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Modelo 77

Drama. Thriller Cárcel Modelo. Barcelona, 1977. Manuel (Miguel Herrán), un joven contable, encarcelado y pendiente de juicio por cometer un desfalco, se enfrenta a una posible pena de entre 10 y 20 años, un castigo desproporcionado para la cuantía de su delito. Pronto, junto a su compañero de celda, Pino (Javier Gutiérrez), se une a un grupo de presos comunes que se está organizando para exigir una amnistía. Se inicia una guerra por la libertad que ... [+]
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Críticas 70
Críticas ordenadas por utilidad
23 de septiembre de 2022
84 de 105 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Rodríguez lleva demostrando desde que empezó en el cine que su talento para narrar historias es inconmensurable. La obra maestra absoluta que es “La isla mínima” u obras excelentes como “Grupo 7” o “El hombre de las mil caras” nos enseñan que, si algo consigue el realizador español, por encima de todo lo demás, es convertir casi cualquier narración en una lucha tremenda. Bajando al barro sin temor a ensuciarse para conseguir colocar el foco en el mejor lugar posible para explicarnos lo que le interesa. Dejando, eso sí, muchísimo espacio a sus personajes (y a los actores que les dan vida) para crecer durante el largometraje y conectarlos con el espectador.

En esta ocasión, Rodríguez vuelve a la cartelera española por la puerta grande el 23 de septiembre (una vez más y no será la última) con “Modelo 77”. Película que nos traslada, gracias a la portentosa forma de narrar de Alberto, a la emblemática cárcel barcelonesa de la Modelo. Situándonos en plena transición española y contándonos una historia inspirada en hechos reales.
Huelga decir que la transición, en España, supuso un periodo ultra convulso de multitud de cambios, luchas y reivindicaciones. Una época que consistió en la búsqueda de una nueva España que dejase atrás los horrores de la dictadura franquista que había anclado al país durante casi cuarenta años. Prácticamente todos los ámbitos estaban afectados por este proceso de cambio y los presos, aunque olvidados en muchas ocasiones, no eran menos. De todos es sabido que, por culpa de un código penal fascista, las cárceles estaban repletas de personas que no debían estar allí. O que estaban en unas condiciones casi infrahumanas. Y, justo aquí, y en este momento histórico, es donde arranca la película.

“Modelo 77” se sitúa en ese lugar, muchas veces olvidado, y nos cuenta una historia sobre un preso común llamado Manuel que, esperando una pena muy corta, se da cuenta que va a tener que cumplir muchísimos años a la sombra por culpa de un sistema que olvida, sistemáticamente, a sus encarcelados. Y que solo los recuerda cuando le conviene.
Por lo tanto, el personaje al que da vida un enorme Miguel Hernán
(que está ante su mejor papel), va a tener que adaptarse a su nueva situación mientras lucha, al mismo tiempo, por cambiar el sistema desde dentro. Y nosotros, como espectadores, vamos a tener que adaptarnos con él mientras le seguimos en sus pequeños (pero muy importantes) pasos.

La cinta arranca con un ritmo elevadísimo y desde que nuestro protagonista cruza esas puertas y se cierran tras él, nosotros estamos allí encerrados también. La película es claustrofóbica y opresiva cuando lo requiere. Consiguiendo que empaticemos con el joven Manuel y su historia donde no van a faltar abusos, resignación y sublevación ante un sistema en caída libre.
Pero, al mismo tiempo, sabe separarse de ese clima opresivo para generar espacios casi intimistas donde Manuel se abra a algunos de sus compañeros y la cámara se cuele en esas celdas, con nosotros subidos en ella, para conocer las relaciones de lealtad que se establecen tras esos barrotes que te condenan a tener que confiar ciegamente en extraños, con lo que esto conlleva.

Javier Gutiérrez está fantástico y su personaje, tan críptico al inicio, pero muy rico en matices cuando se abre ante nosotros, es gran parte del alma de esta película. Jesús Carroza, que da vida a “el negro”, está excelso. Y aporta ese puntito cómico y de luz en un lugar donde hace mucho que se anda en tinieblas. Por último, tenemos a un Fernando Tejero absolutamente maravilloso, que vuelve a estar en su mejor nivel interpretativo, y demuestra que es capaz de manejarse en papeles dramáticos con total solvencia. Dar vida al “Marbella”, no es fácil. Y el veterano actor español consigue transformarse en él durante sus pequeñas (pero muy importantes) apariciones en la película. No me sorprendería que todo el reparto acabe nominado en los próximos Goya y que alguno se alce con la estatuilla en la gala.

En cualquier caso, como ya he dicho antes, creo que los personajes son el alma de la película. Y que por ellos es por donde como espectadores quedamos enganchados al relato. Pero, debo decir, que no es en el único punto donde anclarnos a esta historia.
El largometraje no deja de ser, obviamente, cine de denuncia. Y, como tal, funciona en muchas ocasiones. Esa lucha contra el sistema, ese pájaro de la libertad gritando desde cada celda y ese fuego de la revolución que arde contra un sistema corrupto hasta lo más bajo es gran parte de la victoria de este fantástico drama carcelario que te envuelve con él hasta el final haciendo que te coloques tú también tras las barricadas.

Es evidente que estamos ante una película dura, cruel y violenta. Pero es tan certera cuando quiere serlo y se siente tan honesta y realista en los momentos en los que coge a la justicia para quitarle la venda y mostrarnos su rostro que únicamente puedes caer rendido y aplaudir a Alberto Rodríguez por volver a lograrlo una vez más.
Quizá no sea la mejor película española del año. Hay muchísima competencia apretando fuerte (especialmente Alcarràs con su Oso de oro de Berlín bajo el brazo y su candidatura a los Oscar). Pero, desde luego, si que es una de las grandes y mejores cintas que nos dará el cine español en este fantástico 2022. Sinceramente, id al cine a verla. No os defraudará.

Twitter: @QuiqueMartin27, colaborador de Mundoplustv
Quique Martín
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24 de septiembre de 2022
58 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Rodríguez vuelve a examinar la historia reciente de España mediante un drama carcelario narrado con pulso, vibrante y contundente. Dos años después de la muerte de Franco, en 1977, un joven contable ingresa en la cárcel Modelo de Barcelona; allí se unirá a un grupo de presos que suma fuerzas para exigir una amnistía.

La película nos traslada a los albores de la democracia, época de esperanza, nos sumerge en la lucha de unos individuos que aspiran a un nuevo comienzo, quienes pretenden aprovechar los aires de cambio, mejorar sus condiciones, frenar los abusos, restaurar su dignidad, hacer valer sus derechos, y cuyas reivindicaciones chocan con el aparato institucional, la maquinaria burocrática, el orden establecido, los rescoldos de la dictadura.

El ambiente de la prisión está recreado admirablemente; uno se siente partícipe de las ansias de libertad, padece los golpes de los guardias, el reinado de terror de los funcionarios, la opresión de las celdas, entrevé la vida a través de los barrotes, reconoce la inseguridad de los paseos por el patio, disfruta con las reuniones secretas, aprende el funcionamiento interno de la penitenciaría, las reglas no escritas, los trapicheos, el consumo de drogas, identifica los distintos bandos, comprende las emociones que experimentan los reclusos.

El director vuelve a hacer gala de su talento para presentar personajes con un par de pinceladas, para fijar la atención en el detalle significativo, el gesto revelador, para atraparnos en un relato áspero, febril. Se rodea de intérpretes que desprenden veracidad. Ya no sorprende el gran Javier Gutiérrez, pero sí un excelente Miguel Herrán, asumiendo el protagonismo de la cinta, encarnando a un sujeto de cuyo pasado lo intuimos todo y apenas sabemos nada. Ningún secundario desentona; sobresale Jesús Carroza, habitual en los films de Rodríguez, y Fernando Tejero, en un registro diferente al que nos tiene acostumbrados.

“Modelo 77” es cine de calidad, impregnado de un sabor patrio inconfundible; amargo en ocasiones, ilusionante en otras, siempre realista. Lanza una mirada acerada sobre aquellos años, aunque nunca pierde su vocación de entretener.

“Éste es un país para los hijos de los dueños”
Jackie Daytona
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30 de septiembre de 2022
34 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Rodríguez; “La isla Mínima” y “El hombre de las mil caras”, vuelve a los primeros años de la transición para construir un relato a partir de los motines realizados por presos comunes en “La Modelo” de Barcelona exigiendo la amnistía que se había decretado a todos los presos políticos en 1977. Estamos ante la denuncia de un drama carcelario que resultó en el primer movimiento asociativo reivindicativo de presos comunes en lucha habido en España llamado COPEL.

La primera hora es trepidante y nos introduce de lleno en el microcosmos de la cárcel modelo a partir de la llegada de un joven delincuente impolutamente trajeado y que se siente muy lejos, aparentemente, del mundo sórdido que se abre a sus ojos. Estamos a finales de los setenta y los presos eran fundamentalmente ladrones, trapicheros de poca monta, homosexuales reconocidos y todo aquello que englobaba la ley de peligrosidad social. La heroína todavía no había hecho estragos en la sociedad pero ya empezaba a consumirse de manera habitual en los ambientes mas miserables.

Después de esta sobresaliente introducción en el ámbito carcelario y sus personajes, la película pierde algo de fuelle durante su media hora final y algunos personajes cometen acciones algo incomprensibles debido a la atropellada resolución final que en mi opinión, hubiese exigido mayor desarrollo.

Con todo, buena película que descansa fundamentalmente sobre los hombros de Miguel Herrán y Javier Gutiérrez, ambos muy convincentes, acompañados de grandes actores secundarios y otros no profesionales sacados de las barriadas barcelonesas mas desfavorecidas que dotan al conjunto de mayor veracidad.
kawenzotz
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11 de octubre de 2022
33 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película interesa por su aspecto histórico y documental. Para los que los hemos vivido, por años y estudios, no nos descubre nada, pero no es óbice para que desvele a otros los subterfugios, los desconchones de una democracia de nombre más que de hechos y de derechos.
Los presos, el sistema penitenciario, era el alcantarillado del régimen que hubiese en cada momento. Eran los residuos de una sociedad malsana que el Estado hacinaba en sus cloacas. A nadie le importaba lo que ocurriese allí, salvo a los familiares y a los propios presos.
La película, a mi modo de ver, adolece de un vislumbre escueto de lo que sucedía en el interior de las cárceles, donde los más vulnerables eran tanto o más carne de cañón de los otros presos como de los carceleros, que en ese momento poco tenían que ver con ser funcionarios de prisiones. También es comprensible esa simplificación para ir al centro del meollo.
Palizas gratuitas, humillaciones, abusos de poder... la democracia no suavizó las formas ni penetró en el entedimiento para modificar el miedo por el miedo. Los métodos siguieron siendo los de antes.
En general todo está tratado con un rigor propio de su director, Alberto Rodríguez.
La ambientación está cuidada y Javier Gutiérrez hace un magnífico trabajo.
Por último, algo me chirría dentro de la honestidad con que está hecha la película:
Carlos García Valdés, artífice de la Ley General Penitenciaria, del año 1979 creo recordar, y director general de Instituciones Penitenciarias, está tratado de manera respetuosa, de hecho se parece mucho físicamente y en sus modales al real (yo tuve la suerte de tenerlo como profesor de penología en Criminologia), pero opino que no se le hace justicia en los títulos finales cuando, de forma arbitraria a mi parecer, se indica que en la L.G.Penitenciaria no se contó con los presos (no era un Estatuto de los Trabajadores, vamos a ver), pero en su espíritu y contenido está una de la Leyes más avanzadas y progresistas de los sistemas penitenciarios del mundo. Que faltaran medios o voluntades no es achacable a su autor, convencido demócrata, contrario a la pena de muerte y coherente hasta el final -comprueben si no su trayectoria profesional y pública-.
Lis
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12 de febrero de 2023
20 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Modelo 77 es una buena película carcelaria, muy diferente, además, de Celda 211, con la que podría haber sido comparada.
Donde Daniel Monzón apostaba por un thriller puro y duro con elementos casi de aventura, Alberto Rodríguez entrega aquí una película casi histórica, social, con ciertos tintes de thriller, por supuesto, pero es más un drama que otra cosa. Quizás le falta el impacto emocional que sí han tenido este año, cada una a su manera, Cinco lobitos, Alcarràs y As bestas, por mencionar tres ejemplos, pero a nivel técnico es absolutamente impecable, y la narración avanza con paso firme y entreteniendo al espectador hasta el final.
Entre los actores, hay que destacar a secundarios como Fernando Tejero o Jesús Carroza, en dos personajes que parecen escritos para ellos, la continua excelencia de un Javier Gutiérrez al que nada se le resiste, y sobre todo un Miguel Herrán soberbio que hace la que quizás sea su mejor interpretación. Muestra una sensibilidad exquisita, y su mirada es limpia y realista.
No es la mejor película de Alberto Rodríguez (Grupo 7 y La isla mínima ganan por goleada), pero sin duda es una de las cintas españolas del año, y una muestra más del talento del cineasta sevillano.

Lo mejor: Los actores, todos excelentes (sobre todo Herrán y Gutiérrez), y la elegancia y seriedad de la propuesta.
Lo peor: Le falta más impacto emocional y más conexión con el espectador.
Sibila de Delfos
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