Vida y muerte del Coronel Blimp

La ultima que vi de la pareja ha sido "A vida o muerte" (1946), una película realmente encantadora. Y esta es muy del estilo de aquella. Una película cuidada, muy británica, dulce, con mensaje, animosa y entretenida.
No tiene la brillantez de aquella, pero es igualmente encantadora.
Quizá un poco larga, con un metraje de 156 sobrepasa lo razonable para estos tiempos modernos, pero se justifica por la temática y, sobre todo, por el tratamiento. Una película que puede ser consideraba de época, tanto por la fisonomía, como por el trasfondo de las enseñanzas que transmite: la amistad entre dos oficiales británico y alemán.
Tiene algo de paródico, de organización de una risión del propio ejército británico. No creo que se la tenga en gran consideración por los oficiales del ejército, aunque no les deja en mal lugar, antes al contrario. Son los ganadores de la primera guerra mundial sin emplear, como subraya el protagonista, métodos sucios en la conflagración bélica.
La estructura en flashback es muy interesante, apoya la intensidad dramática y sirve para que las historias sigan transitando, avanzando y sirviendo de guía para contra lo que pretende.

Bla, bla, bla, para no entender nada. Me ha escamado ya cuándo he leído la sinopsis, y un poco más cuando he revisado el género. A l20 minutos la he vuelvo a poner desde el comienzo, pero de bien poco ha valido.

No sé cómo catalogar esta película; como comedia no te saca ni un pequeña sonrisa, ni una mueca, nada, y como bélica, la 1ª aproximación a algo parecido lo vemos en el minuto 144, es decir, 20 minutos antes de terminar.

Y he tenido los santos bemoles de verla entera, que eso sí que es incalificable, verla, oírla y tratar de entenderla, pero no he podido. De hecho, en verdad, no sé de qué va. Es un galimatías, un film incalificable, verdaderamente tedioso y aburrido, y si le pongo un 2 es porque, para tratarse de una producción de 1943 la fotografía y el vestuario son magníficos.

El resto es una basura. Si alguien lee esto, que no pierda el tiempo, que yo he perdido una mañana entera, y no sabéis como me arrepiento. Un 2.

Estamos -no podía ser de otra manera- ante una película eminentemente de pura propaganda bélica. No en vano, la película fue rodada en plena II Guerra Mundial. Si lo que querían era animar a sus tropas, pues vale: ahí queda eso.

Ahora bien, que la coyuntura bélica no nos nuble la vista: estamos ante un ejercicio exacerbado -por no decir otra cosa- de nacionalismo inglés (los más nobles, los mejores guerreros, los más caballerosos, los más idealistas, los más... sobre toda la faz de la tierra). Si a esto le añades un tono militarista despreciable, el resultado es un cinta que provoca mucho sonrojo. Una visión de la guerra infantil, llena de tópicos patrioteros e incapaz de mostrar el verdadero rostro de una guerra: la sangre, el dolor, la muerte, el horror...

Su interminable duración hace el resto. Un insufrible bluf.

Powell y Pressburger (The Archers) tienen algunas películas muy notables en su haber, pero esta en concreto creo que es una de las más inacabables e insoportables que he visto en mi vida. Solo aguanté 25 soporíferos minutos plagados de diálogos que no llevaban a ningún sitio. ¡Y se supone que es una de las más excelsas películas de la cinematografía británica!
A su favor solo puedo señalar la fotografía en Technicolor (a cargo de Jack Cardiff y Geoffrey Unsworth, el director de fotografía de 2001 Una odisea del espacio), bastante lograda para la época, y en la cual se prescinde de las artificiosas "transparencias" (back projection o proyección trasera) que tanto les gustaba emplear en Hollywood.

Pues sí, esta interminable película de los siempre originales, y muy pedantes, Powell y Pressburger es un ladrillo, un ladrillo hablado en un inglés petulante (excepto cuando el humillado sirviente tiene acento irlandés y la decimooctava chica encarnada por Debora Kerr, cockney londinense, creo) y poblado de secuencias eternas como la del principio en el baño turco o la del duelo. Por Dios bendito, y luego está lo de los maravillosos británicos que son caballeros hasta con los perritos.