La deuda (Oliver's Deal)

"La deuda" es una de esas muchas películas que cualquiera, interesado en el funcionamiento del mundo, debería ver. Especialmente si no quiere perderse en complicadas tramas, datos y cifras incurables que en ocasiones no aportan más que lo que ofrece películas más sencillas como ésta: cómo los dueños del mundo devoran a todo aquel que no sea igualmente dueño, es decir, a toda la humanidad, pues ellos dejaron de pertenecer a ella.

"La deuda" es la ópera prima de alguien que sabe de lo que está hablando. Si hay notables carencias en su trabajo, yo y otras miles de personas no las apreciamos. Por encima de todo queda en nosotros una conciencia ineludible, un no mirar a otro lado cuando la información diaria pocas veces logra realmente concienciarnos, o bien nos manipula dejándonos ver sólo la puta punta de cualquier cosa, o bien nos perdemos en detalladas realidades que nos indignan tanto que a base de impotencia optamos por desconectar de lo que parece no tener reparación.

Esa conciencia es más férrea cuando la injusticia es "explícita" con carne y voz, ya sea en documentales, denuncias en primera persona o películas con un ritmo sobrio y una trama casi obvia. No se pierde fuerza por ello, la escena de la madre encamada convertida en yonqui no tiene nada que "envidiar" a escenas de películas supuestamente más consistentes, por nombrar sólo uno de los muchos momentos.
Cada vez el arte necesitará menos para reflejar que el mundo se ha convertido, más que nada, en una deuda. Hay quienes no necesitamos ya más datos ni más barullo, no más información para soluciones indescifrables.

Parece que a algunos les molesta que se trate el tema en repetidas ocasiones. Por desgracia, no parecen ser suficientes, así que está bien insistir, sobre todo si, como en esta ocasión, se añaden nuevos matices. A mí me parece una película necesaria, bien interpretada, con buen ritmo, que nos muestra la fragilidad humana cuando se pierden los principios de solidaridad y cooperación, cuando cedemos a la engañosa tentación del poderoso y nos olvidamos de nuestros iguales.

Nunca está de más lanzar un mensaje en pro de la solidaridad y en contra de los abusos capitalistas salvajes contra los ciudadanos de a pie.
Eso ha debido pensar Barney Elliott, director y guionista de La deuda, una fábula situada en el altiplano peruano que bien podría ser cualquier otra parte del mundo porque es la historia de los abusos del poder sobre los seres humanos individuales, unidos por el amor y la amistad contra ese mundo salvaje del dinero y la riqueza. Como tal, la película es efectiva, correcta, con escenas muy inspiradas y cosas. Sin embargo, la historia de la mujer que busca una operación para su madre no encaja con las demás, ni siquiera después de la vinculación que le crea Elliott, y el ritmo, especialmente en su primera hora, es demasiado lento, extremadamente lento incluso en su primer tercio. Y al final es una historia que ya nos sabemos de memoria, nada original y llena de tópicos, convencional y predecible hasta el extremo incluso en el enésimo papel de malvado de Carlos Bardem.
Afortunadamente Elliott ha contado con un excelente reparto encabezado por un excelente Strephen Dorff (ver cuando Oliver se hunde tras visitar una morgue), a quien acompaña un correctísimo Alberto Ammann en la piel de un personaje que representa la ingenuidad occidental frente a los abusos.
En definitiva, un correcto ejercicio para remover conciencias, de historias cruzadas y muy buenas intenciones.

Lo mejor. Stephen Dorff, los actores peruanos y su mensaje.
Lo peor: Es muy lenta durante demasiado rato y nada de lo que sucede sorprende lo más mínimo.

Thriller efectivo, aunque a veces disipado, que encuentra su mayor fuerte en la reivindicación social, conseguida a través de una meticulosa exposición de la realidad, el retrato de los personajes y su perfil interpretativo, y el mensaje de que toda acción, buena o mala, tiene su consecuencia. Barney Elliot se convierte sin duda en un director con mensaje propio al que seguir de cerca.

El título de la crítica hace referencia a las dos películas que en todo momento me venían a la cabeza cuando la estaba viendo: "También la lluvia" de Iciar Bollaín y "Babel" de Alejandro González Iñárritu.
Esta deuda cuenta también tres historias en paralelo, entrecruzadas, que tiene a la ambición y sus efectos como leit-motiv. Aunque sus intenciones son buenas a la película le falta garra. La trama no tiene la consistencia que tenía la obra de Bollaín, ni que decir de la fuerza de "Babel". Eso hace que se pierda el interés con facilidad.

Por otro lado nos encontramos con otro ejemplo de película con actores castellano parlantes doblados por otras voces que le sientan fatal a la verosimilitud de las interpretaciones.