997). Se ve que ese día no tocaba. Bullock pone cara a una de las agentes de policía más inmaduras, aniñadas e insoportables que hayamos visto en pantalla. Una completa gilipollas cuyo único valor es su grado de follabilidad. Y Snipes hace lo propio con uno de los malvados más histriónicos, sobreactuados y con peores líneas de guion paridos por Hollywood. Si este cacho carne negra con ojos ya es de digestión difícil en condiciones normales, aquí, con el pelo teñido de rubio y frases de subnormal, es un auténtico cáncer de estómago. Tres guionistas para este despropósito.

En general la cinta es una mera excusa para intercalar chistes idiotas entre escenas de acción en donde Rambo y un negro bocazas se reparten tapioca con ganas. Triste decir esto, pero es que no hay más cera que la que arde. En este sentido es obligatorio citar el desastroso trabajo del italiano Marco Brambilla, un director que se ponía tras la cámara por primera vez y que apenas ha vuelto a rodar cuatro o cinco porquerías que son una vergüenza para su gremio. Gente brillante sin conseguir una oportunidad y va Hollywood y le da una a este imbécil.

En resumen, una pésima película de acción cuyo principal sostén son los chistes para niños. Un insulto al género de acción que nadie que sepa de cine se atreverá a aprobar. Basura cinematográfica para espectadores lobotomizados.

Actualización a 22-Octubre-2023: véase spoiler 1.