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Fuerza siniestra

Ciencia ficción. Thriller. Terror La nave espacial angloamericana "Churchill" va en misión de estudio hacia el cometa Halley, que se acerca a la Tierra. Antes de llegar a destino, encuentran una nave extraterrestre que viaja en la cola del famoso cometa. La nave atrae la curiosidad de los astronautas quienes, al mando del comandante de la misión (Steven Railsback), se lanzan a su investigación. En el interior sólo hallan tres ataudes de cristal con dos hombres y una ... [+]
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Críticas 41
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lifeforce es una de esas películas de culto de los 80's que, si bien no fueron un rotundo éxito de taquilla, arrasaron con todo en los video-clubes de barrio de mediados de los 80's.

En principio, la película basa su historia en la novela de Collin Willson, "Vampiros del Espacio": un clásico menor de la literatura Pulp.

Lo interesante de ésta cinta, es tener a Dan O'bannon en el libreto adaptando la novela: queda patente la influencia de la estética Giger en el interior de la nave alienígena.

Desgraciadamente, la realización de Tobe Hooper queda totalmente mellada por culpa de un infructuoso montaje: la película no tiene ritmo, los personajes parecen pasados de speed, (pésimas interpretaciones) y la sensación de producción menor queda patente en su último tramo final con tanto mapepaint y maqueta cutre...

Sin embargo, si hoy por hoy Fuerza Vital es venerada, es principalmente por su fascinante argumento, la iluminación y estética del filme: no pasa por alto al cinéfilo la lograda puesta en escena de las secciones góticas y del lirismo cuasi plateresco alcanzado en un filme de muy baja estofa apadrinado por la abominable productora Cannon...

A pesar de sus graves carencias a nivel técnico y de interpretaciones, la cinta brilla con efervescencia brutal en su vertiente onírica: las escenas donde Steve Railsback y Mathilda May comparten protagonismo van a más allá de una mera sesión onanista: estamos ante una de las mejores realizaciónes de erotismo, ciencia-ficción y romanticismo sin iguales. Mathilda May nos regala planos inolvidables, no ya por su escultural belleza, si no por el trasfondo freudiano y metafísico del bien y el mal hibridados en una sola forma.

Lifeforce, hoy por hoy, sería imposible de verla rodada debido al gravisimo establishment interpuesto por el movimiento inquisitorial que vive hoy Hollywood: vivimos una nueva hola de falso feminismo, que en aras de proteger (supuestamente) los derechos de la mujer, destruye cualquier forma de creatividad que suponga transgredir los cánones del neo-puritanismo: se prostituye el noble rol del feminismo como excusa para censurar todo aquello que resulte molesto o contra-cultural. Es el nuevo yugo que oculta oscuros intereses de la dictadura perfecta, y que, paradójicamente, Lifeforce con su protagonista villana consiguen ridiculizar: la supuesta fragilidad del ente alienigena resulta en una trampa mortal para todo hombre que ose contemplar su belleza.

Por tanto, no es de esperar, un remake, (más que necesario para emendar sus múltiples carencias provocadas por sus exiguos 25 millones de dólares) del filme ya que sería imposible conservar su esencia sin ceñirse a los nuevos cánones de un Occidente pueril y decadente obsesionado por lo políticamente correcto, aséptico y sin vida.
Buscapé
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18 de septiembre de 2008
18 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaya por delante que la peli me pareció profundamente divertida, pero no resiste un análisis minimamente serio: la cosa es un cachondeo de tomo y lomo, se cogen elementos muy variados dentro de la "ciencia-ficción" y el terror, para crear una historia de las más disparatadas que haya visto: un transbordador espacial, el Churchill, cuya misión es investigar el cometa Halley, se encuentra una nave alienígena con forma de supositorio gigante, donde los astronautas encuentran un montón de murciélagos enormes muertos y tres humanoides metidos en urnas de cristal (bueno, de cristal no, de una especie de cosa energética rara), y no se les ocurre otra cosa que cogerlos y llevarlos para el transbordador. Evidentemente no vieron Alien (salvo su guionista, Dan O`Bannon, que hace una revisitación psicotrópica de lo que había escrito años antes para Ridley Scott), ya que a partir de ahí se monta la marimorena. La narración es de lo más confusa, los humanoides de repente son vampiros que convierten a los humanos a veces en otros vampiros y luego en zombies, vaya uno a saber por qué razón.
La alienígena se pasa toda la peli corriendo en pelotas por ahí, hasta que se queda parada y no hace mucho, porque parece ser que se enamora del prota, el humano Tom Carlsen, con el que tiene un rollete porno light de lo más curioso, mientras todos los londinenses andan en plan zombies comiéndose unos a otros. El otro humano importante, Colin Caine, corretea por ahí para clavarle una especie de espada vieja a los aliens, que tampoco se sabe muy bien de qué va el tema, ya que todo está liado a tutiplén. Ah, y suena la música de Mancini, pero estruendosamente a más no poder, tal vez para que no nos fijemos en la confección un tanto caserilla de los efectos especiales. En fin, el clásiico producto ochentero para ver con los colegas y echarte unas risas después de haberte bebido bastantes más litros de cerveza de los aconsejables.
babayu
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29 de octubre de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los primitos Golan y Globus se les subió el pavo y osaron querer petar las salas de cine con un blockbuster al más puro estilo de La Guerra de las Galaxias. Para subirse al carro de las súperproducciones le dieron un presupuesto de 26 millones a Tobe Hooper (apurando la fama de Poltergeist y firmando un contrato para tres pelis con la Cannon -en el que se incluyó el primer proyecto de adaptar a Spiderman a la pantalla grande) para que adaptara -con ese genio llamado Dan O'Bannon mediante (el hombre al que gracias a su portentosa imaginación tenemos a los aliens pululando por ahí)- la novela "Los vampiros del espacio" de Colin Wilson. Muchos recuerdan esta película porque a lo largo de su metraje vemos a (la futurible promesa del momento) Mathilda May mostrando sus atributos y capacidad pulmonar en todo su esplendor. Sin embargo, LifeForce (Fuerza Vital) es una bizarrada con una epidemia de vampiros espaciales por medio más parecida a un holocausto zombie de difícil comprensión, pero que enrolla cantidad. La mejor cara del trabajo de Hooper demostrando su pulso narrativo, unos efectos especiales supervisados por una leyenda, John Dykstra, y una memorable banda sonora compuesta por Henry Mancini. La película no resultó ser un éxito como sus responsables esperaban, pero está en el corazón y mente de cualquier aficionado al género.
jmsarabia
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1 de junio de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay una productora que ejemplifique los años ochenta esa es la Cannon, y en caso de no haber visto el documental Electric Bogaloo te recomiendo encarecidamente que primero lo veas y luego sigas con esta review; los primos Yoram Globus y Menahem Golam, quienes crecieron exponencialmente gracias a películas baratas de consumo rápido y exploits desvergonzados, decidieron ganar caché gracias a producir películas de autor, y si tenían desnudos gratuitos mucho mejor. Lifeforce es el paradigma de todo lo que Cannon hizo bien y mal.

La astronave Churchill se dirige hacia el cometa Halley, descubriendo una extraña nave que viaja junto a la cola. En su interior encontrarán a dos hombres y una mujer desnudos. La llegada a la tierra de estos humanos iniciará la expansión imparable de una maldición que se creía leyenda: el vampirismo. Empieza una lucha contra reloj de la que depende el futuro de la humanidad.

25 millones de dólares costó Lifeforce, y el batacazo que se pegó en taquilla fue de órdago aunque la Cannon pudo lamerse las heridas gracias al mercado doméstico. Tras la cámara estaba Tobe Hooper, quien venía de “rodar” – esas comillas son otra historia – la rompetaquillas Poltergeist; Hooper consiguió con la Cannon un contrato de tres películas y Lifeforce puso el listón tan alto que las películas restantes – Invaders From Mars y The Texas Chainsaw Massacre 2 – fueron daños colaterales en relación a presupuesto y libertad creativa.
La dirección de Tobe Hooper es briosa durante gran parte del metraje y, paradójicamente respecto a su ópera prima donde era capaz de generar terror a plena luz del día, se maneja de maravilla en espacios cerrados mientras titubea en espacios abiertos, y se ve superado al llegar a la ciudad de Londres – cuando la película se vuelve megalómana - ya que su manejo de los cientos de extras se nota artificioso. Se recomienda revisar estos planos varias veces porque os aseguro que encontraréis a vuestro extra favorito (el mío es la monja, ahí lo dejo).

Pero si por algo Lifeforce es irrepetible y deja poso en la memoria, tanto por sus aciertos como errores, es gracias a ese conjunto de locos y genios que unen varias décadas de pericia técnica ya desde el director de fotografía Alan Hume, quien llevaba multitud de éxitos a sus espaldas, y sobre todo John Dysktra, el clásico entre los clásicos si hablamos de efectos especiales, quien pone a disposición de la película todo su buen hacer y es por ello que su trabajo en Lifeforce no ha envejecido un solo segundo. Por la parte de los años ochenta encontramos en el guion a Dan O’Bannon y Don Jakoby que, sin pudor, mezclan vampiros espaciales, desnudos gratuitos, homenajes al Dracula de Bram Stocker, masacres, disparos, muchas explosiones, sadomasoquismo y algunas gotas de erotismo…

Y luego está la música, o debería decir LA MUSICA, del inmortal Henry Mancini que se aleja de sus temas de coctel como Breakfast At Tiffany’s o The Party para ofrecer un tema principal que parece de otra película y que es un regalo para los oídos del espectador; cada momento en que suena el tema central de Mancini, Lifeforce se dispara hasta la estratosfera.

En el reparto encontraremos aportaciones de diversos países, resultando la más floja el protagonista americano Steve Railsback a quien le falta el carisma necesario para empujar la historia, justo lo contrario a la apuesta inglesa ya que Colin Firth, Frank Finlay y el gran Patrick Stewart llenan la pantalla; respecto a Mathilda May, cumple pero digamos que no estaba en la película por sus capacidades interpretativas.

Lifeforce es una cinta irregular, alocada, pero que jamás aburre gracias a un ritmo imparable. A la hora de acercarse a ella hay que dejar los prejuicios en la puerta y estar dispuesto a divertirse. Si no te acaba de convencer – imposible pero todo puede ocurrir - déjate llevar hasta la destrucción final, disfruta sus maravillosos efectos especiales y la grandiosa música mientras elijes a tu extra favorito.

https://www.terrorweekend.com/2020/06/lifeforce-directors-cut-review.html
TerrorWeekend
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6 de octubre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con motivo de la expectación creada por el paso del cometa Halley en 1986, el cine fantástico no podía dejar de pecar de oportunista ante tan jugoso suceso. Así pues, vino el gran Tobe Hooper con un libro friki en la mano “(Vampiros del espacio” de Colin Wilson) y pensó hacer con él y con el cometa Halley una buena orgía de terror. “Lifeforce” nació como una especie de homenaje al género, mezclando la ciencia-ficción con subgéneros del terror basados en vampiros y zombies, pero todo mezclado casi de aquella manera.

La historia de la cinta no tiene desperdicio: una misión espacial tripulada va a encontrarse con el cometa Halley aprovechando su acercamiento a la Tierra. Pero allí encuentran algo más, una especie de enorme nave extraterrestre en la que residen tres cuerpos totalmente humanos y desnudos dormitando en unos compartimentos transparentes. Una vez en la Tierra, esta gente se despierta y se dedican a succionar literalmente la vida de cualquier incauto que se les acerque, secándolos y convirtiéndolos en verdaderos zombies, y para hacer el acercamiento más fácil los vampiros espaciales están de buen ver. La que parece ser la cabecilla, nada menos que Mathilda May, va paseándose en cueros por ahí buscando su alimento por cualquier sitio al que apunten sus atributos, y claro, así cualquiera no se acerca…

Hooper venía de firmar la magnífica “Poltergeist” (1982), de la que “Lifeforce” no imita en casi nada. A pesar de las buenas intenciones de Hooper por hacer una película entretenida y memorable, argumentalmente le salió el tiro por la culata al arriesgarse tanto con elementos que, al tratarse de un conglomerado de estereotipos, es más fácil caer en el despropósito. El guion así hilvanado se tiene que mover necesariamente por irregularidades y por sinsentidos cuyas resoluciones sólo se conciben si se es muy permisivo. Extraterrestres, vampiros y zombies conviven como si de un seminario de terror se tratase dentro de una estructura que recuerda a la serie del Quatermass cinematográfico, especialmente a “¿Qué sucedió entonces?” (1967) por aquello de la investigación y del caos en la ciudad hacia los minutos finales.

En el aspecto técnico sí podemos destacar la calidad de los efectos especiales, puramente artesanos y por tanto ya anticuados, pero vistosos y en algunos momentos sorprendentes. La fotografía de Alan Hume es colorida y vistosa, consiguiendo contrastes de tonos con una amplia paleta cromática que Hooper suele utilizar en muchas de sus películas. La banda sonora de Henry Mancini también resulta adecuada y acertada.

Nos quedaremos con “Lifeforce” como película muy entretenida y vistosa que alimenta la mitomanía friki y que empieza a utilizar desnudos como exigencia del guion, algo ya bastante destacable de por sí en el cine comercial del momento.
Richy
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