Lugares oscuros

Charlize Theron sigue en racha y ahora es la protagonista de "Lugares oscuros", la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Gillian Flynn, sí, la misma autora de "Perdida" (2014) de David Fincher. De entrada la historia tiene buenas piezas pues junto a la mencionada y atractiva Theron también sale Chloë Grace Moretz. Además la trama promete atraparnos con asesinatos rituales, cultos satánicos y otros excesos ocurridos treinta años atrás, la Kansas de 1985, que como no podía ser de otra forma, emergerán de nuevo en el presente. Es decir, que tiene todo el aire de un thriller judicial intrigante y con algo de drama personal.

De acuerdo, pero lo malo de "Lugares oscuros" es que me parece demasiado obvio. Es decir, desde el primer momento todo parece indicar que el acusado de la matanza es inocente y los pasos que nos conducen a esta posible resolución o la contraria son totalmente arbitrarios. Por ejemplo, los flashbacks aparecen por que sí, resolviendo aquellas partes del relato que no hay forma de aclarar. Por supuesto, la resolución está cogida con pinzas y encima siembra dudas terribles sobre la clase de investigación que han hecho los del FBI o el propio juicio (SPOILER). En definitiva, un film con el que Paquet no llega a paquete pero casi.

Parentela, dictamen hereditario inevitable que hay que soportar como se pueda, llevarlo con entereza o disfrutar de ellos si la dicha es buena; aquí, su tormentoso pesar no causa profundos desvelos ni tensas emociones, es, en general, laxa.
"¿Qué pasó realmente aquella noche?", aunque la verdadera cuestión es ¿hasta qué punto te interesa?, ¿supone un gran aliciente saber la verdad?, ¿es diestro y apetitoso su avance y resolución?, pues observas a Charlize Theron, con su perpetua gorra como equipaje decorativo en un intento de simular aislamiento, reclusión, confusión y protección de todo, escondite que juega con el tiempo para plasmar una investigación de asesinatos, rompecabezas no resuelto con justicia para el club kill, que procura abrir una ventana a la curiosidad del espectador para que se añada y camufle como un miembro más, sólo que tú nunca llegas a compartir su entusiasmo y vigor por descubrir lo ocurrido, por asignarle a otro candidato la tan cuestionada culpabilidad ya que, según se plantean los hechos y sus interrogantes, ésta puede ser asignada a quien se quiera con la excusa que en ese momento tercie y se acople mejor al flojo dramatismo, con evidente ausencia de sentimientos envolventes, de un misterio, por fín, ventilado.
"Estás tan presa como yo", encerrada en mi cueva emocional vendiéndome al mejor postor por dinero, refugio insano de una sociedad que hace espectáculo de mi dolor, que cotillea y se entretiene con la maldad de mi interior, contagiada sangre que nada bueno ofrece y cuyo pesado recuerdo no permite descansar ni vivir en paz.
"Tú mentiste, yo mentí, estamos a mano", pues dos negativos hacen un positivo aunque sea con 28 años de retraso, historia basada en la novela de Gillian Flynn, producida por la propia protagonista, que no logra arrancar tu inquietud o debate sobre quién será el diablo o el santo sacrificado, estropicio de motivación que pone en peligro todo el resto, ese conjunto de lugares oscuros que no poseen tanta penumbra ni reclamo como deberían ya que, su indagación en tan fatídico día y sus horas previas, desde el devastado presente que no logra ni perdón ni redención, ni propio ni ajeno, es de estímulo ajustado, limitado gancho que permite ese mínimo desgarro e incitación para no perderla de vista pero que tampoco incita a ofrecerle tu atención completa.
Tormentosa familia del medio oeste rodeada de un ambiente de fanatismo por satán y su vendida ideología, a partir de ahí asesinatos, víctimas, culpables y acordados giros, moderadas aclaraciones, poco convincentes, que no elevan en demasía la temperatura; si sacamos la gran baza de la actriz intérprete, no deja de ser un telefilme de sobremesa cuyo camuflado thriller no requiere gran esfuerzo para digerirse y demanda poca actividad a la razón, a lo cual tampoco se puede alegar ingrata sorpresa pues los libros de la referida novelista cojean de ello, parsimonia de recorrido, débil engaño, apenas enrevesado y facilidad de resolución, a lo que se une un Gilles Paquet-Brenner que tampoco allá la clave para transformar tal ordinariez en algo exquisito digno de activar tu pensamiento y cuestionar tu duda.
Historia de un crimen cuyo escrito no da para el espíritu de Jessica Fletcher ni para el recurrido Colombo, pues su humo alcanza poca incógnita y sus pasos y movimientos transfieren desidia en progresivo aumento más que su necesario camino inverso.
Le otorgas minutos y esperanza para ver dónde te lleva, para que aliente tu curiosidad y desconcierto pero pronto surge la decepción de un nivel medio que no osa ni pretende esquivar, se rodea de accesorios poco incisivos, de baches nada tentadores y de un alargar, lo que se puede solucionar ya, innecesario que tampoco ayuda a darle puntos favorables.
La respuesta a ese enigmática pregunta "¿qué pasó realmente aquella noche?" se acerca más al famoso "francamente, querida, me importa un bledo" que se lleva el viento que a una verdadera investigación sólida, consistente y sabrosa que te quite el sueño y te indague a preguntas.
Las lagunas mentales de Libby se contagian, mucho más, que su miedo por descubir la veracidad de aquella trágica noche pues, es tan ligera y tenue su incertidumbre y misterio, que la mente va y viene, se toma vacaciones cognitivas respecto la presente narrativa ya que, ésta no demanda ni solicita excesivo esfuerzo.
El negocio de la lástima se ha terminado, la recaudación de las almas bondadosas se ha secado, tú desgracia ya no conmueve ni interesa, ¡habrá que sacar efectivo de dónde sea!, ¿qué tal aficionados jugando a ser detectives que persiguen descubrir la verdad oculta?, ¡si pagan...!

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El pasado, una matanza familiar mal resuelta, el camino hacia la verdad. Interesante película que tiene como rémora la falta de credibilidad de parte de la historia, sobre todo de esa especie de club que busca la verdad de matanzas históricas, unos freakis muy poco creíbles, en verdad. Pero está Charlize Theron, magnética, como siempre, haciendo un papel que ya le hemos visto más veces, sin muchos registros y de una enjundia más que discutible, pero, ¡qué más da! Ella puede con eso y con más. También está Chloë Grace Moretz, que sigue creciendo, en un papel más inquietante y más para lucirse... Pero aunque la historia no da mucho de sí y no te la crees, el ritmo de la intriga y las dosis de película de miedo clásica están bien administradas y nunca perdemos el interés. Eso, sin duda, es un mérico de Gilles Paquet Brenner. El toque francés, podríamos decir, que diferencia esta películas de otras del montón.

Se mezclan tantas cosas, actuales y pasadas; tantos problemas, familiares, violentos, económicos, satánicos; tantos personajes, atormentados, perversos, intrigantes, desnortados, bobos, niños, viejos; tantos hilos y tantos escenarios que, en conjunto, la película hace honor al título para ofrecernos una ración triple de oscuridad.

Las buenas actuaciones no salvan a la cinta de la incoherencia, de lo mal explicada que está, sobre todo en algún que otro papel principal que arrastra al pretendido drama al terreno de la más soberana estupidez.

Al ver esta película, se ha producido en mi la confrontación de dos sensaciones de las cuales no se cual me ha influido más…(Bueno, en verdad si lo sé) Por un lado, el argumento me parece totalmente cogido con alfileres, muy endeble. Algunos lo pueden llamar sincronicidad… yo lo llamo timar al espectador. Pero por otro lado, he disfrutado bastante de la película y se ha producido el milagro de no mirar ni una sola vez el reloj para saber cuánto queda para que finalice. No soy un máquina a la hora de seguir argumentos complejos y complicados y menos aun cuando te entrelazan saltos temporales cada dos por tres… pero esta vez todo ha fluido con total naturalidad en mí, con lo que puedo decir que me levanté satisfecho de mi sofá. Para mí, el milagro del cine es que no puedas apartar los ojos de la tele hasta el final y si se tiene que servir de un argumento un poco “tramposo” pues… bueno… se le “perdona” Y yo se lo perdono a “Lugares oscuros” por lo que una de mis dos sensaciones ha ganado a la otra.