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Stromboli

Drama Para poder escapar de un campo de concentración, una mujer desesperada acepta casarse con un pescador de una pequeña isla llamada Stromboli. Pero escapar de una prisión la lleva al final a meterse en otra, y su vida en la isla es también una condena. (FILMAFFINITY)
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Críticas 48
Críticas ordenadas por utilidad
11 de abril de 2010
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La guerra produjo millares de huérfanos de hogar. Fugitivos apátridas abandonados a sus recursos en campos de concentración repartidos por toda Europa. La barbarie les había arrancado sus casas, sus familias y su identidad. Huían del desastre para ir a caer en otro. El desastre del hacinamiento y de la espera en campos de refugiados, sin ningún sitio al que volver, e ignorando adónde dirigirse. Unos cuantos contaban con parientes o amigos leales emigrados a países lejanos que les echaban una mano y estaban dispuestos a acogerlos. Los que pudieron se arriesgaron a marcharse a Estados Unidos, a Australia, al Reino Unido, hacia donde tuvieran alguna opción.
Pero Karin no tiene a nadie. Natural de Lituania, viuda, peregrina forzosa con el conflicto bélico siguiéndole los talones, ha dado con sus huesos en un campo italiano. Tiene dos alternativas: la primera, la más improbable, conseguir un visado para Argentina. Pero sus credenciales no son aprobadas por los burócratas que estudian su caso. La segunda alternativa, la menos prometedora, consiste en quedarse en Italia y casarse con un pescador más joven que ella que la pretende desde el otro lado de la alambrada del campo. Los romances de conveniencia, entre mujeres extranjeras y soldados italianos, surgen con urgencia. Nadie quiere permanecer en la ratonera.
De manera que Karin se ve forzada a elegir el mal menor: casarse con ese casi extraño, que le ofrece un lugar donde vivir, en Stromboli, una isla siciliana presidida por un volcán muy activo.
Pronto, nada más pisar la remota isla (remota en todos los sentidos, tanto el geográfico por su difícil acceso, como el emocional, por la opresión del aislamiento), Karin nota caer la asfixia sobre ella. Sabe que está fuera de lugar en ese ambiente cerrado, anticuado, primitivo, de marineros que laboran duramente en la pesca del atún, y de mujeres vestidas de negro de la cabeza a los pies que observan a la descarada extranjera con desaprobación. Karin procede de una cultura muy diferente, no es religiosa devota, no está acostumbrada a agachar la cabeza ni a reprimir sus impulsos. Sus maneras vehementes y espontáneas escandalizan a todo el pacato vecindario. Desde el principio, la marginan. La soledad es tan tangible como una pared.
La mujer se ahoga. Se ahoga de temor bajo la amenaza del volcán en erupción, se ahoga con el polvo y las cenizas arrastradas por los fuertes vientos, por la imposibilidad de alejarse de esa cárcel clausurada por todo su perímetro, en la que no puede dar un paso sin ser señalada y censurada. Y lo más triste es que su marido y ella no se entienden. Se esfuerzan, se tienen afecto, pero la suya es una relación de altibajos y choques. Sus intentos de conciliación terminan por irse al traste casi siempre.
Ella es un pájaro que no puede ser enjaulado…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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6 de julio de 2009
17 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Roberto Rossellini estaba enamorado de Ingrid Bergman, y viceversa, cuando se hizo esta película. Esta afirmación está sacada de cada plano, que a veces se eleva hacia lo metafísico. A través de la actriz el gran director trasciende y con pretenciosidad, que se le perdona, se convierte tras la cámara en un Dios, que establece sus dominios en una pequeña isla volcánica, y que premia o castiga a los humanos.

Una mujer lituana, proscrita sin papeles, recibe en pago de su liberal actitud un excesivo castigo: un matrimonio de conveniencia que la lleva a un diminuto reducto volcánico activo en medio del Mar Tirreno, al norte de Sicilia.
Su pesadilla, la asfixiante falta de libertad del campo de concentración, se multiplica por mil al aumentar el número de carceleros en un terreno sin escapatoria y sin cómplice alguno.
La cultura arcaica mediterránea estrangula cualquier brote de rebeldía de la rubia caucásica e imposibilita soluciones razonables, a pesar de algún intento de adaptación.
Imagino que Rossellini, conocedor de la Italia profunda, establece una especie de paralelismo con su propia y convulsa relación con la actriz sueca.

En algunos momentos el guión se convierte en documento antropológico y a través de una fotografía muy meritoria nos lleva a un análisis de la crueldad en situaciones de supervivencia, donde la naturaleza señalará a los elegidos que casi nunca serán los más inteligentes, ni los más sensibles.
La crítica, por diversas razones, algunas de ellas (las de Hollywood) tenían que ver con la moral de la entrepierna, se cargó comercialmente esta primera colaboración cinematográfica entre Ingrid Bergman y Roberto Rossellini. Decidan ustedes la visión artística de los que cobran por decir lo que piensan.
Sinhué
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27 de octubre de 2009
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si atendemos a Jean-Luc Godard (contemporáneo de Rossellini) “una película es un documental sobre su propio rodaje”; “Stromboli: el rodaje” es un documental con elementos para triunfar en todo el mundo: una historia de amor (Rosellini-Bergman adúlteros), costumbrismo pedagógico (escenas de pesca tradicionales) y acción con fuego y explosiones (¡un volcán que entra en erupción de verdad!).
Del escándalo amoroso todo se sabe (de hecho es una de las razones por las que la cinta tuvo tanta resonancia). Las escenas de pesca, de la evacuación de la isla o las imágenes del volcán en erupción son sin embargo igual de reales. Y es que no podemos olvidar el marco de creación de la película. Comienzan los años cincuenta e Italia es un cúmulo de escombros. Sólo hace cinco años de que Rossellini inaugurara su filmografía y una corriente cinematográfica (el neorrealismo italiano) con “Roma Città Aperta” a la que deberá fidelidad posteriormente.
Comprobamos que satisface a los puntillistas del neorrealismo retratando una comunidad desfavorecida (pobre y aislada) en una producción casi exenta de interiores (la cámara sólo pervierte un par de casas y la iglesia) con un reparto repleto de actores no profesionales (a excepción de la protagonista) y una cámara dinámica libre de trípodes
Pero tenemos plusvalías en la temática y en la forma. No sólo observamos una porción decadente de la sociedad italiana sino que nos centramos en el género marginado, la mujer (y por si fuera poco la mujer inmigrante y viuda). Es su situación y su dificultad el eje dramático y narrativo. Es ella la causa de la continua pulsión visual y del incisivo punto de vista que nos obliga a seguirla por las calles laberínticas de Stromboli hasta desembocar en la falda del volcán (la cámara vuela continuamente sobre ella, a sus espaldas, persiguiéndola, mirándola de frente, dándole encerrona).
Karin (Ingrid Bergman) es cosmopolita, inteligente, dominante e independiente. Pero, enclaustrada en esa celda opresiva rodeada de agua, se convierte en el conejo indefenso que muere en manos del hurón (maravillosa escena de desesperación). Karin es la civilización avanzada y el progreso feminista, el virus que acabará fatalmente fagocitado en una comunidad anclada en el mito, el salvajismo y los instintos. Karin es atea, pero acabará rogándole a Dios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Fernando Polanco
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4 de junio de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Stromboli es un drama de corte neorrealista, aunque no del todo. El film es una metáfora de la Italia profunda, de la sociedad arcaica europea de la década de los cuarenta. Rossellini rodó una película a caballo entre el cine y el documental: desprovisto de guión, refleja simultáneamente las tradiciones y costumbres del pueblo con el drama que rodea a la protagonista. Este hecho se demuestra en la escena de la pesca del atún, donde el director italiano combina imágenes muy ilustrativas de los pescadores faenando y primeros planos de Ingrid Bergman donde su interpretación muestra la dureza y violencia de los hechos que ella y el espectador están presenciando.

Encasillamos esta obra en el neorrealismo porque Rossellini no contó para ella con actores profesionales, excepto la estrella sueca Ingrid Bergman, que envió personalmente una carta al cineasta en la que le confesó que tan sólo sabía decir “Ti amo” en italiano. La producción de la película se desarrolló en exteriores, en ambientes desoladores acentuados por el blanco y negro que aproximan la fotografía al expresionismo alemán de Murnau y Fritz Lang. Rossellini rodó largos planos secuencia, se valió del travelling, y de planos que muestran ángulos inquietantes. Todo esto se pone de manifiesto en la secuencia final, que supone el clímax del film: una bellísima y frágil Ingrid Bergman se encuentra en medio de un maremagnum de humo, cenizas y arena; su angustia la está guiando directamente hacia el volcán y el espectador se siente igual de afligido que la protagonista gracias a los intencionados contrapicados que emplea Rossellini. Poco a poco va aumentando el ritmo de la acción y de la banda sonora hasta cortar el momento de máxima tensión con un final abierto que nos deja intrigados y en cierta medida, insatisfechos.

La libertad es un tema que está presente en toda la historia pero que es tratado desde diferentes puntos de vista. Karin en todo momento anhela ser libre; por eso accede a casarse con
Antonio e irse a la isla, pero en ella no encuentra lo que estaba buscando. Por decirlo de alguna forma, sale de un campo de concentración para meterse en otro. Por lo tanto, otro punto de vista es la esperanza de alcanzar la libertad, y por eso trata de huir de una isla en la que es una extraña y la está matando lentamente. Otro tema es la soledad, reflejado en la protagonista. Ella es una extraña en un pueblo que no quiere aceptarla, no ama a nada ni a nadie de lo que hay allí.

En conclusión, Stromboli fue una apuesta muy innovadora de Rossellini, al aunar dos géneros tan distintos pero que se deben mucho el uno al otro. La película deja un sabor agridulce, al no saber cómo termina esta tragedia, pero ahí está la magia del cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
marcos_188
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3 de septiembre de 2008
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eso es lo que se pregunta Karin (Ingrid Bergman) una vez llega a la isla y se encuentra con el panorama desolador que le rodea. Ella que es una chica culta y de mundo se casa con chico de profundas raices y costumbres arraigadas con las que para nada se siente identificada, debido al mutuo beneficio de ambos para conseguir la libertad.
Ella esta bellisima y desde luego transmite esa angustia que cada vez le es más insoportable. Todos sus actos son censurados y criticados. Se siente prisionera en su propia casa y es totalmente incomprendida por su marido, con el que cada vez existe mayor desentendimiento.
Tengo que decir que no me queda muy claro el final aunque consigue aumentar la sensación de angustia.
La escena del desalojo del pueblo es totalmente real. Durante el rodaje el volcán entró en erupción. Es conmovedora. Lo mismo opino de la pesca en alta mar, una maravilla.
CRISPJO
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