Campeón

Un ex-campeón de boxeo (Jon Voight) cuida de su hijo desde que su mujer (Faye Dunaway) les abandonó. Cuando ésta reaparezca años después, él se planteará volver al ring para no perder la custodia del pequeño.
Remake del clásico de King Vidor, una tierna historia paterno-filial con el jovencito Ricky Schroder arrancando más de una lágrima al público de entonces, fiel a los esquemas melodramáticos de Franco Zeffirelli. Un éxito comercial, que no crítico, luego olvidado.



"¡Al final el campeón siempre gana!"

Melodrama intenso como las nespresso que se toma George Clooney. Uno piensa que va a ver una película con el sonao de Jon Voight, boxeador retirado dedicado a limpiar establos, dando guerra con buen humor, chicas, bares y juego, ejemplarizando a su hijo de cómo no se deben hacer determinadas cosas. Educando con situaciones reales, borracheras, jugando y arruinándose y más cosas, y no con palabras, psicólogos y consejitos como hacen los padres progres y demás entendidos. Pero no, ésta nada tiene que ver con esas estupendas películas de las viejas estrellas de los Rodeos, esas que surgieron en los 70 para civilizar las películas del Oeste (que prácticamente finiquitaron en los 60) y que más o menos iban de lo mismo; de una especie de redención ante su despilfarradora vida. Aquí está el niño, hijo amantísimo que a pesar del declive de su padre no deja de admirarlo. Te lo puedes creer. No falta la mujer traicionera que lo abandonó años atrás y así ya está montado el lío. Pero el rudo vaquero no existe.

La película abusa de situaciones tope para llorar de lo lindo, lo bueno es que no llega a la tragicomedia y se va soportando (lo del accidente de la yegua es de lo más artificial). Ahora bien, si uno se pone con ella y quiera llegar hasta el final, seguro que termina echando de menos una institución de Menores que se haga cargo de ese niño y lo saque de la película lo antes posible.

Remake de una película con el mismo titulo, que nos cuenta el día a día de un hombre que vive con su hijo, después de que su mujer les abandonará a los dos y al que le gusta beber y apostar.
Muchas veces es el chico el que hace de padre en esta relación, en la que el niño tiene a su padre en el pedestal de campeón, a pesar de que éste camine por el barro.
Llega al corazón el vínculo que une a estos dos personajes, como combaten en el día a día unidos.
La aparición en escena de la mujer que los abandonó a los dos, les distanciará, ya que ésta pretende hacerse cargo del niño después de abandonarlo tiempo atrás.
Será entonces cuando su padre luchará por su hijo y volverá al cuadrilátero para demostrarse a si mismo que es el campeón que su hijo siempre ha creído.
Puede pecar de sensiblera, pero la historia que cuenta merece la pena, llega al corazon, conmueve y enternece.

Kramer contra Kramer + Rocky.
Porno terrorismo sentimental que al principio en cierto modo te embelesa por sus colores pastel crema (el informe) pelícano rosa y por la vida que exulta exuda exhala, la calidez audiovisual colorista vívida que te acurruca estimula arrulla tan bien filmada, hasta que las orejas del lobo asoman encarnadas en la funcionalidad formularia más histérica tétrica que jamás imaginaste que posible fuera, abracadabra, el niño llora lo que no está en los escritos, se llora, de hecho, a sí mismo, se vomita o replica, se aliena o alieniza, no son lágrimas, es su sangre, su piel y sus huesos lo que derrama o rebosa la copa, el vaso está hasta los topes, se sale, la presa, franco pantano, inaugura, varias millones de veces lo hace, ese proceso de lavado interno, la purga, se drena, como el césped de un estadio de fútbol, el jardinerito, como Lucho Herrera, de hecho yo creo que le dopan o doparon fuerte, diuréticos a cascoporro, vías de agua, agujeros por todo el cuerpo, esponja, coladero, para poder soportar ese tren (o transatlántico, crucero) de vida cinematográfico abyecto, a galeras, pobre infante, debió quedarse en las espinas o branquias, agallas, perder cientos de miles de hectolitros, inunda, deshidratado, destila, en el desierto de (Cristo contra) Arizona o en las Bardenas durante meses perdido, abandonado a su suerte sin una siquiera puta cantimplora que echarse a la seca como un estropajo boca, como Cable Hogue, no hay otra, transfusiones de agua debieron hacerle a cada rato, atado a la aguja y el suero y la litrona, filtra, eso sí que es una verdadera tragedia (maltrato, abuso, explotación infantil delante de nuestra cara, normal que la gente considere esta película tan triste, la más triste de todas, y se ponga mala, como para no, como para horrorizarse al contemplar las ciento veinte jornadas de sodoma perpetradas en el cuerpo y alma de un ser tan indefenso, lógico, lo comprendo, de hecho, el que no se compadezca o también llore es una mala persona, sin conciencia, ni a los boxeadores los días previos a la gran por el campeonato pelea del mundo les succionan tanto el líquido elemento para que den el peso, solo cuero, carcasa, adefesio, agonía, sauna, gatuperio, heliogábalo no, quilombo, cotolengo), las perrerías fechorías sin cuento que le hacen a esta bendita criaturita para convertirla en un fenómeno de feria, circo, barraca, en un monstruo del lago y del río y del océano, licuado, sirenito, anfibio, ancas, delirio, al terminar la película, de hecho, el proceso, se echó al mar la mar y nunca más volvió o de él se supo, el que dice ser él es un cutre sustituto, un ridículo impostor, energúmeno delictivo, que lo detengan, que le lleven preso, se le perdió la pista, se hizo plancton, alga, liquen, fondo marino, una bestia ciega y sorda del abismo limo, de la sima más profunda, donde la existencia es pesadilla, pena, apnea, china tortura, gota a gota, verso a verso, leyenda negra, gore, acabose, miedo, escándalo, barbarie, atavismo, miseria, espanto, grima, onomatopeya, acertijo, jeroglífico, del silencio los gritos y de la tormenta el fuego, en fin, como venimos diciendo, sadismo infantil en directo y en diferido, consentido por todos, alentado, aplaudido, paludismo, reído, emocionado, el sufrimiento del niño como caja registradora, clinc, clinc, ríe, la concha de la llorera y de la lora, por todas las partes y escondites estandartes estándares, de los que dejan o queda huella, ofrenda, afecta, acojona, impresiona, aterroriza, demanda y oferta, implica, de la especie terrible vergüenza, si esto es lo que le hacemos a nuestras más santas e inocentes crías, imaginad nuestro destino o esencia, de lo que somos capaces o qué es lo que realmente nos define, Lovecraft, Apocalipsis, Quadrophenia, Armagedón, Nada de Nada.
Ella está increíblemente guapa o atractiva, locura, y hace muy bien de arpía redimida, es lo que suele pasar, con el dinero, que cuanto más tienes o adquieres posees, aumenta la renta, mejor te vuelves, otro vuelo, otro aire, te contemplan, el espesor moral se adensa, más fino, culto y generoso pareces/eres, más concienzudo, articulado, elevado y pertinente, más maternal si cabe que antes, tu mano es cuna, de héroes.
Jon (que no John) Voight hace lo que puede, pobre, padre, cargar con ese mochuelo, nacer para esto, hay que arar, pasar la mopa.
Los demás ahí andan, el gran Warden, Strother...
Es tosca y agresiva argumentalmente, para masturbarse con el moco, pañuelo, con las aletas, bucea, para berrear empalmado, embutido en un buzo, para hacer aguas mayores y menores mientras te trasformas en un tritón, en una salamandra, caracola, en un sapo, en una rana, albatros, al pathos, agua, la vida comenzó en una charca o sopa, cenagal, ciénaga, y esta película ahí estaba, haciendo tiempo, esperando el gran y original acontecimiento, tiburón, piraña, orca, delfín, ballena, a la fuerza, morsa, ahorcan.

Hace unos años, me ganaba la vida echando unas horas tras la barra de un bar, a modo de pagar mis estudios universitarios. De aquella experiencia enriquecedora, recuerdo una de las imágenes que enturbió mi mirada. Aquel tipo venía al bar a horas en donde casi nadie había, normalmente estábamos a solas. A veces, llegué a cambiarle 200 euros en monedas, para que se los echara a las tragaperras. Un chaval joven, seguramente de la edad de “The Champ”, con una bella mujer y dos niños pequeños. Se me retorcía el alma viendo cómo aquel próspero joven hijo de empresario, echaba por la ranura de la máquina toda su felicidad, y la de sus hijos. Al ver al viejo campeón del mundo de boxeo, ver cómo se buscaba así mismo en el juego, retornaron a mi mente aquellas imágenes.

El llanto de ese niño creo que es solo entendible por aquellos que no hayan tenido unos padres idílicos, o hayan observado los padres de otro de cerca. Cuando mi padre se largó de casa, hace ya muchísimos años, siendo yo menor de edad… yo era ese niño entre un millón. Y, al igual que T.J., quieres a tu padre sobre todas las cosas. Esa historia es real, tal como se ve. Difícil de entender, sí, pero es que así funciona el ser humano. No siempre lo pobre es lo peor, ni lo rico lo mejor. NI siquiera cuando tienes a una bella madre como Faye Dunaway (la mía también lo era, Dios la tenga en la gloria). “Verdad que es hermosa?”, dice “The Champ” en el ring, en una de las manifestaciones de amor más sencillas y hermosas de la historia del celuloide.

Como dato anecdótico, resaltar la aparición de Dana Elcar, el jefe de MacGyver, que me hizo rememorar viejos tiempos.