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Woody Allen: El documental

Documental Recorre toda la carrera de Woddy Allen, film por film, a través de clips y numerosas entrevistas a actores, escritores, fotógrafos, directores, productores y a él mismo, acompañándolo en su rutina diaria, en su estudio, por las calles de Brooklyn, en su antigua casa y en el colegio de su infancia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
8 de enero de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno de acudir a una sala de cine a ver un documental sobre Woody Allen es que sabes que juegas en casa. Todos los espectadores, o la mayoría de ellos, casi seguro que son admiradores del director neoyorquino y eso se nota en el ambiente.

El documental, en mi opinión, basa sus puntos fuertes en pequeños detalles poco conocidos o menos frecuentes cuando se habla de Woody Allen. Desde rodajes vistos por dentro, hasta las propias manías del director a la hora de trabajar. Todo ello intercalado a lo largo del recorrido que Weide hace sobre la vida de Allen, donde múltiples personas del mundillo alaban su obra como suele pasar en este tipo de documentales.

Un documental con mucho encanto si eres seguidor de la obra del incombustible gafotas, y que, si no le conoces pero te interesa introducirte en su cine, lo mejor sería que lo ignoraras y a continuación empezases por ver cualquiera de sus películas.
Serch
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10 de octubre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
163/18(28/09/15) Joya para fans Allenianos, entre los que me cuento, extraordinario documental dedicado a la vida y fascinante filmografía de uno de los creadores más prolíficos y geniales que ha dado el Séptimo Arte, el realizador Robert Weide tras insistir mucho consiguió sacar del hermético Allan Stewart Konigsberg una jugosa entrevista en que repasa con humor y mordacidad su trayectoria vital y profesional. Documental partido en dos, primera parte abarca desde su nacimiento hasta 1980, 110 minutos, donde más resplandeciente es el relato con imágenes de sus comienzos, la segunda parte se dedica a sus films durante estos últimos 31 años, 83 minutos en que sobresale como hablan de pasada de su escandalosa ruptura con Mia Farrow, su paranoia con los guiones y su modo peculiar de dirigir a los intérpretes.

Allen desde 1966 ha escrito al menos un guión al año, 15 nominados a mejor guión original en los Oscars, gana tres, 41 films dirigidos hasta 2011, gran parte protagonizados por él, según Mariel Hemingway, las que no son joyas, tienen siempre algo interesante, llama a esto "la teoría cuantitativa", de que tantas alguna le salga buena. Dice todavía sueña con hacer un gran film, aspiración no ha podido concretar (según él), su “teoría cuantitativa” le ha llevado a hacer algunas obras superfluas, pero será un Dios del Cine por siempre con Obras Maestras como “Annie Hall”, “Manhattan”, “Zelig”, “La Rosa Púrpura del Cairo” o “Días de radio”.

Arranque brillante, bella toma general aérea del puente de Queensboro, hermosas tomas de Manhattan, adornadas con deliciosa música de jazz (muy Allen), oímos a Allen <Escribir es la buena vida: Te levantas por la mañana y escribes en tu habitación. En tu habitación todo es genial, porque no tienes entregas. Escribes y te imaginas que es 'Ciudadano Kane'. Todo lo que escribes es genial. Pero cuando sales y tienes que ponerlo en marcha, te topas con la realidad. Y todos tus esquemas sobre componer una obra maestra se reducen a: “Me prostituiré todo lo que haga falta para sobrevivir a esta catástrofe”>, y comienza un redoble de orquesta con los créditos iníciales, fascinante arranque, sigue con un encadenado frenético de loas al genio de gente famosa, (lo tildan de Hipocondriaco, tímido, loco, ah, y muy divertido), tras esto Woody habla <Mucho de lo que se ha filtrado sobre mí a lo largo de los años ha sido completamente mitológico. Completamente exagerado o absolutamente falso. Algunas cosas eran ciertas, claro>, UN GENIO. Vemos tiernas fotos de Woody de bebe, Allen remarca su peculiar personalidad <Mi madre siempre decía que, al principio, era un niño muy dulce y alegre. Y después, hacia los cinco años, me volví más gruñón y amargado. Creo que cuando fui consciente de mi mortalidad, no me gustó la idea. “Qué quieres decir? Se acaba? Esto no sigue eternamente?” “No, se acaba. Desapareces para siempre” Cuando me di cuenta de eso, pensé: “No cuentes conmigo, este juego no me gusta” Y después de aquello nunca volví a ser el mismo”>, esto se encadena con un clip de “Días de radio” análogo a lo dicho, GENIAL.

Woody surte las imágenes con su punzante verborrea, aforismos, sexualidad, religión, crisis existencial, la muerte, sobre el proceso creativo, dejando constancia ante todo que pretende que su obra hable por él. Quizás no introspecciona a la persona, a algunos les gustaría que como tanto se ha dicho que los films de Allen tienen tanto de autobiográfico, se expusiera mucho de su vida privada para mimetizar las dos áreas, pero en la sutilidad está el verdadero sabor sibarita. Robert Weide dijo <El no quería fuera un homenaje que lo pintara como un genio, porque es muy autocrítico y no se ve así>, el documentalista no hizo caso, quizás porque la realidad es tozuda.

Memorable entrevista contemporánea en que lo acompañamos en un evocador paseo por su barrio en Brooklyn donde creció. El trabajo se estructura en tres bloques interrelacionados, la susodicha entrevista, imágenes de archivo (comienzos y clips de sus films), y loadoras entrevistas a gente que lo conoce. Allen cuenta con mucha gracia anécdotas brillantes, relata con oratoria mágica la mística de la creación artística, las diferentes fases, la infinita inseguridad, la eterna insatisfacción, se nos habla de un genio precoz que con 16 años enviaba 50 chistes diarios nada menos que en el New Yorker.

En un delirante tramo Woody muestra su máquina escribir alemana (Olympia) que compró a los 16 años por 40 dólares, con la que aún escribe todos sus textos (no trabaja con ordenadores), cuenta de modo sorprendente como corta y pega (literalmente). En otro tramo cuenta como se casó a los 18 años con Harlen <Cuando eres muy joven, vas al cine, a la bolera, a restaurantes, y de pronto no te queda a donde ir, salvo casarte>. Charles joffe y Jack Rollins, los agentes de toda la vida de Allen, hablan de los comienzos de este en los escenarios. Abracadabrante verlo en imágenes de archivo de 1966 en un programa tv peleando en un ring con un canguro, o cantando a dúo una canción con perro parlanchín.

En un tramo más personal se habla de sus relaciones familiares con su madre, su hermana Letty Aronson, su exesposa Louise Lasser, se habla de su química con Diane Keaton. Se cuenta como comenzó su fascinación por Ingmar Bergman por ver un desnudo en cine. Tras una etapa superficial de cine de puro slapstick cambia para dar más fondo con “Annie hall”, Woody lo definió así <Voy a sacrificar algunas carcajadas por una historia sobre seres humanos...Hasta Annie Hall, yo sólo estaba interesado en hacer reír al público>. Se nos habla de su fructífera colaboración con el gran director de fotografía Gordon Willis. Se nos cuenta su aversión a los premios. Tras esto se adentra en un drama crudo “Interiores”, tremendo fracaso comercial, al que Allen responde con <Me siento más feliz fracasando en un proyecto que me entusiasma, que teniendo éxito en un proyecto que no me supone un reto>. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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15 de mayo de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Woody Allen: el documental es un repaso a la amplia trayectoria vital y cinematográfica del genio más neoyorquino, o del neoyorquino más genial. Durante tres horas, el documental se extiende y examina exhaustivamente la carrera del director; a pesar de la duración, en ningún momento se hace pesado, aunque me temo que los que hayan seguido de cerca su filmografía, como yo, poco nuevo van a descubrir.
Tiene el mérito esta producción de recopilar multitud de testimonios y de retratar muy bien el método de trabajo del cineasta. Tal vez se le podría pedir que en algún momento jugara más con el montaje y con la información que se nos da, que rompiera un poco el esquema cronológico desde el que se plantea el documental; no obstante, es una película valiosa, que sabe seleccionar bien la información (son tres horas, pero la carrera de Woody daría para hablar una semana) y que, aunque adolece de cierto esquematismo, es perfectamente disfrutable, sobre todo por los admiradores.
juanantlopez
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6 de septiembre de 2013
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Solo a los grandes bufones se les permite decir la verdad sin que les corten la cabeza y solo ellos poseen la formula secreta para no volverse locos ante él: el humor.
El señor Allen, Woody, desde que tuvo uso de razón viene contándonos por escrito, de palabra o en imágenes con la innegable lucidez genio-ingenio de bufón contemporáneo la gran tragedia de la existencia humana.
Lo primero que hace un ser humano al nacer es comenzar a morir. El viaje sin embargo se puede y se debe disfrutar mientras dure a base de ser capaces de reírnos de nosotros mismos, aunque buena parte de nosotros bastante tenga con subsistir.
Weide construye un documental impoluto, clásico, dando un repaso exhaustivo a la obra de Allen y algunas pinceladas necesarias a su vida privada sin omitir nada y sin profundizar demasiado en ella. Su larga duración parece corta a aquellos que somos fieles a su trabajo y más que suficiente al resto.
Sus influencias, su incansable capacidad de trabajo para poder dejar de trabajar e irse a casa a ver un partido, su aparente impermeabilidad a lo que piensen de él y su obra, sus dotes peculiares como director de actores.... todo se va desgranando a buen ritmo con entrevistas siempre positivas de aquellos que le han tratado. Supongo que alguien tendrá alguna opinión negativa sobre su obra o su carácter pero a excepción de la inevitable Mia Farrow no asoman por la pantalla y a servidor no se le ocurren.
Chaplín, Groucho, Allen....(por citar los más influyentes), una linea que aún no tiene continuidad desgraciamente. A lo mejor por eso este hipocondríaco de la muerte sigue aguantando, la inmortalidad artística que ya sabe que se ha ganado no es comparable con un segundo más de vida. No podemos vivir sin bufones que nos canten las verdades.
ELZIETE
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11 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí no hay ficción, ni tópicos, ni mediáticos mensajes de ningún egocéntrico, paranoico nihilista ni sublimado personaje, solo está el incansable creador siempre interesado por encontrar nuevas ideas extraídas de sus innumerables notas de viajes, estancias en hoteles o en cualquier otro lugar, notas que le acompañan hacia la personal conjunción hasta hacerlas coincidir un nuevo relato, ponerlo en marcha y enfrentarlo con la producción, haciendo lo necesario para conseguir su propósito y dirigir su nuevo proyecto, convertido en trabajo creativo, en constante movimiento, en tesón con sus proyectos, siempre interesado en contar historias. Robert B. Weide realizó el documental que nos acerca al multidisciplinar Woody Allen, creador urbanita y cosmopolita, donde recrea las filias y las fobias humanas, generalmente de los entornos abrumadoramente habitados, intentando disociar en lo posible el creador de la persona. Para Woody, la vida consiste en como conseguimos distorsionarla.

Recuerda sus primeros años en Coney Island, siempre rodeado de familiares, o de amigos cuando se pasaba las horas en la calle. Allan Stewart Konigsberg (posteriormente Woody Allen) de padres longevos, y un abuelo que en tiempos fue dueño del cine Midwood donde pudo ver muchas películas, sobre todo las de Bergman y las que ahora se consideran clásicas, creciendo junto a unos padres que, o bien discutían o no se hablaban. El atareado padre de Allen era grabador en joyería, barman, camarero, taxista, corredor de apuestas…, lo que fuera para sacar a su familia adelante. La madre era quien tenía que presionar para que Allen y su hermana Letty Aronson hicieran algo con los estudios. Este Woody de barrio devino en un excelente creador de historias que el documental nos muestra con profusión de detalles, ampliados desde las diferentes opiniones profesionales del entorno cinematográfico.

Un paseo por el barrio de su niñez nos lleva a los lugares donde vivió su infancia y adolescencia, rememorando además su interés por la música. Allen empezó con el saxofón soprano a la manera de su admirado Sidney Bechet, a los pocos minutos se decidió por el clarinete. Su evolución como músico le llevó con los años a tocar regularmente en el Café Carlyle, lo que de alguna manera, al desarrollar su sensibilidad musical, además del ritmo y tempo, le valdría para su posterior creación cinematográfica, trabajando previamente como colaborador, entre otros con Walter Winchell of New York, H Happened Last Night de Eael Wilson, New York Day by Day After the Ball… de Frank Farrell, Early Bird Coast to Coast de Gardner, o en The Lyons Den de Leonard Lyons.

En Woody Allen, el documental (2012), nos cuenta Robert B. Weide, entre otras muchas cosas, como encontró su nombre artístico y la evolución hasta adoptar la gafa de pasta negra como parte indisociable de su imagen. Nos permite ver los inicios de un cómico que negaba ser actor, contrariamente a la creciente expectación de sus actuaciones en locales o en platós de tv. El show de Chevy (1958) de Sid Caesar, o sus actuaciones en El Blue Angel, que le dio las primeras oportunidades como cómico en directo, entre otros muchos lugares, confirmaron sus naturales aptitudes para la escena. Desde un primer momento los productores Jack Rollins y Charles H. Joffe vieron en él un gran potencial, contado con profusión de detalles por ellos mismos.

Un artículo en el Times le cambiaron las cosas poniéndole por las nubes por sus actuaciones en el Bitter End, presentándosele la posibilidad de escribir un primer guión de cine ofrecido por Charles K. Feldman para Que tal, Pussycat? (1965). Desde ese mismo momento, y hasta llegar a sus títulos actuales, la evolución de Woody Allen ha sido incuestionable. Con Woody como actor, guionista o director, la cosa fluye sola, no tiene miedo al fracaso y nos cuenta su versión sobre la teoría de la cantidad, que es en lo que se basa para justificar la ingente realización cinematográfica hecha hasta la fecha. Un buen documental, profuso en imágenes de archivo así como en generosas referencias a su filmografía.
avanti
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