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El profesor distraído

Comedia. Ciencia ficción El científico Ned Brainard (Fred MacMurray) es tan conocido por su capacidad inventiva como por sus mayúsculos despistes, que le han llevado a anular dos celebraciones de boda por incomparecencia. Sin embargo, Ned no pierde el tiempo y ha logrado elaborar una sustancia antigravedad llamada flubber, que sirve de combustible para los automóviles. Con este preparado, los coches pueden transitar por el espacio aéreo. Al conocer la noticia ... [+]
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
29 de enero de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una de las mejores comedias de la productora, con tal éxito que mereció una segunda parte. Ingeniosa, disparatada, fantástica, no sólo es una comedia, sino también ciencia-ficción. A pesar de su humor blanco y de su optimismo, consigue interesar de principio a fin, pues los diálogos y las imaginativas situaciones y gags superan el estupor del espectador de hoy ante este tipo de productos. Un profesor de universidad se encuentra tan absorto en sus investigaciones que olvida hasta casarse, pero a cambio descubre una sustancia que le permite ganar partidos de baloncesto, volar e incluso alarmar al Pentágono.
El argumento está bien aprovechado, destacando secuencias como la del especulador que rebota hasta las nubes, los saltos del científico, las imposibles jugadas del equipo de la universidad y los espectaculares choques de un coche de policía.
La película es de Fred Mc Murray, que interpreta idealmente su personaje de sabio despistado, bien apoyado por excelentes efectos especiales y por el encanto de Nancy Olson. Nada que ver con las artificiosas tonterías que posteriormente produciría la Disney. "Un sabio en las nubes" pertenece a esa serie de buenas comedias de los sesenta, como "Los robinsones de los mares del sur", "Tú a Boston y yo a California" o "Un gato del FBI". Me extraña que hoy esté un tanto olvidada.
Luis
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8 de diciembre de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Celebrada comedia fantástica que propone el invento de una prodigiosa sustancia volátil capaz de revolucionar todos los principios aerodinámicos permitiendo dar enormes saltos a las personas e incluso volar a los coches. Una producción de Disney para pasar un rato entretenido y jovial con los más pequeños, o también sin ellos.

A mí me recuerda casi más que a algo de Disney, a una aventura del TBO, situaciones rocambolescas, y con momentos de mucho ingenio que despiertan la carcajada más inesperada. Fred Murray, con ese aspecto bonachón interpreta a ese profesor chiflado, pasado de vueltas y de revoluciones, que se inmiscuye tanto en su trabajo que es capaz incluso de perderse el asistir a su propia boda.

Toda la película es un ejemplo de bondad y de ingenuidad.
El film estuvo cerca de alcanzar alguna estatuilla pues obtuvo 3 nominaciones en Hollywood, una de ellas los efectos especiales que, a decir verdad, se han quedado bastante obsoletos.

Decir también que quizás sobra algún minuto en el partido de baloncesto. Por lo demás una nota interesante para una peli similar. Un 6 ,5.
Mag61
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10 de octubre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
55 años tiene la pelicula ya, hay que mirarla con ojos compasivos ya que en muchos aspectos esta desfasada, los efectos especiales no están nada mal para su epoca,incluso estuvo nominada a los mejores efectos especiales, aunque la pelicula en general no ha resistido bien el paso del tiempo.

Aun asi se pasa un rato entretenido sin mas, algunas escenas como el partido de baloncesto, se hacen un pelin largas.
SERGIO
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27 de enero de 2023
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Ahí está, el peligro de la ciencia, dispuesto a hacer volar otro edificio con tal de probar un nuevo invento que según él pueda revolucionar el Mundo.
No se trata de Julius Kelp, él vendría algo más tarde. ¡Es el incomparable e incorregible Ned Brainard!

De la época de cuando nuestros padres disfrutaban las películas de Walt Disney seguramente caminando aún sobre cuatro patas. Nadie tenía las cosas más claras para hacer dinero que el mencionado visionario, y el utilizar a actores reales fue una tendencia en aumento desde los años '50 que llegó a su cúspide en la década siguiente. "El Bosque sin Retorno", "Tú a Boston y yo a California" o "Pollyanna", todas éxitos estrenados en poco margen de tiempo; la mejor baza para Walt, pensaba él, era sin duda Fred MacMurray, resucitado de sus cenizas cuando accedió a colaborar con él en el bombazo "The Shaggy Dog".
Su profesionalidad reveló también un enorme talento para el humor, y por supuesto debía ser explotado de nuevo. Las memorias del propio Disney como asistente a la exposición de ciencias de Bruselas se juntaron con algunos cuentos muy anteriores del autor y guionista Samuel Taylor, sobre "fuentes de energía comentadas al presidente de la nación"; la invención científica trasladada al mundo infantil/juvenil, y teniendo en cuenta los puntos de vista del productor, puede ser un problema, pero el caso es que después de la primera secuencia no hay duda de adónde está dirigido su enfoque.

¿Quién pudiera pensar que el Walter de "Perdición" tuviera semejante vis cómica? Pero así es. El actor se quejaba de que su tiempo en pantalla era más reducido que el de otros compañeros y sus bromas no tan graciosas; discrepo ya que nada más aparecer se mete al público en el bolsillo con su Ned Brainard, que le permite ser todo lo extravagante e histriónico que quiera, sin llegar al delirio de Jerry Lewis, terminando por encarnar a un torpe encantador más preocupado del gran avance científico que del mundo real. Pero Disney pocas veces trata el mundo real.
El de Medfield se ancla en una tradición muy cálida, ampliada con los vivos colores de la fotografía de Edward Colman, un pueblecito de esos de los EE.UU. de la prosperidad, cuyas gentes se reúnen en una comunidad afable. Por desgracia toda comunidad está dominada desde las sombras por un señor del Mal al que todo le pertenece (la viva imagen de Walt Disney Productions), en este caso Alonzo Hawk, enemigo de Ned, un tirano sin escrúpulos y también bastante ignorante pero desdibujado lo suficiente como para no resultar demasiado oscuro a ojos de un público infantil. Sí resulta complicado para éste el guión de Bill Walsh, cargado de palabrería científica ininteligible.

Aunque tal vez el niño de 1.961 tenía más inteligencia que el de hoy y pudiese entender esos monólogos interminables en los que se atasca MacMurray. El veterano Robert Stevenson sigue su racha de películas con la productora y demuestra que lo suyo es hacer comedia absurda y tontorrona, pero no por ello desprovista de ingenio (en especial reposando en las interpretaciones). Una vez se crea "flubber" saldrá a la luz así como el espíritu tan propio de Disney. Salida de la mente cándida y altruista de Ned, esta sustancia podría ser usada por todos los ciudadanos de Norteamérica, y no sólo los más privilegiados.
Desde el humilde agricultor hasta las poderosas organizaciones de defensa, una gran comunidad unida por una fuente de energía ni nuclear, ni atómica, y que no se ha producido con dolor (sí, explota el laboratorio del doctor, ¿pero acaso se ve algún rasguño?). "Flubber" es la cinta para unir a todos y cada uno de los organismos, y que se topa con las manos del tirano Hawk (un Keenan Wynn patético y maravilloso), preparado para enzarzarse con el protagonista en una serie de batallas y cara a cara cuales dibujos animados; uno de los episodios más recordados, y una inutilidad para la trama, es ese disparatado partido de baloncesto con todos los jugadores de la universidad local saltando sin parar.

Una historia de amor sin mucha sustancia se intercala de por medio, la de Ned y Betsy (la carismática Nancy Olson, endiosada por ser la Betty de "Sunset Boulevard", mostrando su lado más amable, afectuoso y acartonado), condenada al fracaso por la idiotez del primero, un genio incomprendido. El nivel de delirio se dispara duranta la última media hora, humillándose éste ante todos y mediando la presencia de los militares, sólo para que las tornas volteen y sea el empresario despótico quien sufra el ridículo frente al pueblo que creía dominar, ahora unido en una orquesta de risas muy entrañable.
Lo que está de más y de primeras no se entiende es precisamente la participación de las fuerzas de defensa y militares. Pero Disney pone sus cartas boca abajo cuando, en un alarde de patriotismo chirriante, Ned se dirige a Washington en su coche volador (tomado, cómo no, por un objeto no identificado por los militares, ¿un artefacto de espionaje comunista camuflado en un automóvil, símbolo de la nación?) para comunicar al presidente su descubrimiento, creyendo que, como se trata de los altos mandos, le pueden dar buen uso. Su ingenuidad destapa una visión mordaz por parte de Disney sobre el progreso del hombre de a pie cuando puede caer en manos de poderes superiores.

Pero "¡Estoy orgullosa de ser americana!", exclama Betsy, y el ejército y homólogos están presentados desde la parodia. Aun así esta sobreexposición propagandística de lo militar es desde luego inadecuado para un film familiar (no obstante la manera de pensar que tenían allá y en aquellos años '60 era otra...).
Ignorando este añadido, que es una porquería sin sentido, y sus ambiguos y controvertidos mensajes, "Un Sabio en las Nubes" es todo un divertimento para niños y mayores, lleno de optimismo, corazón, color y un alarde de efectos especiales innovadores. Nada que ver su mediocre "remake", que por supuesto descubrí primero, en mi tierna infancia...
Chris Jiménez
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