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Mug

Comedia Jacek gasta pintas de rebelde y escucha a Metallica en un pueblo polaco de misa diaria, gris como un dolor de postguerra y en pleno milagro arquitectónico: construir un Cristo a escala del Corcovado de Brasil. Y en esas están cuando Jacek, trabajándole la cabeza al Jesucristo, cae dentro de ella y se destroza la cara. Ahora hay que rehacérsela, si bien los médicos confían más en la voluntad de Dios que en el bisturí, y Dios parece que ... [+]
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Críticas 12
Críticas ordenadas por utilidad
10 de enero de 2019
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy interesante drama rural, perlado de un humor sorprendente y fresco.
La película juega al desconcierto para narrar un incidente que cambia y trastoca totalmente la plácida vida de un joven polaco, amante del heavy y a punto de casarse.
Reflexión muy aguda acerca de la identidad, la percepción de las personas incluso por aquellos que le son más cercanos, el impacto de un incidente y sus consecuencias en toda una comunidad, casi como si se tira una piedra a un lago y la ruptura de la realidad superficial.
Especialmente aguda en sus críticas a la superstición más básica, ese núcleo familiar tradicional y la religión católica tan presente y arraigada en la cultura polaca.
Sorprende con unas rupturas profundamente sensibles y delicadas ( hay una secuencia con el abuelo del protagonista que es una auténtica delicia ) que resultan más efectivas gracias a una dirección discreta, cercana y que juega a la observación más intimista y que nos regala momentos no solo sensibles, como el descrito anteriormente, sino una conclusión pesimista e imágenes perturbadoras acerca de la pérdida de la imagen y sus consecuencias no solo sociológicas sino psicológicas ( gracias a la delicada interpretación de Mateusz Kosciukiewicz ).
Cecil
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9 de febrero de 2019
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Mug” es la última obra dirigida por Malgorzata Szumowska, directora polaca que pretende mostrar las realidades que menos le gustan de su país de forma ácida y crítica. Al principio del film vemos como una multitud accede a unos grandes almacenes en el que se celebran unas rebajas. Las peleas en ropa interior por conseguir los grandes televisores se suceden a cámara lenta ante nuestros ojos. Toda una declaración de intenciones para mostrar a una sociedad que ha abandonado el comunismo para caer en las garras del capitalismo más agresivo, aunque éste mire de ocultarse entre las buenas intenciones de una religión que no consigue tapar el egoísmo y odio al diferente. La crítica religiosa y a la sociedad polaca se hace todavía más perceptible al hablar de la construcción de la estatua de Cristo más grande del mundo (existe, es real, está en el pueblo de Świebodzin en Polonia y se finalizó en 2010), y comprobar como después de sufrir un accidente en la propia obra, el protagonista verá como ni la iglesia, ni la comunidad, ni incluso su pareja o familia, le aceptan y ayudan. Su hermana será la única que apoyará al nuevo Jacek, pero no se dará cuenta de que él, es el de siempre. Para enmarcar la escena del protagonista con su padre, único momento de trato normalizado que tiene el protagonista en toda la película desde que sufre el accidente. El resto no son capaces de tratarlo con normalidad. El temor a lo diferente. El odio a lo extraño.

El film muestra de forma costumbrista el día a día de Jacek y de su familia. Sus tradiciones, hábitos y relaciones propias y con la comunidad. Momentos absurdos que bañan con cierto tono de comedia una película que rápidamente vira hacia el drama por las vivencias de su protagonista. La cámara se mantiene mayoritariamente cercana al reparto, pero sabe cuando ampliar su foco para mostrar los paisajes o las tradiciones de la comunidad. El desenfoque constante de la imagen descoloca inicialmente, pero resulta justificado al darnos cuenta de que es un recurso narrativo que se sustenta en dos ideas principales: ver el mundo como lo percibe Jacek y mostrar una parte de la sociedad polaca. No se enfoca todo, pero la realidad que se muestra resulta absurda, triste, caduca y despreciable.

Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
Un hombre sin piedad
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2 de septiembre de 2019
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una pequeña población rural polaca de cuyo nombre no quiero acordarme va a misa hasta el más profano. Ahí la vida es un infierno grande porque absolutamente todas las ramas se conectan. La iglesia y la familia son la columna vertebral de la comunidad y cómo tal se respeta y se consagra. Tal es así que se planea construir un Cristo Rey de 36 metros para honrar la beatitud de sus gentes.

Sin embargo, el espectador, ya desde la primera escena, está avisado que va a ver una sátira. Un grupo de polacos asalta una tienda que ofrece unos televisores de oferta, para lo cual han tenido que quedarse en paños menores y batallar con otros entusiastas compradores. El consumismo es la verdadera religión, la que genera furor y pasión, no obstante, por inercia, todavía se mira hacia el catolicismo cuando alguien habla de proselitismo. Tal parece la jugada de la directora, que una vez dibujado el retrato costumbrista de ese pueblo lanza un proyectil en forma de accidente que pondrá a prueba la veracidad de los vínculos comunales (religiosos, familiares, vecinales y amorosos).

La obra se pregunta por los cimientos que sostienen la realidad. ¿Nuestra cara es nuestra persona? Una vez el protagonista es operado y regresa a su comunidad, la desconfianza se extiende casi en cada persona. Incluso entre los familiares. Cada persona del pueblo le da la espalda, a excepción de la hermana nadie parece capaz de tratarlo como antes. Su madre llega al punto de renegar de él y pide practicarle un exorcismo. En esta escena del exorcismo se retrata claramente el tiempo en el que transcurre la obra: un espacio en el que conviven la superstición y los eventos se registran en el iPhone. Esta madre es capaz de emocionarse con las historias sensibleras de la televisión mientras que con su hijo deforme muestra un corazón de piedra. Por contra, la hermana del protagonista se muestra seca en una entrevista televisiva mientras que en la realidad es la única que apoya al desgraciado. Así son nuestros tiempos.

La familia ya vemos que no aguanta la sacudida, pero tampoco la religión, pues la confesión por parte de los personajes más cercanos al accidente la hacen más por costumbre que no por una sincera necesidad de perdón o expiación. Se va a la iglesia pero no se piensa en los valores cristianos y por eso ahí la piedad brilla por su ausencia. Lo del Cristo Rey es pura tramoya.

Dicho lo anterior, a pesar de sus aciertos, "Mug" no deja de ser una cinta típica del festival de Berlín. Es decir: una medianía. Tiene un propósito, parece ofrecer una visión personal y capta algunos signos culturales, pero las formas no destacan por su inventiva u originalidad. Al contrario. La narración resulta desangelada, construida con planos muy convencionales, tampoco cuenta con imágenes verdaderamente potentes y los recursos visuales a los que se echa mano son ya materia muy manoseada. A la directora le puede la tentación del remarcado casi en cada escena, la caricatura termina siendo de brocha gorda y para más inri hallamos a un personaje central de lo más insípido que hay, un tipo acartonado, sin mucho impulso o interés y antes capaz de hacer el ganso a lo largo y ancho de esa infausta villa que no de generar escenas con fuerza. Para colmo, el final se limita a ofrecer el desenlace más obvio y convencional posible, algo que podría haber ocurrido cuarenta minutos antes.

Lo dicho, típica película del festival de Berlín, de esas que al cabo de cinco años ya casi nadie recuerda porque sencillamente no tienen demasiado calado. Por algo es conocido como el festival de las sobras del cine de autor.
Jean Ra
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30 de enero de 2019
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama polaco que ha conseguido algunos premios en Festivales como el de Berlín o Gijón y que nos cuenta la historia de Jacek (Mateusz Kosciukiewicz) un fanático de la música de Metallica, un rebelde de pelo largo y de buen corazón con una novia (Dagmara) de su estilo un tanto alocada, en un pequeño pueblo de la Polonia profunda. El trabaja en la construcción de una estatua (inspirada en la estatua de Cristo Rey de 33 metros construida en Świebodzin hace diez años) cuando sufre un accidente al caer de un andamio. Su vida da un vuelco tremendo cuando necesita un transplante de cara y quedar desfigurado. 

Al igual que el hombre elefante comienza a sufrir el rechazo de toda la comunidad, con solo el apoyo de su hermana Agnieszka Podsiadlik su vida empieza a ser un calvario.

Małgorzata Szumowska que ganó el oso de Oro en Berlín a la mejor directora en 2015 por "Body" empieza a abordar múltiples críticas a la sociedad como el tema religioso, moral, médico, la brutalidad humana etc, algunas veces con acierto y otras un tanto exagerado como la escena del exorcismo.

Los dos actores están tremendos, sobre todo la actriz Małgorzata Gorol que interpreta a Dagmara la novia de Jacek. En el aspecto técnico la fotografía no destaca demasiado al abusar mucho de la profundidad de campo quedando casi toda la película con imágenes borrosas en cada plano, algo que hubiese quedado bien en algunas escenas en concreto pero no en casi todo el metraje.

La película funciona como fábula sobre la belleza interior, con partes muy interesantes, pero otras quedan irregulares.
Destino Arrakis.com
videorecord
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30 de enero de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así como las producciones estrenadas en Cannes o Venecia reciben siempre mucha atención por la cinefilia y los medios y son estrenadas con relativa prontitud, no sucede lo mismo con el Festival de Berlín. Certamen que ofrece a primeros de año algunas de las propuestas más atractivas del cine europeo, y que el año pasado vivió una de sus ediciones más cuestionadas, con pocas películas bien recibidas. Las pocas que pudo disfrutar un servidor, sin embargo, me produjeron buenas sensaciones, con obras tan atractivas como En tránsito, Isla de perros o Museo. La película que nos ocupa fue, junto a Las herederas, otra del selecto grupo de películas bendecidas. Una muestra más de la siempre prolífica y prestigiosa industria polaca. Ganadora del Gran Premio del Jurado en la capital alemana, así como del premio del Jurado Joven en el último Festival de Gijón. Hablamos de Mug, la nueva película de Malgorzata Szumowska. Película que, pese al buen recibimiento crítico, quedó relegada al desván, y se estrena tardíamente sin pena ni gloria. Poco se ha hablado de ella previa a su llegada, pero me preocupé de tenerla marcada en nuestro calendario de estrenos a cubrir. Hay que apoyar el cine de la vieja Europa, y es para mí un placer cubrir los estrenos de una distribuidora pequeña como es Ver Cine. Fue por ello un pase al que acudí con entusiasmo, más aún cuando fui apuntado en la puerta por unos amigos. Y la película que disfruté y reflexioné a continuación no traicionó mis expectativas, tratándose de un buen trabajo muy estimable. Un tanto plana y complaciente con sus propias metas y mensaje, pero tan emotiva cómo amarga y divertida, acompañada de un estilo propio muy efectivo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Néstor Juez
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