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Dúo

Drama Norte de Argentina. Carnavales. Tras un año en el pueblo con su madre, Mónica retoma un dúo de danza con su pareja. Juntos emprenden una gira por la cordillera de los Andes, en un intento de salvar la relación aferrándose a una promesa: "no dejaré de querer lo que queda de ti". ¿Qué hacen allí? ¿Actuar para qué, para quién? Nadie les pidió estar allí. Y sin embargo allí están, aislados, a la deriva, ¿qué fueron a buscar? La distancia ... [+]
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacer el cine que te da la ganta tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Ventajas: oye, que duermes bien y con una sonrisa en los labios. Desventajas: que tu película solo te gusta a ti. Y eso es lo que pasa con este muermo rodado por la realizadora Meritxell Colell en el altiplano argentino, que solo le gustará a ella. ¿Y por qué? Porque la historia no le gusta ni a los protagonistas, que deambulan con cara de querer estar en casa jugando a la play, pero sobre todo porque es IMPERDONABLE rodar en esos maravillosos lugares con la cámara pegada a las barbillas de la pareja prota. No. El cine es emoción y al final la emoción aquí solo la llevan los inditos de los pueblitos por los que pasan la pareja guay mendigando comida. Si se aburren tanto, podían haber ido a ver una peli, no hacerla.
Ojka
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20 de marzo de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bueno, multitud, multitud, lo que se dice multitud, quizá no, pero el tercer personaje de Dúo (2022), de Meritxell Colell, es realmente un personaje colectivo, pues para ello la directora barcelonesa se desplaza a unos remotos parajes del noroeste de Argentina, en la provincia de Jujuy, completamente insertos en la cordillera andina, donde habita una comunidad aimara en una minúscula localidad olvidada de todos.
En cuanto a la trayectoria cinematográfica de Meritxell, constituye Dúo su segundo largometraje de ficción, después de Con el viento (2018), pues Transoceánicas (2020) es un documental, pero resulta esencial destacar que esta joven cineasta mantiene en Dúo el espíritu de Con el viento y así ha sido destacado por la propia directora en diferentes entrevistas. Y repite protagonismo Mónica García.
La trama en sí consiste en un dúo de actores que deciden emprender una gira por los Andes para intentar encontrar un sentido a sus propias vidas y a la relación de pareja que mantienen.
Así las cosas, hay cuatro circunstancias que funcionan como cimientos de este filme y que, de manera curiosa, en lengua española empiezan por la letra s: soledad, silencio, sombras y sueños; animado todo ello por un afán de profundidad psicológica de los personajes, que realizan esa gira artística por un entorno desolado como reflejo de su propio mundo interior. De ahí que la parte factual de la película sea realmente escasa, pues cada secuencia sirve para apuntalar el alma de los personajes, sobre todo el de Mónica, que es, sin duda, el que más atención recibe en esta cinta de Colell.
Sin embargo, según anunciábamos al inicio de esta reseña, hay un tercer personaje que es la comunidad aimara que vive en esas remotas regiones donde se rodó el filme y que interacciona con la pareja protagonista de Dúo con total naturalidad, en intervenciones que unas veces buscó el guion, pero otras fueron espontáneas y quedaron recogidas en la grabación de la película.
Y todo eso es así, porque dicha comunidad aimara vive su propia utopía en un no-lugar, valga la redundancia, inaccesible para el resto de los hombres, lo cual viene a ser una condición sine qua non para cualquier impulso utópico que pretenda establecerse, de lo cual el cine nos ha regalado algunos ejemplos magníficos, como El bosque (2004), de Night Shyamalan, o la española Julie (2016), de Alba González de Molina.
Tomás Moro situó su utopía en una isla y esas cosas no suceden así por casualidad, sino que la región física por excelencia para el paraíso es la isla, como puede colegirse de ejemplos tomados de la ficción, tanto como de la realidad, pues, además de Moro, la acción de La ciudad del Sol, de Campanella, se sitúa en una isla; a Sancho le mueve la consecución de una ínsula, Barataria; en una isla, Sicilia, fracasó dos veces el quimérico sistema político ideado por Platón, etc.; porque es absolutamente imprescindible mantener la pureza adánica y en ese aspecto una porción de tierra aislada por el mar es de bastante ayuda.
La comunidad indígena que nos muestra Colell en Dúo simplemente mantiene su pureza primigenia, no porque sea un lugar absolutamente inaccesible, sino porque nadie está interesado en acceder a él.
Cabe observar, con todo, que el carácter de insularidad puede alcanzarse incluso cuando no nos estamos refiriendo a la isla en el sentido literal de la palabra, sino a regiones “insularizadas”, como pueden ser la cumbre de la montaña, el desierto o una casa, siempre que garanticen un espacio moralmente inmaculado. En definitiva, lo que el pensamiento utópico persigue es la disociación entre el espacio real donde el hombre se siente alienado y el espacio deseado, apto para una Arcadia, y eso es algo que transmite sin fisuras este magnífico filme de Meritxell Colell.
Se trata, por lo tanto, de un largometraje que se mueve en ese difuso territorio donde se solapan la realidad y la creación: ficción documental o docudrama, si se prefiere, que enlaza con la estética de Colell consistente en reflejar la realidad en sus películas mediante una dinámica donde los personajes no van a la cámara, sino justo a la inversa: la cámara va a los actores.
Y hasta tal punto fueron así las cosas, es decir, hasta tal punto la película es como una misma piel de la realidad, que el equipo técnico se hallaba a medio rodaje cuando les llegó la noticia de que Argentina se confinaba en seis días por el coronavirus, lo cual obligó a simplificar los planes de grabación, si bien luego el proceso de montaje fue lento y el resultado final resultó quizá mejorado, según reconoció Colell en la rueda de prensa posterior a la proyección de este largometraje en Festival de Málaga de 2022.
Por último, la fotografía juega un papel fundamental en esta película, como suele suceder desde que se inventó el cinematógrafo a finales del siglo XIX, pero la singularidad en este caso deviene de tres aspectos fundamentales: captar la pureza del aire y la magia chamánica de los colores; mostrar el modo de vida de la comunidad aimara en esos remotos parajes andinos; y servir de soporte a las meditaciones de la protagonista, siendo así que, para mejor lograr este fin, el largometraje que nos ocupa se grabó en Súper 8 y formato 1:1 en esos momentos reflexivos, frente al formato horizontal, sin llegar al cinemascope, del resto de la película.
Así, decíamos al principio que Dúo es una continuación espiritual de Con el viento y, en efecto, da la impresión de que Colell ha querido fotografiar el viento: no los efectos del viento sobre los objetos o los árboles, por ejemplo, sino el viento en sí.
Fco Javier Rodríguez Barranco
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2 de abril de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
*Realidad y ficción de la mano

Ambas, Meritxell Colell y Mónica García, se quedaron con más ganas de seguir trabajando juntas y de explorar más a fondo ese personaje. Así, el hecho de pasar un tiempo fuera de su lugar de residencia, como se puede apreciar en "Con el viento", le hace replantearse la vida al regreso a Buenos Aires, con su pareja.

Sin embargo, a pesar de tratarse de la continuación, la película Dúo tiene argumento suficiente para comprenderla perfectamente incluso sin haber visto la primera. Se podría decir que es una frontera entre la ficción y el documental, una combinación que le añade valor a esta producción.

Las escenas más íntimas, con los pensamientos y emociones de Mónica, también se llama así el personaje que interpreta, están en formato de "super 8", representando el viaje de introspección de ella, en paralelo al viaje al lado de su pareja. Un entramado mágico en el que se representa a una mujer frágil y delicada. También hay numerosos planos secuencia que permiten acercarse a los personajes reales con total naturalidad.

La pareja protagonista emprende un viaje a un lugar lejano y recóndito. Un lugar donde nadie les había pedido ir. Allí se encuentran con comunidades "aimaras", en los Andes, donde la vida es muy dura y hostil, sobreviviendo aislados, pero con un sueño de independencia y de libertad.

*Conociendo a los aimaras

Dúo es un deseo de mostrar lugares que están invisibilizados, lo rural, en todas sus formas, es un interesante territorio para retratar.

Los "aimaras" son un antiguo pueblo de pastores, guardianes de caravanas de llamas, aunque también los hay que se dedican a ser campesinos. En la actualidad, la mayor parte viven en la región del lago Titicaca, sin embargo, en la película muestran a un grupo que viven en las provincias argentinas de Salta y Jujuy.

Hay escenas que son como el registro de un momento, se está ante la pantalla siendo testigo de su vida cotidiana y de sus celebraciones. Los personajes reales hablan directamente al equipo reducido de Dúo. Realidad y ficción se mezclan, respondiendo de manera espontánea a las preguntas de los lugareños, sin seguir el guion.

Para estas escenas se rodó cámara en mano numerosos planos secuencia, permitiendo acercarse con total naturalidad. Escenas costumbristas de gran belleza y un magnífico documento de aquellos peculiares pueblos, de sus gentes.

Los contrastes de sonido, a veces suave y otras brusco, sacuden a los personajes cuando algo en la realidad los saca de sí mismos.

*Decisiones trascendentales

Hay cuatro cimientos fundamentales en los que se basa la película Dúo como son el silencio, la soledad, la sombra y los sueños. Más que desamor se trata de una muestra del dolor de la distancia. Distancia con la pareja, la de la protagonista consigo misma y con el lugar en el que sintió amor.

El silencio es esencial para pensar y tomar decisiones propias. La sombra y la luz van de la mano y no hay vida sin sueño. Realidad y sueño también van de la mano, memoria y sueño.

Mónica García se introduce magistralmente en su personaje, pudiendo apreciar en todo momento que se lo cree, quizás influye en ello el acercamiento con los personajes reales de aquellos pueblitos.

*Conclusión

Dúo se trata de otra obra maestra de la joven directora catalana Meritxell Colell, quien muestra acertadamente la línea fina que separa la realidad con la ficción.

Dos viajes paralelos. Uno representando el de una pareja en crisis, formada por Mónica García y Gonzalo Cunill, al agreste y duro mundo de los "aimaras". El otro, al interior de sus personajes, a la soledad necesaria para tomar ciertas decisiones trascendentes, honestas con uno mismo.

Escrito por Irene Abecia Navarro
Cinemagavia
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12 de septiembre de 2022
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película "de culto" con agobiantes imágenes en primerísimos planos, cámara en mareante movimiento y una actriz que no hay manera de entender porque no vocaliza (se entiende mejor al actor, que es argentino, que a ella).
La historia es desesperantemente lenta, no sé si más tarde mejoraría porque no pudimos soportarlo más y nos salimos el cine (no fuimos los únicos).
el mono trece
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8 de septiembre de 2022
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mónica y Colate representan su propia historia de amor en una obra de teatro experimental, que combina diálogo, baile y monólogos. Están de gira por los Andes y no pretenden cobrar, sino realizar intercambios de alimentos y materias esenciales. Así, Meritxell Colell propone una reflexión que tiene como eje central tres conceptos: la crisis de una pareja, su viaje por tierras desconocidas y la modesta vida en los pueblos aborígenes por los que pasan. Lo más interesante es el modo en que los vértices de este triángulo interactúan entre sí: por una parte, la forma que tienen los actores de relacionarse con las personas autóctonas de los pueblos nos da una pista sobre su carácter; por otra, el tipo de espectáculo que ofrecen nos habla de su relación;, y esta, a su vez, se ve condicionada por sus caracteres. Algo que vamos descubriendo gracias a las pistas que la directora barcelonesa va dejando por toda su película, en ocasiones muy obvias (las discusiones más explícitas) y en otras más sutiles (el hecho de que Colate acapare casi todas las conversaciones que deben mantener con su futuro público).

Centrándonos en el apartado formal, los espectadores presenciamos el viaje de la pareja en planos secuencia, acompañándolos en su intimidad y en su “intrusión” en la vida y costumbres de los habitantes de cada región. Todo está rodado en cámara en mano, muy cerca de los personajes, y es en los momentos de cotidianidad dónde Colell consigue sus mejores resultados. Especialmente, en las escenas que Mónica comparte con los oriundos de cada espacio: en ellas puede palparse una gran sinceridad, tanto por las anécdotas que se cuentan (dónde Mónica ve reflejada su propia experiencia) como en las actividades que realizan (como el simple acto de preparar una comida). Igual de estimulantes resultan los fragmentos de la función que Colell nos permite ver, sobre todo los bailes, ágilmente captados por una cámara en movimiento que nos invita a bailar con los protagonistas. Finalmente, las imágenes rodadas en Super 8 (con las que la directora sugiere el viaje introspectivo de Mónica) son la guinda del pastel para el carácter sensorial que se propone dar a todo su trabajo.

Y es que, sin ir más lejos, la incomodidad crónica en la que vive instalada la pareja se palpa por medios mucho más sensoriales que intelectuales: sus expresiones, el sub-texto de lo que se dicen, el contacto físico que mantienen (o que no mantienen)... y es también por medios sensoriales que apreciamos la naturalidad con la que Mónica se mueve por los espacios que visitan, contrapuesta al carácter algo impostado que Colate no puede evitar adoptar cuando se dirige a los habitantes del mismo. Es este contraste de compatibilidades el que mejor define las personalidades de cada personaje y el modo en que este condiciona (negativamente) su relación. Por una parte, tenemos la cuestión de los (marchitos) roles de género: Colate se hace con el discurso de la compañía, marcando el tempo y las cuestiones a negociar, como también se encarga de montar y gestionar el espacio escénico; mientras que Mónica interactúa con los habitantes de los pueblos, los escucha y ayuda a preparar las comidas. Por otra, tenemos la posición que ocupa cada uno en la relación: él, atrapado en el resentimiento; ella, perdida en una búsqueda identitaria que, al parecer, confunde con un proyecto de pareja que tampoco le entusiasma demasiado.

En resumen, el trabajo de Colell es un viaje que oscila entre lo tangible (su gira por los Andes) y lo sensorial (su evolución como pareja -y personas-), en el que descubrimos la vida de dos actores que no consiguen separarse a pesar de la toxicidad de su relación. Una suerte de metáfora de buena parte de la población occidental, aquí representada en clave poética y descrita con una precisión casi quirúrgica gracias a la distancia observacional que ofrecen las vidas de los habitantes de los interesantísimos pueblos de los Andes.
Martí
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