Todavía recuerdo los sentimientos encontrados que me provocó la película de Avary tras su estreno, por un lado me fascinó tanto la historia (basada en mi novela favorita de Bret Easton Ellis) como la notable labor del director (atención especial merecen sus recursos narrativos, por ejemplo cuando divide la pantalla para mostrarnos paralelamente distintas situaciones), pero por otro me horrorizó su inmoralidad y su carácter provocador, soez y gélido. Podría parecer una contradicción porque ya he declarado mi amor por la obra original, pero es que dicha dualidad es lo que más me atrae del trabajo del polémico escritor de American Psycho.

La trama nos muestra la decadencia de un grupo de jóvenes estudiantes, centrándose en tres: un amoral traficante de poca monta llamado Sean Bateman (James Van Der Beek), la indecisa y, aparentemente, virginal Lauren (Shannyn Sossamon) y Paul (Ian Somerhalder), compañero de Sean y encaprichado de él, quien a su vez lo está de Lauren.

Conociendo la base literaria y los trabajos anteriores de Avary (fue, por ejemplo, guionista junto a Tarantino de Pulp Fiction) uno puede hacerse una idea de por dónde van los tiros. El director da rienda suelta a la incorrección política y, además, en un guiño de lo más irónico seleccionó como protagonista a James Van Der Beek, famoso por interpretar al inocentón Dawson Leery en la televisiva Dawson crece (Dawson's Creek). Sorprendentemente, Van Der Beek sale bien parado, construyendo un personaje inquietante y lastimero (cuyo patetismo es evidente pero no obvio) con firmeza y actitud. Casi diría que él es la gran revelación de la película, y es que quitarse el sambenito de su personaje televisivo no debe ser tarea fácil precisamente, cosa que el actor consigue plenamente. Todo ello hacen de Las reglas del juego una más que correcta (y bastante fidedigna) traslación fílmica de una novela que no es nada fácil de adaptar.