Tiburón

'Tiburón' es un thriller comercial que goza de una efectividad y una capacidad de impacto que prácticamente ninguna película del género ha sabido otorgar. Infunde tantísima angustia- y fijaros si esa angustia es identificable con la realidad- que, en cierto modo, da pie a un incipiente sentido de la precaución en aquel que pasa sus vacaciones en el mar. Podríamos decir que la obra de Spielberg se percibe casi como un documental escaparate para mostrar las quinientas estrategias posibles para frenar el ataque de un tiburón. Por no hablar de la banda sonora... fantástica y, muy probablemente, un 50% del éxito taquillero.

Entre el suspense y el cómo relleno tanta película, Spielberg se casca una película con las que asentaría su estilo, máxima expresión del cine hollywoodiense: entretenimiento entre la acción, el suspense y las bromillas sin sentido, y pa la casa. El uso de la bso es brillante, con la mítica melodía que quedó para la historia y otras que son un 'parte huevos' de la intención dramática de la escena. Es que es un 7, porque me lo he pasado bien, me ha divertido hasta con el tiburón de corchopan, y, al final, ese es el punto 1 para mí, que tenga la sensación de haber invertido bien el tiempo, ya me quede de recuerdo de la obra un mensaje o estas buenas sensaciones. Cuidado con los chapoteos.

Spielberg llegó a una cota legendaria con su Tiburón. No sólo creó el blockbuster, sino que creó una obra inolvidable y de referencia para todas las que viniesen después. Siempre que la ves, siempre funciona. Puede ser mejor o menos mejor de lo que la recordabas. Pero su impacto y su buen hacer siguen vigentes.

⭐⭐⭐⭐/5 *GENIAL*
De 5 a 3 estrellas: buena.
2,5: justito para malillo.
De 2 a 0,5: mala.

Como a aquel personaje de Woody Allen, me dejó de gustar el mar cuando supe qué son los tiburones. Y el principal responsable de ello, con la cooperación necesaria e inestimable de John Williams, fue Steven Spielberg.
Es, por lo que de excelente tiene la película, por esa especie de caso de sugestión colectiva, como si al director de Indiana Jones o La lista de Schindler le hubieran untado a base de bien los responsables de todas las casas rurales y hoteles de montaña del mundo entero.
Qué manera de fastidiarle la semanita de playa de todos los veranos al pueblo soberano y qué mala idea la de fastidiarme a mí, particularmente, lo de saltar como un antílope a por aquellos balones de color azul que nos arrojaban al agua los de Nivea a los niños de aquella preciosa España de los ochenta.

Robert Shaw, una banda sonora que dio absolutamente en el clavo y un espectacular muñeco animatrónico, hicieron de esta primera superproducción de Spielberg para la gran pantalla, una película que entró directamente en la mitología del cine. Pero vista desde la distancia, vista desde un punto de vista narrativo, no es una gran película, y mucho menos, una de las mejores de su director. No se me entienda mal, la cinta es entretenida, y tiene su divertimento, pero por momentos llega a hacerse algo pesada, y aun llegué a pensar que no sabían muy bien cómo acabarla.

En definitiva, siempre será un prodigio para los incondicionales, pero que en la distancia que da el tiempo, y en mi opinión, no deja de ser nada más que una buena película comercial y un aceptable entretenimiento. Ah, eso sí, comparándola con determinadas producciones, relativamente actuales, de mismo tenor (con tiburones, megalodones u otros monstruos marinos), ciertamente, “Tiburón (1975), es una “obra maestra”.

Por terminar bien, he de reconocerle que no carece de sentido del humor. Incluso, pareciese, que a veces, Steven disfrutase alimentando al “pececito”.